LOS FUSILES DE LA MADRE CARRAR
POR MAITÉ CAMPILLO
El mejor
discurso no son las palabras, la palabra es pomposa y hueca cuando no se
acompaña de actos, el mejor discurso del dramaturgo alemán fue la respuesta, la
acción, Los fusiles de la Madre Carrar.
En un
texto escrito a finales de los años veinte Brecht afirmó:
Los Fusiles de la
Madre Carrar se encuentran escondidos tras la muerte del combatiente marido en
un intento de preservar sus hijos, de aislarlos del crimen que predomina, de la
destrucción de su familia. El mayor pesca, pasó asumir la responsabilidad del
padre para poder alimentar su familia, consciente de la perdida sufrida encaja la
desazón sobre la supervivencia que oprime a su madre, pero su instinto de la
justicia, le involucra en los hechos históricos. Obra inspirada en la
‘desbandà’ (escrita por el dramaturgo alemán Bertolt Brecht). La escena
transmite el oxígeno que se respira tras el golpe de estado a la República,
vuelca los hechos sobre una casita humilde de pescadores donde vive Teresa
Carrar con sus hijos. Uno de ellos, el mayor, tras la muerte del padre se
involucra de lleno en su defensa pasando armas a los voluntarios. La madre
inquieta por el presentimiento que la acorrala, brota sobre sus labios
doloridos consejos y moralejas con la esperanza de que cuajen en sus hijos:
‘Quién recurre a la espada será muerto por una’. De esa manera creía poder
defenderlos de la fiera del exterminio; a los pocos días traen a casa al hijo
mayor muerto y el nudo desgarrador interno que venía sujetando en silencio
comienza a salir de su guarida.
El silencio se hizo
grito, desgarra justicia, lealtad, desata gargantas, convoca a luchar y empieza
otra historia. Historia en complicidad unida a los suyos, unida en ese antes y
después como respuesta a las matanzas, a la hambruna, a la destrucción de sus
sueños e ideales. Desde el abismo que fue tejiendo su silencio profundo, sobre
el nuevo impacto feroz recibido, percibe la mirada de los codiciosos ojos de la
rapiña destruyendo a los seres humildes de su pueblo, devorando su propio
equilibrio, su casa, su familia. Surge de súbito la náusea, el odio en un
intento de asentar firme sus convicciones. Reafirma su posición ideológica
entre la desesperación y la impotencia, brota como cascada desatada frente al
crimen en recuerdo de su hijo y del compañero de su vida. Avanza Teresa Carrar
el recorrido de sus reflexiones internas superando el silencio, matando el
silencio. Va tomando iniciativa, ensancha pecho el oxigeno que transmite a sus
pulmones, creyó poder salir adelante, defender su casa y sus hijos, aunque el
impacto recibido es demoledor e insufrible no se estanca ante el dolor. Es la
hora, llegó la hora de detener el terror, por encima de la lluvia y por debajo
de los truenos escucha la voz de su interior. Carrar se dirige al frente con
sus hijos. Un impulso interior la arroja a detener el huracán del crimen.
Decide coger el
fusil, los fusiles de los caídos, los que guardaba aislando de ellos a sus
hijos, e ir con ellos al frente, a vivir o morir luchando desde la vida nunca
desde la muerte (Escrita en la primavera de 1937). Un día cualquiera, de abril,
nos encontramos en una casa de pescadores andaluces; en ella se ve a Teresa
Carrar cociendo pan, en un rincón de la habitación blanqueada hay colgado un
crucifijo grande negro, junto a una ventana abierta se encuentra José, de
quince años, tallando un taco para las redes. Lejano retumbar de cañones… Línea
de pueblos que bordean la carretera de Málaga a Almería -hasta el núcleo final
de Motril- donde se fija la frontera entre los dos bandos. Obra inspirada en la
huida. “La desbandá”. El dramaturgo tuvo noticias del éxodo masivo, crea la
obra metiéndose de lleno en la piel de los pueblos acribillados impunemente e
imagina horrorizado la gran matanza que plasmó sobre el éxodo que provoca la
caída de Málaga: genocidio que siguió a la caída de “Málaga la roja”. Teatro
revolucionario como respuesta de un dramaturgo de vanguardia. Bertolt Brecht se
revuelve enérgico en una reacción propia de su instinto ideológico
inquebrantable en lucha contra el militarismo fascista. Obra que le implica en
la defensa, República, es su respuesta; unido a su “guerra justa” de liberación
acelera el vuelo de su denuncia internacional. Desata en ello su repudio a la
“neutralidad” a la “no intervención”. Ha sido durante años la obra más
representada de Brecht en la República Democrática Alemana.
