sábado, 1 de febrero de 2020

HAY QUE REÍRSE


HAY QUE REÍRSE
JUAN CARLOS ESCUDIER
Más allá de la última encuesta del CIS, que nunca defrauda a los amantes de la sátira, y de lo acaecido en Callosa del Segura, donde una señora se ha adueñado de un cargamento de satisfyer que ha repartido entre sus vecinas en una acción que nadie llamaría hurto sino expropiación justificada o ejercicio del legítimo derecho a la búsqueda de la felicidad, numerosos sucesos del día a día combaten el pesimismo existencial que nos ha acompañado desde que Cuba y Filipinas se perdieron para la causa. Si en algún momento se pudo hablar de España como tragedia, hoy lo correcto sería vivirla como sainete.



No hay que hacer mucho caso de los augures del desastre, incapaces de apreciar los delicados contornos de nuestra parodia nacional. La verdadera confabulación es la de la risa y nuestro único peligro es el que se nos desencaje la mandíbula, se nos perfore el esófago por las contracciones de las carcajadas o, a mayores, caer presos de la llamada enuresis risoria, nombre técnico para definir aquello de mearnos en los pantalones.

Quien no haya sucumbido a la comedia de enredo de Ábalos en el aeropuerto en su genial remedo a la inversa de Aterriza como puedas, tendrá que rendirse ante la querella de PP y Vox por desobediencia y prevaricación contra el ministro en la que piden, no sólo que se le tome declaración sobre su encuentro en la tercera fase con el populismo bolivariano sino que se visionen las cintas del aeropuerto para determinar con exactitud si algún pie de la vicepresidenta venezolana pisó suelo español en un homenaje a ese poema fetichista de Neruda que decía así: “Cuando no puedo mirar tu cara/ miro tus pies/ Tus pies de hueso arqueado, tus pequeños pies duros (…) Pero no amo tus pies sino porque anduvieron/ sobre la tierra y sobre/ el viento y sobre el agua/ hasta que me encontraron”.

Lo de Quim Torra merece mención aparte. El honorable de la Generalitat no es que sea gracioso; es que es la reencarnación de Arniches el tío. En su última actuación pública se ha propuesto imitar el anuncio de ING sobre el banco no banco y como presidente no presidente ha logrado convocar las elecciones no elecciones. Nuevamente, el PP ha querido seguir la gracia con otro anuncio: el de una querella por usurpación de funciones basada en una sentencia no sentencia del Tribunal Supremo que, al parecer, le inhabilita como presidente pero que, por el momento, no existe.

¿El Gobierno? Pues unos cachondos, para qué nos vamos a engañar. En sus últimas idas y venidas se nota la mano de su vicepresidente para asuntos capilares, más conocido como el vendedor de crecepelo de Moncloa o, simplemente, Maquiavelito. Más divertido aún que el anuncio de posponer hasta después de las elecciones no elecciones en Cataluña la reunión de la Mesa de Diálogo entre el Ejecutivo y la Generalitat -compromiso nuclear del pacto con ERC que permitió la investidura de Pedro Sánchez- ha sido el ‘si hay que ir se va’ del citado después de que Gabriel Rufián le cantara en Moncloa las cuarenta y las veinte en bastos por la tomadura de pelo en fase de tentativa. Se trata en cualquier caso de una maniobra insólita para demostrar a los que negaban que el independentismo manejara las riendas todo lo equivocados que estaban, pero con humor oscuro tirando a negro. Luego querrán que Alfonso Guerra concilie el sueño o se nos haga antropólogo para verse con Torra sin remordimientos.

De Berlanga ha sido también el frustrado intento de Puigdemont de integrarse en el grupo de Los Verdes en el Parlamento Europeo cuando todo el mundo sabe que su color preferido es el amarillo. El estrambote ha sido la carta con la que el de Waterloo y Comín anunciaban su marcha atrás, sin informar de ella a la diputada de ERC que había tramitado la más colorista de sus peticiones. “Lo último que quisiéramos es entrar en un grupo después de un proceso que haya podido provocar graves discrepancias entre algunos de sus miembros y que nuestra aceptación sea un elemento de discordia política”, explicaban. Enuresis completa.

Y por si no teníamos bastante, llegaba Inés Arrimadas con el entremés de la semana. En su retorno al “centro liberal de progreso, moderno y reformista”, fiel de la balanza entre rojos y azules, la futura lideresa de Ciudadanos se abría a una candidatura conjunta con el PP en Cataluña. Hacer transbordo en el PP en el viaje a la centralidad indica que se habían pasado tanto de parada que cuando quisieron despertarse estaban al final de la línea y con Girauta roncando como una morsa.

España es un sainete. Mientras el mundo entero se pone una mascarilla para evitar que un virus le contagie, nuestro embajador en China ha seguido tan ricamente de vacaciones, que no hay que dramatizar con las alertas internacionales. Su colega en Londres debería haberle imitado ahora que llega el Brexit con las campanadas de medianoche. Somos el país de la astracanada y si algo echamos en falta es una reposición perpetua de La venganza de Don Mendo en Cine de barrio. Ríanse sin temor a la incontinencia.

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