TRAS LEER “SIETE SITIOS QUEDA LEJOS”
POR
ALFONSO OSHANAHAN
Siete Sitios queda
lejos, sí, pero ¿de dónde? Eso es precisamente lo que se trata de averiguar:
qué sitio es Siete Sitios, de dónde queda lejos y por qué. Siete Sitios, como
metáfora de las (siete) Islas Canarias, es el lugar en que se intala el
personaje central de la novela de VR, quien –a la manera de su anterior “Nos
dejaron…”- es en sí mismo el famoso espejo del personaje omnipresente desde el
que fluye toda la narración y que “gobierna” el relato de principio a fin.
¿De dónde está lejos
Siete Sitios?, ¿qué cosa es Siete Sitios?, ¿existe ese lugar realmente? Estoy
por jurar que sí, que Siete Sitios existe y está próximo, tanto que hasta es
posible que sea un lugar perdido de una
ciudad que podría ser ésta en la que estamos.
Siete Sitios queda
lejos de algo que conocemos y nos es próximo. Y lo conocemos porque ese tropel
de personajes que aparecen y desaparecen, que entran y salen, sienten y dicen
como nosotros. Y a mí me interesa especialmente esto último, su decir, un decir
que es reflejo de un sentir y un estar. Y si son gentes que dicen como
nosotros, sienten como nosotros y padecen como nosotros, entonces es que esos
personajes de Siete Sitios somos nosotros. Por eso “Siete Sitios queda lejos”
es una novela canaria y nada más que canaria, y su autor un novlesta y nada más
que canario y por ello universal.
¿De dónde quedaba lejos
Siete Sitios? En mi novela “Solsticio de verano”, Miguel de Unamuno le responde
al personaje central, cuando éste se queja de la lejanía de Canarias, que de
dónde estaban lejos…
Tal pregunta es toda
una crítica de la razón eurocéntrica o, dicho de otra manera, de la razón
colonial, de la razón colonial-imperialista-opresora y excluyente para ser más
precisos… Porque si las distancias se midieran por la cantidad de personas que
se llegan hasta un lugar, habría que decir que los que están lejos son otros,
quiero decir que no seríamos nosotros, inundados como estamos por ríos de gente
que nos anegan y ya casi nos asfixian.
Y, efectivamente, de
todo ese caudal estamos nosotros lejísimos
y otros muy cerca, los que absorben, parásitos, la sangre de una riqueza
que nos debería pertenecer. Y parece ser una maldición bíblica el que nos persigan
hasta el final…
Hablo del fin de ellos
y no del fin de nosotros, de Siete Sitios y los sietesiteños (o, mejor,
sietesitiados), que es, claramente, un reducto del lugar conquistado a la
fuerza por los sitiadores. Tal es el pesimismo que emana Siete Sitios, un lugar
triste y cada vez más maloliente, un lugar para la desesperanza…
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