AMARRADOS y Vulnerables.
L.Soriano
La rabia y angustia que proporciona el sentirnos engañados y violados podrá sin duda tornarse en peligrosa si no encontramos pronto una solución adecuada y justa. Resulta que todo lo que creíamos valido y positivo hasta hace solo tres años, es inútil, negativo, y nos ata de una manera tremenda a una noria sin fin de la que no podemos salir. Nos han convertido en vulnerables por habernos matado a trabajar para conseguir algo propio y ahora nos amenazan con quitárnoslo todo sin contrapartida alguna y además nos quieren impedir que podamos vivir siquiera con dignidad, en el umbral de la miseria, pero con un poco de dignidad. Resulta que el ser “propietario” de algún bien inmobiliario, cosa que creíamos era lo correcto y cabal, nos impide ante todo, cambiar de lugar de residencia, y por ende buscar trabajo más allá de las fronteras menores o mayores. Al estar cerrado el mercado inmobiliario por el exceso de propiedades sin vender, lo que hará que en los próximos 10 o 12 años sea prácticamente imposible hacer que las cuentas nos cuadren; y porque debemos a las financieras muchísimo más de lo que en este momento podríamos obtener por las propiedades en el improbable caso de que algún loco quisiera comprar algo. Asimismo el efecto confiscatorio y disuasorio del Impuesto de transmisiones llega a límites grotescos de estupidez y desincentivacion en los casos de la Permuta inmobiliaria. Muchos de nosotros, nos intercambiaríamos las propiedades por lugares, por dimensiones, por proximidades a nuestros posibles o potenciales trabajos, e incluso por acercarnos a nuestros familiares o compartir lugar de residencia. Esto se cercena porque hacen pagar a ambos permutantes de nuevo el famoso y desgraciado ITP. Estamos atados, anclados al piso, al adosado, o a la parcela con la casa inacabada, al local cerrado o arruinado, incluso al no entregado por la quebrada constructora. Pero la implacable maquinaria “legal”, de las financieras y de las Administraciones recaudatorias, nos pasan por encima pretendiendo unos que sigamos pagando el triple de lo que ahora valen los bienes, y valorando los otros por el doble de lo que nadie está dispuesto a darnos tampoco. Estamos atrapados. Si la salida que nos proponen es que nos desintegremos mientras ellos contemplan la escena desde sus terrazas con vistas y sus atiborradas despensas, esto puede acabar muy, pero que muy mal. No se puede ni se debe acosar a quien no tiene nada que perder. A reflexionar.
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