Cómo
el Banco Central Europeo controló el destino de la economía mundial
Mark Weisbrot
Los
mercados de valores mundiales y los mercados de bonos europeos se recuperaron
la semana pasada en respuesta a tres palabras de Mario Draghi, jefe del BCE:
que el BCE haría “lo que fuese” para proteger el euro. Esto se interpretó como
una promesa de intervenir en los mercados de bonos soberanos, con el fin de
hacer bajar los tipos de interés de España e Italia.
¿Qué
significa todo esto para la gente de la calle en la Eurozona, en España -donde
la tasa de desempleo acaba de alcanzar la cifra récord del 24,6%- en Asia,
África, América Latina o incluso los Estados Unidos? Significa que el BCE
siempre ha tenido, y tiene, el poder de poner fin inmediatamente a la crisis de
la Eurozona, pero se ha negado a hacerlo. Y no por las razones económicas
generalmente aceptadas -como es la intranquilidad sobre la deuda soberana o la
inflación- sino que se ha negado a poner fin a la crisis por una razón nefaria:
para forzar a las economías más débiles de Europa a aceptar una agenda política
regresiva, lo que incluye recortes en los salarios mínimos y las pensiones, el
debilitamiento de las leyes laborales y la negociación colectiva y la reducción
de los servicios que presta el Estado.
El BCE y
sus aliados temieron que si hubiesen estabilizado estos mercados de bonos, su
apalancamiento sobre los países periféricos se reduciría. De modo que, durante
más de seis meses, el BCE se ha negado a comprar bonos españoles, lo que haría
bajar la rentabilidad, como lo hizo en las crisis similares el año pasado. Esto
constituye un sucio juego de la gallina, porque el BCE obviamente no quiere
llegar a un punto en que la crisis esté fuera de control.
Lo que
ocurrió la semana pasada es que el BCE por fin pestañeó frente a los temores de
una recesión mayor y las presiones políticas. De acuerdo con las notas de
prensa, algunas presiones procedieron de François Hollande de Francia, elegido
por los votantes que estaban en contra de las medidas de austeridad, y otras
presiones procedieron incluso del FMI. Éste forma parte de la Troika -junto con
el BCE y la Comisión Europea- que establece la política económica de la
Eurozona, pero es un socio subordinado. El gobierno de Obama ha presionado
también a las autoridades europeas para que no sean tan extremas, porque la
perezosa economía estadounidense pone en peligro sus posibilidades de
reelección.
Aunque es
verdad que los mercados financieros que se recuperaron la semana pasada no son
lo mismo que la economía mundial, la incertidumbre que las autoridades europeas
han creado y exacerbado ha hecho mella no sólo en estos mercados, sino también
en el crecimiento económico real en gran parte de la economía mundial, desde
Corea del Sur hasta Brasil. Se espera que la economía mundial crezca un 3,5%
este año frente al 5,3% en 2010. Esto representa una diferencia de decenas de
millones de empleos a nivel mundial y más de un billón de dólares de ingresos
perdidos. Mientras hay debilidades internas en varios países y regiones -lo que
incluye las dos mayores economías nacionales, China y los Estados Unidos-
parece que el desorden en Europa es en este momento el mayor lastre para la
economía mundial.
España ha
sido últimamente el epicentro de la tormenta, en primer lugar debido a los
graves problemas de su sistema bancario. Pero entonces los mercados empezaron a
especular contra sus bonos soberanos, con Italia también bajo amenaza. Estos
gobiernos "demasiado-importantes-para-caer" (en términos de su deuda
soberana) han visto que la rentabilidad de los bonos alcanza unos niveles que
han generado un temor y una incertidumbre cada vez mayores en Europa y en los
mercados mundiales. Y aquí es donde tiene la clave una institución [el BCE],
cuyos fundadores consideran “independiente”.
