EMPECINADOS
JM AIZPURUA
B. Netanyahu, facha
judío acaba de proclamar “nación” al Estado de Israel, profanando a sus
minorías drusas, árabes beduinas, y circasianas, que en su realidad nacional y
religiosa diferenciada conviven en el Estado de Israel cumpliendo las
obligaciones sociales comunes incluso la pertenencia al ejercito. Que la
cordialidad del sentido común retorne a Israel dependerá de la postura que la izquierda
judía adopte, pero el amo gringo está por las posturas ultras y apoya al Likud.
Este siglo XXI no
permite esos anacronismos, esas vulneraciones de los Derechos Humanos puesto que
la evolución y la ciencia ya han permitido encontrar mecanismos territoriales para
situar los marcos nacionales en armonía con las culturas, las etnias y los
sentimientos de pertenencia, aún dentro de amplios marcos geográficos de
carácter plurinacional. Los Estados-Nación del siglo XVIII, tumba de minorías y
genocidios culturales, hoy ya no tienen sentido y son reparados como en la
reciente Croacia a la que vimos con admiración en el Mundial de futbol.
En el Estado
español, como residuo territorial del Imperio, se pretende por un núcleo duro
de neofranquistas impedir el reconocimiento de su realidad territorial. La
Nación castellana, como artífice del españolismo Imperial de tres siglos,
continuó tras el desastre de 1898, con el guion “nacional” que la había llevado
a la debacle internacional y lejos de plegarse a la evidencia y llegar al
consenso con las naciones ibéricas, catalana, vasco-navarra, y gallega para
construir un Estado y solucionar los problemas coloniales de Canarias Ceuta y
Melilla, se enredó en el supremacismo. Este empecinamiento de casta (real,
militar, clerical) ha lastrado el porvenir ibérico con golpes de Estado,
guerras internas y dictaduras fascistas. En el nacionalcatolicismo encontraron
la excusa para no aceptar la democracia que los EE. UU. propusieron para Europa
occidental en contraste de la Europa Soviética. Aislados en el franquismo
dictatorial, frustraron la vida de generaciones desde 1936 hasta caer
derrotados en 1978 y mal tragar la democracia.
Pero un poso
fascista quedó en la costumbre de muchas personas a las que la “tradición” se
impone a la razón y en ellas esa casta dirigente pretende sostener el paradigma
españolista. Contra ello no es conveniente usar la fuerza y el enfrentamiento,
pues es el conocimiento, la revelación de la historia real, la que hará caer
los prejuicios de los necios.
No puede aceptarse
que políticos democráticos sostengan que con los “xx” no debe hablarse ni
negociarse. La democracia es precisamente lo contrario y su postura es fascismo
de catón. Además, los representantes elegidos en esas candidaturas que
consideran “hostiles”, son denigrados y vilipendiados, lo cual es otra muestra
de su sentido político fascista. No hay democracia.
El respeto y la
honradez son las dos virtudes políticas que esta nueva casta neofranquista
ignora y desprecia en aras de una “unidad nacional”, supuesta “razón de Estado”
que ha permitido desde el GAL al 3% y en la que se refugian farsantes
patrioteros que se enriquecen del erario y los nichos institucionales.
Nada han resuelto
en estos 40 años: Arde Cataluña, y Euskadi y Navarra miran expectantes mientras
en Galicia los caciques dominan las regiones. Canarias, Ceuta y Melilla, siguen
camufladas de un españolismo incapaz de justificarse con historia, con
desarrollo social, con futuro. Andalucía vive en un régimen de señorito y
subvención.
Todo el impulso
económico de la UE para el desarrollo y equiparación a Europa no sirvió para el
fin destinado pues comisionistas y mangantes hicieron un lavado de cara que
cayó a las primeras lluvias. Los datos estadísticos no reflejan la realidad que
una gran parte de la población del Estado malvive sin futuro y ha quedado
alejada de ese primer mundo europeo donde no tienen cabida.
Prietas las filas,
los neofranquistas avanzan por encima de sus conciudadanos blandiendo los lemas
que llevaron a estos territorios de no ponerse el sol, hasta vivir en la
penumbra permanente del precariado y la miseria. Demócratas de derechas: no se
lo permitáis.
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