"INDIGNADOS
DE LA CRUZ DEL SUR"
EDUARDO
SANGUINETTI, FILOSOFO
En mi visita a Montevideo días pasados, lancé mi proclama como “indignado” desde este medio plural. No obstante, y en virtud del curso de las noticias, que los medios hegemónicos de ´comunicación´ lanzaron acerca de las conductas y maneras de los “indignados de Wall Street”, reflexioné al respecto y llegué la conclusión de que este movimiento en los países de lengua inglesa responde a un grupo de gente ávida y descontenta, mas no “indignada”, con pertenencia al bestial sistema capitalista, al cual pretendo y pretendemos nosotros, los “indignados” de otras latitudes, modificar en un giro de 180 grados.
Las
verdaderas revoluciones no se limitan a producir cambios personales, en la
esencia de un sistema, pues en este caso la estructura social y política no se
modifica y los motivos revolucionarios se limitan a apetitos egoístas de poder,
a la satisfacción de intereses subalternos y simuladores, que convierten a la
denominada ‘revolución’, en una enumeración de buenas y lastimeras intenciones,
siempre en nombre de la sagrada y santa contradicción, deviniendo la
permanencia de los valores esenciales del sistema que se pretendía cambiar.
Estimados
lectores, reitero que deseo dejar claramente asentado que el movimiento de
“indignados del imperio”, que presume de revolucionario y, que su accionar se
remite a reclamar espacios, dentro del capitalismo, colocándose bajo el palio
de consagrarse mediáticamente como ´revolucionario’, instancia de por sí
ilegítima, pues dejan en el limbo el accionar de los “indignados” de habla
hispana, resueltos a crear transformaciones reales en el sistema, es decir
llevar a cabo una revolución en todos los planos de la conciencia y de la vida,
enfrentando la política neoliberal, una bestia omnívora, que se abstrae de la
existencia de los pueblos y sus necesidades esenciales, desterrando toda
posibilidad de diálogo, imponiendo sus criterios que no se asimilan a los
criterios de un milenio que transita un instante histórico con vientos de
cambio.
Bajo el
cielo de la Cruz del Sur, se crió y creó un sentimiento devenido en pensamiento
de filiación neoidealista. En su trama fulgen y se apagan como destellos, el
humanismo de Unamuno y el intuicionismo de Bergson, el existencialismo de
Heidegger y Camus, el materialismo histórico de Marx y la fenomenología de
Husserl, asimilados al genio de Benjamin, de Adorno y Horkheimer y el
estructuralismo de Derrida y Foucault, la poesía de Ibarbourou, Darío, Martí,
Pisarnik, Benedetti, los relatos de Quiroga, Arlt y Bioy. Con distintas
palabras, pero en un mismo sentido todos expresaron antes y después, el mismo
concepto, preocupados por formular ‘el pliego de condiciones’ que habrá que
exigírsele históricamente al hombre que vendrá, para legitimar su gentilicio.
Este
hombre replicado en millones, se mueve preocupado, inquieto, en esa sucesión de
fenómenos ensamblados con misteriosa organicidad que constituye la vida de los
pueblos. Cualquiera que sea su capacidad para la crítica o el conocimiento, son
paralelamente actores y observadores de los acontecimientos y hechos en los que
están incursos, y dentro de los cuales se desplazan. Quizás no sean capaces de
ordenar una tabla de valores metafísicos genéricos para relacionar la vida con
las grandes abstracciones del pensamiento humano. Pero tienen de la justicia,
de la verdad, de la
ética
(valores perimidos por el poder feudal del imperio a nivel global y regional)
una intuición que puede no ser idea, pero alcanza a sentimiento.
Es
inexcusable su omnipresencia en los días menudos del acontecer, y en él reside
una trágica energía creadora que juega sus dimensiones en la historia. Habrá
que computarlo como un escorzo del sentido común que apunta, de modo incierto
pero constante, a las responsabilidades de la trascendencia. Hay que llamarlo
de alguna manera, qué les parece: “sentido popular”.
El
“sentido popular” tiene sus aspiraciones, hasta con referencia a las cosas que
no entiende, pero en las cuales se siente implicado. En este caso de la revolución
de los “indignados” y sus definiciones. Quieren – por ejemplo – que no merezcan
ese título procesos que puedan cumplir todos los requisitos del pliego de
condiciones necesarias para cristalizarlas.
El
“sentido popular” no concibe que una revolución ande para atrás, no comprende
que se pueda revolucionar nada, negando la evolución. El sentido popular ha
aprendido a fuerza de vigilias con hambre cada madrugada, por dónde viene el
Sol todos los días. Y no cree que una revolución pueda ponerlo de espaldas al
Oriente…, para aguardarlo por el Poniente las auroras.
El
“sentido popular” sabe que una parte de la sociedad envilecida va tras el lucro
y en cuyas manos se concentra la riqueza y el poder de decidir sobre las vidas
de toda una comunidad. Lejos de promover la armonía y el bienestar de los
hombres, solo ha provocado resentimiento, odio y despertado los bajos
instintos. El mercantilismo como deidad suprema, la competencia feroz en manos
de pocos, guerras, hambre engendrando dolor y muerte a los pueblos. Esa
situación solo se supera mediante una revolución de “indignados” legítimos,
ante el ‘estado de las cosas’. En rigor ya estamos en esa revolución, vista en
perspectiva esta época será considerada revolucionaria, el hombre dará el paso
de la prehistoria a la historia.
“Los
pueblos han de tener una picota para quien los azuza a odios inútiles y otra
para quien no le dice a tiempo la verdad”, dijo José Martí.
Lectores
de LA REPÚBLICA, bienvenidos al 2012 en armonía, equidad y libertad.
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