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jueves, 2 de agosto de 2012

"INDIGNADOS DE LA CRUZ DEL SUR"


 
"INDIGNADOS DE LA CRUZ DEL SUR"



EDUARDO SANGUINETTI, FILOSOFO




En mi visita a Montevideo días pasados, lancé mi proclama como “indignado” desde este medio plural. No obstante, y en virtud del curso de las noticias, que los medios hegemónicos de ´comunicación´ lanzaron acerca de las conductas y maneras de los “indignados de Wall Street”, reflexioné al respecto y llegué la conclusión de que este movimiento en los países de lengua inglesa responde a un grupo de gente ávida y descontenta, mas no “indignada”, con pertenencia al bestial sistema capitalista, al cual pretendo y pretendemos nosotros, los “indignados” de otras latitudes, modificar en un giro de 180 grados.

Las verdaderas revoluciones no se limitan a producir cambios personales, en la esencia de un sistema, pues en este caso la estructura social y política no se modifica y los motivos revolucionarios se limitan a apetitos egoístas de poder, a la satisfacción de intereses subalternos y simuladores, que convierten a la denominada ‘revolución’, en una enumeración de buenas y lastimeras intenciones, siempre en nombre de la sagrada y santa contradicción, deviniendo la permanencia de los valores esenciales del sistema que se pretendía cambiar.
Estimados lectores, reitero que deseo dejar claramente asentado que el movimiento de “indignados del imperio”, que presume de revolucionario y, que su accionar se remite a reclamar espacios, dentro del capitalismo, colocándose bajo el palio de consagrarse mediáticamente como ´revolucionario’, instancia de por sí ilegítima, pues dejan en el limbo el accionar de los “indignados” de habla hispana, resueltos a crear transformaciones reales en el sistema, es decir llevar a cabo una revolución en todos los planos de la conciencia y de la vida, enfrentando la política neoliberal, una bestia omnívora, que se abstrae de la existencia de los pueblos y sus necesidades esenciales, desterrando toda posibilidad de diálogo, imponiendo sus criterios que no se asimilan a los criterios de un milenio que transita un instante histórico con vientos de cambio.
Bajo el cielo de la Cruz del Sur, se crió y creó un sentimiento devenido en pensamiento de filiación neoidealista. En su trama fulgen y se apagan como destellos, el humanismo de Unamuno y el intuicionismo de Bergson, el existencialismo de Heidegger y Camus, el materialismo histórico de Marx y la fenomenología de Husserl, asimilados al genio de Benjamin, de Adorno y Horkheimer y el estructuralismo de Derrida y Foucault, la poesía de Ibarbourou, Darío, Martí, Pisarnik, Benedetti, los relatos de Quiroga, Arlt y Bioy. Con distintas palabras, pero en un mismo sentido todos expresaron antes y después, el mismo concepto, preocupados por formular ‘el pliego de condiciones’ que habrá que exigírsele históricamente al hombre que vendrá, para legitimar su gentilicio.
Este hombre replicado en millones, se mueve preocupado, inquieto, en esa sucesión de fenómenos ensamblados con misteriosa organicidad que constituye la vida de los pueblos. Cualquiera que sea su capacidad para la crítica o el conocimiento, son paralelamente actores y observadores de los acontecimientos y hechos en los que están incursos, y dentro de los cuales se desplazan. Quizás no sean capaces de ordenar una tabla de valores metafísicos genéricos para relacionar la vida con las grandes abstracciones del pensamiento humano. Pero tienen de la justicia, de la verdad, de la


ética (valores perimidos por el poder feudal del imperio a nivel global y regional) una intuición que puede no ser idea, pero alcanza a sentimiento.
Es inexcusable su omnipresencia en los días menudos del acontecer, y en él reside una trágica energía creadora que juega sus dimensiones en la historia. Habrá que computarlo como un escorzo del sentido común que apunta, de modo incierto pero constante, a las responsabilidades de la trascendencia. Hay que llamarlo de alguna manera, qué les parece: “sentido popular”.
El “sentido popular” tiene sus aspiraciones, hasta con referencia a las cosas que no entiende, pero en las cuales se siente implicado. En este caso de la revolución de los “indignados” y sus definiciones. Quieren – por ejemplo – que no merezcan ese título procesos que puedan cumplir todos los requisitos del pliego de condiciones necesarias para cristalizarlas.
El “sentido popular” no concibe que una revolución ande para atrás, no comprende que se pueda revolucionar nada, negando la evolución. El sentido popular ha aprendido a fuerza de vigilias con hambre cada madrugada, por dónde viene el Sol todos los días. Y no cree que una revolución pueda ponerlo de espaldas al Oriente…, para aguardarlo por el Poniente las auroras.
El “sentido popular” sabe que una parte de la sociedad envilecida va tras el lucro y en cuyas manos se concentra la riqueza y el poder de decidir sobre las vidas de toda una comunidad. Lejos de promover la armonía y el bienestar de los hombres, solo ha provocado resentimiento, odio y despertado los bajos instintos. El mercantilismo como deidad suprema, la competencia feroz en manos de pocos, guerras, hambre engendrando dolor y muerte a los pueblos. Esa situación solo se supera mediante una revolución de “indignados” legítimos, ante el ‘estado de las cosas’. En rigor ya estamos en esa revolución, vista en perspectiva esta época será considerada revolucionaria, el hombre dará el paso de la prehistoria a la historia.
“Los pueblos han de tener una picota para quien los azuza a odios inútiles y otra para quien no le dice a tiempo la verdad”, dijo José Martí.
Lectores de LA REPÚBLICA, bienvenidos al 2012 en armonía, equidad y libertad.


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