EL
PARAGUAS DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
Cristina Covo Gómez
Si el señor Malthus levantara la cabeza
se preguntaría con bastante curiosidad cómo se las arregla la gente para
dosificar y administrar los recursos actuales. Y es que somos muchos, dicho más
claramente, el planeta está superpoblado.
Sabido es de todos que los recursos no son
ilimitados, los agentes orgánicos que se han acumulado por el proceso de los
siglos se agotan inevitablemente. La búsqueda de alternativas y fuentes nuevas
podría parecer cosa de ciencia ficción; menos ciencia y menos ficción cuando se
trata de utilizar otras formas de energía que permitan mantener la dinámica de
nuestras vidas, de dar cobertura a nuestras demandas básicas.
Muchas definiciones he leído acerca de la
expresión “desarrollo sostenible”, y he llegado a la siguiente conclusión sobre
el significado del término: explotación de los recursos para satisfacer las
necesidades presentes sin alterar el equilibrio del planeta y sin comprometer
la existencia de las generaciones futuras.
Ahí es nada. Porque si no hay proyectos y
planteamientos adecuados en el corto plazo ¿qué pasará en el largo?
Los fenómenos que contemplamos como el
cambio climático, la variación en el ciclo de las estaciones, el descenso de
las reservas y manantiales de agua no son producto del azar, están ligadas
directamente al factor humano. Es el hombre con
su pauta de consumo y la aceleración del proceso productivo quien ha
obligado al planeta a modificar su ritmo y su aspecto.
Las metas fijadas en las últimas cumbres sobre
índices de contaminación y explotación “tolerables” no han sido del todo
cumplidas ni los índices propuestos por consenso respetados completamente.
Echando la vista atrás veremos el error que
se ha cometido con la construcción masiva en el litoral, por ejemplo, el
consiguiente deterioro del medio ambiente y la destrucción del paisaje ante el
avance del cemento. O la lucha eterna, no exenta de amargura por parte del
agricultor, que necesita el agua que se desvía indiscriminadamente hacia el
sector terciario.
Sin ánimo de entrar en términos técnicos
diríamos que esta no es la forma eficiente ni adecuada de llevar adelante un
boceto que debería tener su grado aceptable de madurez y viabilidad antes de
decidirnos a dar un primer salto.
Tampoco los políticos acaban de
comprometerse del todo en este asunto; ya sabemos cómo de dulces son las
promesas electorales, si bien la línea de trabajo se tuerce una vez han llegado
al poder. La preparación y la honestidad
para llevar a la práctica proyectos que están sobre la mesa serían lo ideal,
pero desgraciadamente las cosas en la práctica funcionan de otro modo.
El trabajo de un ingeniero o arquitecto
que no comprende cuáles son los límites en que nos movemos acaba estrellándose
estrepitosamente cuando el proyecto se ha confeccionado entre cuatro paredes
sin considerar los parámetros de la realidad, con lo cual hay ya elementos que
fallan en la ecuación.
Actualmente existen poblaciones muy
respetables, que han optado por un plan propio y lo están llevando a cabo por
su cuenta, sin esperar propuestas raras venidas de fuera. En algunos casos
recuerdan comunidades primitivas que se mueven a pequeña escala y,
progresivamente, van creciendo y especializándose como una forma armoniosa de
entender la relación con el entorno.
Sí, hay que mirar hacia delante, pero
considerando cuál es el punto en que nos encontramos ahora y qué posibilidades
tenemos. Estaremos en la senda para introducir los ejes y modelos con los
cuales queremos construir nuestro mundo.
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