sábado, 8 de febrero de 2020

PANCHO GUERRA Y VICTOR RAMIREZ: DOS ARTÍFICES DE NUESTRA LITERATURA


PANCHO GUERRA Y VICTOR RAMIREZ: DOS ARTÍFICES 
DE NUESTRA LITERATURA
POR ALFONSO OSHANAHAN
Un libro y una ceremonia fúnebre nos acercan estos días a dos escritores canarios, Víctor Ramírez y Pancho Guerra, el primero porque acaba de dar a luz un nuevo volumen en el que se recogen sus recientes artículos periodísticos en Diario de Las Palmas, y el segundo porque -el hecho ha tenido mucha más publicidad-  sus restos mortales han sido trasladado del cementerio de Las Palmas de Gran Canaria, donde reposaban, hasta el de San Bartolomé de Tirajana, su Tunte natal.

Ya he comentado días atrás que dicha ceremonia me ha parecido un "secuestro" total, y aquí las comillas juegan un doble papel, el de señalar el sentido figurado de su uso, obvio por lo demás, y el de indicar, para mí al menos, provisionalidad de asentamiento. He dicho al respecto que los restos de Pancho Guerra deberían figurar en un mausoleo que se erigiera en alguna parte a aquellos canarios que aplicaron su genio al engrandecimiento, consciente o inconsciente, de su patria, grande o chica, porque a la postre todas las patrias son una sola y porque, como me ha llegado a decir Víctor Ramírez (y yo le he robado la idea, provisionalmente), hasta los muertos serán canarios cuando Canarias sea una Patria soberana, poniéndome como ejemplo el caso de James Joyce, que murió inglés y la historia lo ha hecho irlandés.


Quiero insistir sobre el tema -lo de ese panteón de canarios ilustres, por decirlo en términos convencionales- porque a una idea así es preciso darle mucha más caña para que prenda. Los periódicos y las columnas están llenas de ideas que acaban muriendo, no tanto porque las ideas sean malas, sino porque son inoportunas, como toda buena idea poética, y perdón por la inmodestia. Pero el escritor, el cronista, el articulista, el poeta en suma, que tanto se deben al oportunismo del momento, también debe ser jugador fullero contra los ardides del tiempo y del momento, y no es posible que las miserias del tiempo cotidiano acaben por oscurecer las ideas que sugieren el tiempo futuro.

¡Oh los cuentos famosos de Pepe Monagas, aquellos que leímos por primera vez en los años juveniles, todavía no invadidos por la televisión basura, que está privando a la juventud de gozos y placeres compartidos por generaciones anteriores! Fue entonces cuando nos iniciamos en el encuentro con nuestra propia habla por la razon bien simple -entonces sólo intuida- que Simón Benítez Padilla no hacía ver en la introducción de los primeros cuentos famsos de Pepe Monagas vertidos en libro y pupblicados por la Peña de Amigos canarios en Madrid:
"lo que Monagas necesitaba era salir intacto de su escondite del Risco. No con traje de buen corte, ni con parla de buen hablista, sino charlando con dejo cansino, arrastrando el acento, comiéndose unas cuantas consonantes, dejando la palabra sin acabar, interrumpiendo el párrafo para echarse una copa de ron cubano, hablando el guanche en fin".

Pero en con Claudio de la Torre, en la introducción al volumen primero de las obras completas de Pancho Guerra, donde encontramos más claramente expresada la idea que anotábamos arriba acerca de James Joyce:
"puede decirse que los Hermanos Millares vivieron una época relativamente feliz, si por felicidad cabe entender la paz y el sosiego de que disfrutaba nuestra isla al empezar el siglo. Hicieron, sin embargo, una obra dramática, de clara disconformidad, no exenta de piadosa comprensión con el ambiente que les rodeaba y que con frecuencia debió de asfixiarles. Actitud, en suma, de rebeldía aunque pasiva, destinada de momento a quedar impresa en unas páginas. Ésta fue su gloria, la que nos han legado".
"De momento", nos dice Claudio de la Torre... Cierto: de momento... Porque la historia es un momento, un largo momento si quieres, como el que lleva transcurrido desde que los hermanos Millares escribieron su obra, un momento más corto desde que Pancho Guerra muriera en Madrid una vida cuyo rumbo torció una guerra civil, como igualmente nos deja debidamente anotado aquel otro cómplice de la canariedad futura que fue Claudio de la Torre. Y, en fin, de momento dejemos a Pancho Guerra en la cuna trillada de San Bartolomé, debajo de la gran bóveda celeste sobre la que se erigen Tunte y las Traimanas, y quedémonos con otro escritor de las filas de "Diario de Las Palmas" (porque Diario de Las Palmas y las publciaciones de esta casa fueron albergue de la producción literaria de Pancho Guerra), cuyos "Respondos" están en libro, salvados de momento de la noche de las hemerotecas, donde laten muchas esencias de la canariedad, que no perdidas...

