Sin duda, el Constituyente de 1917 fue sabio al establecer el artículo 129, el cual indica que en tiempos de paz, el Ejército no está facultado para realizar labor alguna fuera de sus cuarteles; no obstante, sin más, un abogado egresado de la respetable Escuela Libre de Derecho, decidió desconocer lo que marca tan claramente la Constitución, misma que dicho individuo, el 1° de diciembre del 2006, protestó cumplir y hacer cumplir.
Qué triste es cuando los militares, muchos de ellos soldados rasos palurdos, al preguntarles el ciudadano, al cual detienen en uno de los miles de retenes que hay, si saben qué dice la Constitución Política Mexicana en materia de libre tránsito, simplemente contestan: “tenemos órdenes del presidente Calderón para hacer lo que se nos pega la gana”.
El primer mandatario mexicano actual, debe estar consciente del daño histórico que está cometiendo; sacar al Ejército de los cuarteles es un error garrafal, amén de un crimen de lesa humanidad; obviamente, las consecuencias empiezan a ser desastrosas.
Lo cotidiano hoy en día, es ver a los jefes de las fuerzas armadas aztecas, dando parte de las capturas de supuestos sicarios y narcotraficantes; en la práctica han substituido la función policiaca, y aún más, la del ministerio público. Constituye una vergüenza para el Derecho Mexicano, que los castrenses se hayan posesionado del ejercicio de la acción penal; son ellos quienes ahora en compañía de la Marina, detienen, arraigan, y como hemos visto, matan a personas indefensas, incluyendo mujeres y niños.
Constantemente, Felipe Calderón señala que para conseguir la paz social, es indispensable darle poder al Ejército; es decir, sustituir a la autoridad civil.
Lamentablemente, nadie pone un alto a tantas arbitrariedades, debido a que en varios sectores hay complacencia y complicidad. En fechas recientes, enriquecidos banqueros mexicanos, quienes de manera sistemática se ven favorecidos por el gobierno, aplaudieron en Acapulco las acciones de la soldadesca; por supuesto, sabemos que en cuanto deje su cargo Calderón, los sujetos en cita serán sus más feroces críticos.
Por lo que hace a los otros poderes federales, el Legislativo y Judicial -conformados casi en su totalidad por entes antipatriotas deshonestos- también aplauden sin ápice de prudencia el militarismo, tal vez, como resultado de que la mayoría de ellos, reciben canonjías y todo tipo de beneficios por parte del Ejecutivo federal; hay casos de diputados que jamás asisten a sus trabajos legislativos, sólo acuden a su curul cuando se requiere brindar apoyo a quien reside en Los Pinos.
En lo referente a los jueces, en particular los ministros de la Corte, salvo dignas excepciones, son seres innobles, obedientes a la consigna y a la más abyecta venalidad.
Desafortunadamente, con Felipe Calderón, el llamado presidencialismo mexicano ha alcanzado niveles de auténtica dictadura militar; ninguno de sus antecesores ha sido tan proclive a los de verde olivo.
Reiteramos, el daño histórico que comete el michoacano a nuestra Patria, será de terribles consecuencias. Ignoramos cuándo termine esta perversidad, empero estamos ciertos, tal circunstancia no tiene parale
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