Con sólo
tres palabras, Mario Draghi hizo bajar la rentabilidad de los bonos españoles e
italianos y la caída seguía el viernes [29 de julio] cuando Hollande y Merkel
emitieron una declaración conjunta -que se interpretó como un apoyo a Draghi-
de “hacer todo para proteger” el euro.
El
bono español a 10 años que sirve de benchmark [técnica que mide el rendimiento]
está ahora a más de un punto porcentual de su récord de la semana pasada, del
6,6%. Todavía es demasiado alto, pero se han disipado los temores de que el
bono alcance niveles en los que España ya no pueda pedir prestado en los
mercados privados, como ocurrió en Grecia, Irlanda y Portugal
Está
claro que los mercados han exagerado la probabilidad de que España pudiera
suspender pagos. España tiene alrededor de 94.000 millones de euros de deuda
prorrogable al año próximo, de modo que incluso si tuviera que pedir prestado
con los tipos de interés tan altos como hoy, no se incrementaría
significativamente la carga de la deuda. También podría pedir prestado a corto
plazo. España paga actualmente en torno al 2,4% del PIB en concepto de
intereses sobre la deuda pública, lo que es bastante razonable.
En
realidad, son las acciones de los especuladores en los mercados financieros las
que han llevado la rentabilidad de los bonos españoles a estos niveles. Pero el
BCE lo permitía para conseguir sus propósitos políticos. Lo que hizo Draghi
ayer fue informar a los especuladores de que su apuesta contra estos bonos
podría ser doble; es decir, podrían perder dinero cuando intervenga el BCE.
Ahora veremos hasta qué punto el BCE está comprometido con la estabilización de
los mercados de bonos.
En menos
de 24 horas, el banco central alemán echó una jarra de agua fría sobre la
declaración de Draghi al oponerse a la compra de bonos soberanos. Aunque es el
país más poderoso de la Eurozona, el Bundesbank no necesariamente puede vetar
una decisión tomada por el Consejo del BCE, de 23 miembros. Pero Alemania tiene
mucho peso y su oposición indica que la lucha seguirá entre los dirigentes de
Europa sobre cuánto hará el BCE para contener la crisis actual.
Por
supuesto, la contención y la resolución de la crisis inmediata es una cosa y
otra sacar la Eurozona de la recesión y volver a mayores niveles de empleo. El
BCE podría poner fin a la crisis al fijar un techo razonable a la rentabilidad
de los bonos soberanos españoles e italianos, y de esta manera acabar con los
temores de la suspensión de pagos de la deuda soberana en estos países. Pero
para conseguir la recuperación económica en Europa las autoridades europeas
tendrían que dar marcha atrás en sus políticas fiscales destructivas; es decir,
el ajuste presupuestario que ha empujado a la Eurozona hacia su segunda
recesión en tres años. La gente con sentido común lucha por esto en Europa.
Mientras
tanto, el exprimer ministro griego Georgios Papandreou dijo la semana pasada lo
que no quiso decir durante su mandato y lo que algunos habíamos sospechado: que
el propósito de las políticas impuestas por la Troika a Grecia fueron aún
peores que las políticas regresivas descritas más arriba. “Se trataba de
castigar”, dijo, “porque si se ponía fácil el rescate, otros países habrían
querido lo mismo”.
Ésta
parece una de las razones por las que las autoridades europeas han destruido la
economía griega. Es evidente que no es por falta de recursos que la Troika se
encamina hacia otra confrontación con Grecia, frente al encogimiento previsto
de su economía del 7% para este año: los miles de millones de euros procedentes
del obligado recorte presupuestario de los próximos dos años son dinero de
bolsillo para las autoridades europeas, pero significan dolor y desempleo para
el pueblo griego.
Todavía
queda camino antes de que las autoridades europeas pongan fin a la destructiva
ingeniería social y al daño colateral que causa a la economía mundial.
Mark Weisbrot es
codirecctor del Center for Economic and Policy Research de Washington. Es también presidente de Just Foreign Policy
.
Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll
Publicado en: The Guardian/Rebelión
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