La eficacia
didáctica: el teatro es un arma… A la que algunos de sus militantes nos hemos
agarramos como extensión de lucha entroncada burlando la clandestinidad. El
secreto de la eficacia de Brecht residió en su enraizamiento, dentro de una
realidad histórica y cultural: a la caza de esa libertad concreta. Bertolt
Brecht tenía 39 años. Reside en Francia en el año en que se toma Málaga en
febrero de 1937. Estrena la obra en octubre de ese mismo año en un teatro
parisino; trágica coincidencia para la denuncia el marco de un país que remató
su degüello sobre campos de concentración y, que su antifascismo militante,
ayuda a liberar de la bota nazi. Sobre el elenco se encuentra la compañera de
Brecht, la actriz Helene Weigel, como protagonista. Teatro itinerante de las
condiciones de vida de campesinos y pescadores en retrato impactante, cuadro
emotivo de denuncia que encuadrada la tensa atmósfera bélica a la que fueron
sometidos. Los fusiles de la Madre Carrar, redactada en tiempo récord a forma
de respuesta puntual en un solo acto. Es la historia a grandes rasgos de una
madre aterrorizada en la que se apodera el pánico aferra a sus hijos, tras las
ventanas de la casa, un golpe de estado militar se impone a fuego sembrando el
terror.
Año 1928, poco
antes de la crisis económica mundial y mientras se gestaba el ascenso
definitivo del fascismo. Brecht expresa su opinión sobre el militarismo
fascista, en un texto que, como otras reflexiones políticas brechtianas se
sitúa por encima de su tiempo concreto. Enero de 1933, obra de Brecht: La
decisión (Die Massnahme) es prohibida en Erfurt. 28 de febrero del mismo año,
al día siguiente del incendio del Reichstag: Brecht, abandona Alemania. El 10
de mayo ante la Opera de Berlín, sus libros arden en una gran hoguera junto a
la de otros autores “malditos”. Dos años más tarde en junio de 1935, pierde la
nacionalidad alemana, y escribe dos de sus textos más lúcidos sobre la “verdad”
que hay que oponer a la opresión del fascismo: La intervención en el Congreso
Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura y las Cinco
dificultades al escribir la verdad. En el primero de estos dos texto afirma:
“Aquellos de nuestros amigos que están horrorizados como nosotros por las
crueldades del fascismo, pero que quieren mantener las relaciones de propiedad
o se muestran indiferentes ante su conservación, no pueden luchar el tiempo
suficiente ni con la suficiente fuerza contra la barbarie creciente, porque no
pueden proponer ni ayudar a promover las condiciones sociales que harían
innecesaria la barbarie”. En el cabaret berlinés La escena salvaje (Die wuilde
Bühne), Brech protagoniza en 1922, una anécdota significativa de su anhelo de
“concreción de la libertad”. Él mismo, acompañándose a la guitarra cantó su
‘Leyenda del soldado muerto’, con música propia. La intervención de Brecht
provocó un gran tumulto, volaron botellas de cerveza lanzadas por veteranos del
Ejército alemán. La crítica que el dramaturgo hizo al Ejército, era una crítica
sin retórica, sin nostalgias ni desesperaciones expresionistas asimilables por
el poder, era un ataque frontal de mortífera precisión.
España no es una
realidad es un esperpento en desdoblamiento de máscara de todos. Es la
impunidad, el despotismo arrogante incrustado… ¡Oooh,Valle Inclan!¡Temprano te
visitó la luna ciega a ti que no perdiste la esperanza de ver que la rabia e
impotencia del criado mordiera la mano de ala ancha del señorito que oprime
hasta estrangularle!. La revolución que pudo haber sido quedó ahogada entre
fronteras, estrangulada entre traidores y por el más fino de los asesinos: la
miseria. El goteo siguió interminable desde 1939 como la represión y la
hambruna. Nuevas sacudidas brotaron inminentes, en 1960, en algunos países de
la Europa emergente necesitan mano de obra masiva barata, cambalache tras la
escabechina por nombre II Guerra Mundial. Una nueva sombra avanza deslizándose
bajo el sol y sobre las penurias más infinitas hacia los países fríos de
Europa. Una incalculable hilera humana en desafío al hambre y a la dictadura
que no cesó de matar. Desfiló entre lágrimas de nostalgia, de rabia, maleta en
mano, cajas de madera y cartón atadas con un cordón rumbo a los desconocidos y
helados confines de la tierra en espera de una mejor vida, ansiosos de que por
una vez les lloviera la buena suerte. Pero la buena suerte no llovió para ellos
apenitas unas lágrimas logra ubicarles por el mundo. Les esperan moles de
fábricas peligrosas donde cada día moría algún que otro trabajador… dormían en
barracones o en diminutas piezas insalubres de dos tres o cuatro metros. Hubo
un tiempo para el despertar de la palabra, para que la inspiración propia
prevaleciera en cine, teatro y otras artes, para que no tuvieran la
competitividad oficialista ni complicidad de hoy, donde la cultura se ha
convertido en un estandarte mediocre del poder. Hubo un tiempo nuestro, en que
éramos nosotros, por eso luchábamos.
https://youtu.be/lOZiK22SQaE
Maité Campillo
(actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)
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