LA INSOPORTABLE DESLEALTAD DE CASADO
JUAN TORTOSA
El presidente del Partido Popular (PP), Pablo Casado,
hace declaraciones en su visita al stand de Ceuta de la Feria Internacional de
Turismo FITUR que tiene lugar en las Instalaciones de IFEMA, en Madrid.
EFE/Chema Moya
Ni agua. Esa es la consigna. Y si no lo es, al menos lo parece. Mira que Pedro Sánchez no es santo de mi devoción, mira que me sacó de quicio el martes la grandilocuencia de su declaración institucional tras la llegada en tromba a Ceuta de miles de marroquíes ("Seremos firmes ante cualquier desafío, cualquier eventualidad y bajo cualquier circunstancia", pero aquí tienes 30 millones por debajo de la mesa…) Aún así, guste más o guste menos, estamos hablando del presidente del Gobierno de coalición legítimamente elegido.
Que Pablo Casado carece de escrúpulos a la hora de hacer oposición lo tiene sobradamente demostrado en el último año y medio, con su manera de encabezar sin pudor alguno la crispación política y ciudadana durante toda la pandemia. Nos faltaba verificar que también carece de sentido de Estado, aunque ya apuntó maneras cuando se negociaban los fondos europeos.
Al margen de cuál
sea la ideología de quienes nos representan en el parlamento, hay ocasiones en
que los ciudadanos necesitamos comprobar que existe un mínimo de lealtad entre
ellos cuando se abordan asuntos que nos afectan a todos. Necesitamos al menos
ese alivio para no vivir siempre acojonados. Ya contamos con los exaltados de
Vox, ya sabemos del porcentaje de racismo y xenofobia con el que, de un tiempo
a esta parte, nos toca lidiar a diario en nuestro país. Pero cuando al vecino
marroquí le da por tocarnos las narices, esta vez con la excusa de que un
hospital español está atendiendo al líder del Frente Polisario enfermo de
Covid, ¿no sería esperable que la oposición cerrara filas con el Gobierno en
lugar de poner palos en las ruedas al trabajo político y diplomático que este
necesita desarrollar?
¿De verdad es más
urgente acabar con Sánchez que estar unidos cuando se trata de hacer frente a
un asunto que concierne a 47 millones de españoles, hayamos votado a quienes
hayamos votado? ¿De verdad nos merecemos una jefatura de la oposición tan
desleal, un Casado no contento con jugar con nuestra salud, ahora se pone de
perfil cuando hay que resolver asuntos que trascienden los intereses españoles
e incumben a toda Europa?
Es cierto que esta
vez no ha habido en el PP unanimidad contra el Gobierno de Sánchez. De hecho el
presidente gallego, Núñez Feijóo, llegó a declarar que "en este momento lo
importante es la unidad. Tenemos un problema de Estado, -añadió textualmente-,
y los problemas de Estado se resuelven con altura y con política de
Estado". Estos días las hemerotecas han rescatado el sentido de Estado con
el que Rodríguez Zapatero se comportó en 2002 cuando, como líder de la
oposición socialista, apoyó sin fisuras el gobierno de José María Aznar durante
la célebre y vergonzosa escaramuza de la isla de Perejil, al alba y con viento
de levante. Lo de esta semana ha sido mucho más inquietante que aquello, aunque
cuando te enteras que alguien en Marruecos hizo correr la voz de que en Ceuta
se iba a jugar un partido de fútbol importante donde estaría Cristiano Ronaldo
y que, tras este anuncio, ningún gendarme impidió que miles de adolescentes se
lanzaran al agua para atravesar la frontera, ya no sabes si reír o llorar.
Lo de estos días ha
sido más serio que lo de Perejil pero ¡ay!, no gobierna el PP, y ya sabemos lo
que suele suceder cuando no gobierna el PP. Leña al mono sin descanso al
gobierno progresista con cualquier excusa, ya sea echando mano del terrorismo,
de Catalunya o de lo que haga falta con tal de liarla parda. Cuanto peor mejor,
que ya vendremos luego nosotros y lo arreglaremos… cargándonos derechos y
privatizando como si no hubiera un mañana. Y como vale todo, a Casado no le
dolieron prendas este jueves a la hora de utilizar un tuit de hace seis meses
en el que Pablo Iglesias se hacía eco de la resolución de la ONU en 1995 donde
se insta a "celebrar sin demora un referéndum libre, limpio e imparcial
para la libre determinación del pueblos del Sáhara Occidental". No sabe
vivir sin recurrir al comodín del ex vicepresidente aunque este ya no esté.
Tal disparate venía
a sumarse al grotesco recital del día anterior en el Congreso. El show del
líder de la oposición este miércoles durante la sesión de control al Gobierno
fue de vergüenza ajena: según él, Sánchez no puede defender la presencia del
Ejército en Ceuta mientras Bildu la rechaza ni defender la soberanía española
sobre Ceuta y Melilla mientras negocia la autodeterminación con Esquerra
¿Alguien entiende algo? Fue tal el desafuero que incluso dentro de las filas
del Partido Popular, además de Feijóo, hubo quienes admitieron también que
Casado había estado demasiado agresivo y "debería haberse mostrarse más
cordial ante un conflicto tan grave".
En palabras de mi
admirado José María Izquierdo, la sesión de control de los miércoles en el
Congreso se ha convertido en "una patochada infamante, un ridículo
espectáculo circense para que el pimpollo Casado luzca sin recato su absoluta
incapacidad política para aunar fuerzas con el resto de partidos y lograr que
entre todos podamos salir de los muchos problemas que agobian a los españoles,
atónitos espectadores de la verbena semanal que reúne unos cuantos
saltimbanquis y payasos sin gracia de la derecha empeñados en boicotear
cualquier intento de construir un mínimo camino de futuro".
La deslealtad de
Pablo Casado, además de ridícula e inquietante, empieza a ser insoportable.
J.T.
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