TEATRO MEMORIA II, de Cirilo Leal.
JUAN FRANCISCO SANTANA DOMÍNGUEZ
“El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana.” Eso lo escribió Federico García Lorca en sus “Discusiones sobre el teatro” en el año 1936, y con el permiso de mi admirado poeta yo diría, siguiendo su estela, que en el caso que nos ocupa, en la obra teatral de Cirilo Leal, el teatro es denuncia que se escribe para ser socializada y así mostrar lo que, en mayor medida, debe ser conocido.
A Cirilo Leal es un atrevimiento presentarle pues su brillante y larga trayectoria como autor dramático, periodista, guionista de televisión y psicólogo le avalan y sí decir que su esfuerzo, como difusor de la cultura, lo ha orientado en pro de darnos a conocer las vivencias y tradiciones de la gente del pueblo y así nos ha dejado obras tales como “El Hierro, memoria viva del pueblo” (1997); “Los Realejos, memoria viva del pueblo” (2000) o como director de documentales de televisión con títulos como Señas culturales, Vivencias y Canarias Solidaria, o el ser guionista de Memoria silenciada, basada en los efectos que produjo la Guerra Civil en Canarias; o ser el artífice, en 1977, del Teatro Cambullón y un largo etcétera, curiosamente cuestiones que, en gran medida, nos unen.
Óscar Bacallado de
la Cruz, en el prólogo de este “Teatro Memoria II” de Cirilo Leal, nos habla,
con la confianza y el bagaje que supone la larga amistad con el autor, y por
ende con su lectura, del mensaje que nos vamos a encontrar en la obra teatral
del dramaturgo que hoy nos acompaña en este marco, tan canario, de la sede de
la Orden del Cachorro Canario. A pesar de ello he querido aportar mi humilde
opinión a tal respecto, debido a que el mítico editor Ángel Morales me ha
invitado a que presentara este acto, por lo que le estoy inmensamente
agradecido.
Nos decía el
escritor y dramaturgo madrileño Enrique Jardiel Poncela que el teatro es un
gran medio para educar al público, pero leyendo la obra de Cirilo Leal yo le
añadiría que es un medio para dar voz a los que, normalmente, no la tienen,
para visibilizarles, para escuchar sus lamentos, sus gritos y los desgarros que
en ellos produce la injusticia y, por ende, entender las necesidades de
aquellos seres humanos que, en general, no las tienen del todo cubiertas, por
tanto educación y compromiso serían, a mi entender, los grandes objetivos de la
obra que hoy presentamos en sociedad.
Está muy claro que en las obras teatrales de Cirilo Leal la psicología juega un papel muy importante, más, como hemos podido escuchar, entre sus actividades está la de psicólogo y su saber en ese campo es palpable en sus obras dramáticas, con estudios de casos concretos. Si no de manera explícita también está presente la antropología, en concreto la antropología social, estudiando al individuo y observándolo en su tejido social, como sucede en su obra “La viña del Loro” con las vivencias de los que acudían a dicha bodega, en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, para hablar de sus problemas y de sus sueños en una época de represión; o en La ciudadela, o patios de vecindad en donde discurrían muchas historias propias de los años veinte al cuarenta del siglo XX, por ejemplo. Es decir, la antropología social se encarga de estudiar cómo se ordena y construye, en este caso, comunidades en las que se dan respuesta a las necesidades sociales.
En una ocasión leí,
en la revista Derecho y Humanidades que “el teatro no se hace para contar las
cosas sino para cambiarlas” y al leer estas obras teatrales de Cirilo Leal ha
vuelto a mí, con mucha insistencia, aquella frase pues, en este caso,
claramente, de eso se trata.
Como nos decía el
rey Véneto en la obra “El espacio de los desvelos”, incluida en este libro que
hoy presentamos, Premio de Teatro Domingo Pérez Minik en el año 1998: “No te
dejes engañar por las luces del crepúsculo”, reflexiona antes de seguir como un
cordero lo que algunos preparan para lograr fines que nada tiene que ver
contigo, en suma, que no te dejes manipular.
Temas como la
represión y el olvido, el no desaliento ante el fracaso, el lenguaje homofóbico
contra el ser al que se le quiere hacer daño, “maricón”; el tema de la
inmigración y el rechazo al otro, “moro de mierda” con el personaje del
jarandín (palabra que recuerdo de mi niñez), las culturas que disminuyen a la
mujer, el machismo, el poder del dinero cuando dice “mientras tengas dinero, no
te acordarás de nadie”, en el diálogo entre la lechera y el cambullonero. El
tema de los perseguidos por ser de izquierdas o simplemente por ser denunciados
por envidias, “a ese pobre loco lo detuvieron porque se decía que tenía aún la
pistola que le dieron cuando estuvo en la CNT. Alguien se la tenía jurada y lo
denunció…” que vemos en el diálogo entre Morales y Laureano, en “La Galería”.
De las seis obras
de teatro que encontramos en este tomo, entre ellas algunas premiadas, como “La
ciudadela”, Premio de Teatro Francisco Martínez Viera 1980, me ha llamado muchísimo la atención “Tiempos
mejores” pues es el mismo título de una de las obras de Manuel Pícar y Morales,
otra cuestión que nos une, personaje comprometido nacido en La Laguna a
mediados del siglo XIX, aunque nada tenga que ver una con la otra, y en la que
Ciruelo, un personaje amargado y desconfiado, contrasta con la candidez del
personaje femenino de la Lecherita.
Temas diversos,
pero todos con un denominador común el dar voz a los personajes del pueblo y el
socializar temas, cuestiones y giros que hoy son desconocidos por los jóvenes:
la palabra penco, ya poco utilizada; el carburo, el cambullón, jediondo, el
jablar de los abuelos, jodiendo la pavana…
A destacar que en
sus obras teatrales Cirilo Leal combina dos planos antagónicos como son el del
equilibrio y el del desequilibrio emocional, produciendo en el lector,
inicialmente, una sorpresa para a continuación situarse en esos dos planos que
de manera magistral nos presenta .
Teatro memoria II
es una invitación a gozar de la escritura, a un recorrido por las vivencias y
emociones, con temas de rabiosa actualidad, como el que trata en la obra
titulada “Cautivas”, estrenada en el año 2001, hace ya veinte años, en la que
las mujeres musulmanas ansían poder elegir en un mundo de iguales y de libertad
y no en el de los dictados patriarcales y machistas, viniéndome a la mente, al
instante, la situación de las mujeres y niñas en el Afganistán de hoy en día,
pero Cirilo Leal trata, preferentemente, temas del pasado reciente, como los
que aborda en “La galería”, “El amarrado”, “Historias de la Viña del Loro” o
“La Ciudadela” como modo de dar a conocer actividades, hechos y costumbres,
además de palabras y frases que, con el paso de los años, se han ido olvidando
por las nuevas generaciones.
Para finalizar esta
presentación decir que los diálogos impresionan y a mí, particularmente, me
produjo escalofríos el mantenido entre Martín y Elena, matrimonio protagonista
en “El amarrado”, cuando un desesperado esposo, en su locura extrema, le pide a
su pareja: “… quiero, quiero… quiero un poquito” “Un fisquito, Elena. Quiero
verte un poco. Como antes…” contestándosele: “Para esas cosas no has perdido el
tino” “No quiero que nos vea la niña…”. En suma, la obra de Cirilo Leal es
verdad en su estado más puro porque, como decía Georges Braque: “La verdad
existe. Solo se inventa la mentira”.
Juan Francisco Santana Domínguez
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