Los "Respondos" de Víctor Ramírez son una especie de desafío  al periodismo convencional. Porque, ¿a quién responde?  Hay un "pariente" que se agazapa en cada artículo, un pariente que podemos ser cualquier de sus próximo0s amigos, o un supuesto lector "hembra" para el que solía escribir Julio Cortázar, que en el caso de VR ha trocado en puritito lector "macho", cuyo halago no busca en tanto en cuanto casi siempre lo que trata es de revolcarlo en sus contradicciones más íntimas, zarandearle su conciencia...
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UN ARTICULISMO QUE TIENE ALGO DE UNAMUNO

Tiene algo de unamuniano, en ese sentido, el articulismo de VR recogido en este libro "Respondo", algo de maestro que alecciona a sus alumnos. Porque Unamuno, ya saben, era muy principalmente un pedagogo, uno de los grandes didácticos españoles. Creo que la comparación no es ociosa, porque si a Unamuno le dolía su patria, España, a Víctor lo que le duele es su patria, Canarias, sin asomo de egoísmo isloteño alguno, pues toda su prosa periodística -y la no periodística, aunque dejemos eso aparte ahora- arranca de la universalidad del canario, pero del canario universal, es decir, del canario no colonizado. Iba a decir del canario autónomo, pero bien sabemos que lo de Víctor es la independencia de las islas, una independencia que no tiene fin en sí misma, sino como vía para la justicia social.
Por eso el independentismo de VR no es sectario ni excluyente, como el de otros desgraciadamente, sino un independentismo integrador, aunque, eso sí, lo sea reivindicativo y aleccionadore, quiero decir, instructivo, iluminador, solidario, cualidades que comparte con la inmensa mayoría de sus compatriotas canarios, que, no llegando a la misma formulación ideológica, tienen una misma base sentimental, emotiva. Y eso porque pocos como Víctor conocen el patriotismo literario en el que nos sustentamos (y la literatura es lo que mejor refleja la entraña de los pueblos) y mucho menos proclaman, como él, que "Canarias no es sólo de los que pensamos así", sino de todos -mejor de la mayoría que comparte aquellos sentimientos, porque, ya se tabe también, en todas partes hay alimoches...

Por lo demás Víctor no sólo ha querido escribir y comprometerse casi a diario en las columnas de "Diario de Las Palmas", sino que se ha empeñado en que esa prosa periodística (acaso la más liviana, pero también tan costosa como la otra, la narrativa) salga también en un libro. Porque lo que queda no es sólo lo que se escribe, sino lo que se plasma en libros. (La noche de las Hemerotecas es uno de los grandes agujeros negros por pesquisar, sobre todo en Canarias, donde gran parte de nuestros grandes escritores esperan, seguro que impacientemente, que la patria les saque de nuevo a la luz. La patria o los patriotas, pero, ya se sabe, no hay una cosa sin la otra...)
Víctor Ramírez, pues, comentarista de actualidad, articulista de prensa, como muy pocos de su generación literaria y la nuestra, alejados la mayoría del conocimiento de nuestro pueblo por culpa de ellos mismos. Y nadie mejor para demostrarlo que el caso particular de VR, que muchos buscan y admiran, pero que otros, muy pocos ciertamente, detestan y se alejan, cuando podría pensarse que a priori iba a tener todas las dificultades concebibles para poder desarrollar esa labor. No es así, y a la vista está, y ello no es una casualidad, sino que se produce por la liberalidad de un medio, y un medio es una combinación de director, empresa, redacción y colaboradores, en cuyo elenco más distinguido figura hoy Víctor Ramírez.
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LA REVITALIZACIÓN DEL PERIODISMO CANARIO

Con personalidades así, el periodismo en Canarias se revitaliza, recibe desde fuera de sus estrictos contornos profesionales, savia nueva, ideas nuevas. A la edad que ya tiene, pocos casos se ven de impulso tan nuevo y decidido a una vida que ya muchos, a su misma edad, la tienen casi recorrida, de puro resabiados. A los cuarentinueve años, sin embargo, VR escribe con la alegría de un primerizo. Con más alegría, quiero decir, con más impulso, rescatando antiguas visiones iluminadas y esperanzadoras. Y ahora, tras los "Respondos", se ha metido, igualmente, a pecho descubierto, con otra serie, "Agüita pasada", persistiendo en su empeño aleccionador, refrescando la visión comprometida de las cosas que muchos de su generación hace tiempo que perdieron. Y no es que Víctor se considere superior a nadie, sino solamente que no decae en el antiguo compromiso que nos llevó a muchos a la literatura y al periodismo. Le mueve, ya lo decíamos, una rebeldía redentorista.
"¿Qué otra cosa -otra cosa decente- que republicano se podía ser en mi juventud?", se preguntaba a viva voz mi padre, evocando los años treinta. Y hoy ¿qué otra cosa -otra cosa decente- se puede ser que nacionalista en la hora canaria?, nos preguntamos muchos, y acaso algún día transmitamos a las generaciones futuras con nostalgia pasada, como la que transmitìan los republicanos españoles que sobrevivieron a la guerra civil. Víctor, sin embargo, va más allá, y plantea la independencia como supremo ideal, porque como dicen incluso los socialistas españoles, y en eso no se equivocan, y de ahí su absurdo temor, todo nacionalismo es independentista, y mientras España no se decida a convertirse en el viejo ideal de los republicanos de la primera República, el de nuestro Franchy Roca sin ir más lejos, la España Federal, la de la unidad asumida por consenso, España sigue siendo un artificio impuesto y Canarias un apéndice cuya sola entidad autónoma reside en un Estatuto otorgado.
Y justamente para intentar salir de ese marasmo es donde la vocación redentorista de VR encuentra su mejor y natural campo.
Insisto, para terminar, en lo que dije al principio: VR no es un comentarista al uso, lleno de tics, de resabios, de técnicas manidas y de estilismos de repujo más o menos de salón. Es un vitalista que ama entrañablemente a su tierra, nuestra Patria Canaria, que es feliz y lo proclama. Es feliz sin exclusiones, sin iluminismos, aunque sí con ardor, con pasión de misionero por la causa de la independencia, que es su convencimiento y que es el sentimiento de casi todos los canarios.
Agradezcámosle a Víctor haber decidido que la tinta de la prensa no mancha sus manos, sino que es de las pocas maneras de acercar su pensamiento, su corazón y su rebeldía a una mayoría de lectores, entre los que me encuentro desde el primer día.


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