Por: Graciliana
Montelongo Amador.
Palabras, palabras y más palabras.
¿Pero qué dicen? Y ¿quién las pronuncia? Todos los días rodeados, de este
lenguaje, que no aclara nada. Que no conduce a nada. Que no deja ver la luz al
final del túnel. Una situación
surrealista en la que han sumergido
al pueblo llano. Y el pueblo llano,
somos todos. Menos unos cuantos, que se están riendo (antes, a nuestras espaldas) en nuestra cara, de
frente, sin vergüenza y lo peor, sin respeto,
ni siquiera por los niños. Estos seres carentes de amor, podridos de egoísmo y
de vanidad de vanidades, no duran toda la vida. Ahora son fuertes, pero mañana…
¿Qué mañana les espera a todos ellos? Realmente no me importa. Se lo ganaron a pulso. Lo que si me importa
es el aquí, el ahora. Todos debemos estar alerta, para no caer aún más en sus
redes. Está claro, que tenemos que cambiar muchas cosas, que cometíamos muchos
errores. Pero de los errores se aprende. No podemos continuar con el desbarajuste,
al que nos habían sometido. Empezando por analizar nuestra manera de ver las cosas,
nuestra manera de sentir, nuestra manera
de vivir. Poner en orden nuestras
prioridades. Mantener un equilibrio, entre el hombre y la naturaleza. No prestando
(como ellos querían) interés a lo superficial. Cuando miro a mi alrededor y veo a tantos
jóvenes con carrera y sin carrera terminada. Con ganas de construir su propia vida. De tener su independencia. Cuando veo a un gobierno incapaz de encontrar
una solución, para encaminar este desastre. Desastre que tendrá que acabar en
algún momento .Esta es la esperanza que nos queda a todos para poder continuar.
Entonces, poco a poco (Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar. Nos
decía Antonio machado) pero con firmeza. Todos juntos, romperemos de
una vez, con ese lenguaje, esa verborrea, utilizada como escudo de la
verdad. Que solo beneficia a quien
la preparó y a quien la pronuncia. Que no permite al pueblo respirar, otros aires. Aires de libertad.
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