ISRAEL ELIGE LA VIOLENCIA
Desde la
represión en Sheikh Jarrah hasta el bombardeo de Gaza, el gobierno de Netanyahu
ha optado por escalar su brutalidad hacia los palestinos
HAGGAI MATAR (+972 MAGAZINE)
Edificios destrozados tras los bombardeos de estas últimas horas en Gaza.
[Este texto se publicó el pasado 10 de mayo en la revista independiente +972 Magazine, dirigida por un grupo de periodistas israelíes y palestinos. Ese día acababan de comenzar los bombarderos israelíes sobre la franja de Gaza, unos de los lugares con mayor densidad de población del planeta. El Ministerio de Salud gazatí ha informado este jueves 13 de mayo de la muerte de 83 personas, incluidos 17 niños. Además, según la delegación de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en los Territorios Palestinos Ocupados, tres palestinos han fallecido en Cisjordania a manos de las fuerzas israelíes. Los cohetes lanzados por Hamas han causado la muerte a cinco civiles israelíes y un ciudadano indio].
La escalada de
violencia en Israel y Palestina durante los últimos días es sobre todo el
resultado de una serie de decisiones que ha adoptado el Gobierno israelí.
Aunque este tipo de violencia dista mucho de ser algo sin precedentes en
nuestra región, y es intrínseca a las políticas represoras de Israel desde hace
décadas, estas decisiones están en el fondo al servicio del primer ministro,
Benjamin Netanyahu, que lucha desesperadamente por salvar su carrera política y
no pasar un eventual tiempo entre rejas.
Las decisiones
peligrosas comenzaron en realidad al principio del mes sagrado para los
musulmanes, el Ramadán, cuando las autoridades israelíes tomaron la
inexplicable decisión de ubicar puestos de control temporales a la entrada de
la Puerta de Damasco en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Posteriormente, atacaron
a los palestinos que se reunían allí para disfrutar con amigos y familia de
romper el ayuno diario. Hicieron falta más de dos semanas de violencia policial
y una respuesta contundente por parte de los manifestantes palestinos para que
la policía diera marcha atrás.
Las decisiones del
ejecutivo israelí están en el fondo al servicio del primer ministro que lucha
desesperadamente por salvar su carrera política y no pasar un tiempo entre
rejas
Mientras tanto,
cuando se reanudaron las manifestaciones semanales y las vigilias diarias en el
barrio de Jerusalén Este, conocido como Sheij Jarrah, en las que se protestaba
por la expulsión forzosa de familias palestinas, se pudo ver cómo la policía
empleó por igual la fuerza bruta contra los manifestantes y contra los
residentes. Como informó Oren Ziv en +972 Magazine, la policía no ha cesado de
incrementar los niveles de violencia en un barrio que ha pasado a ser en la
actualidad un importante símbolo de la expropiación palestina.
En Sheij Jarrah,
Israel está intentando devolver a manos judías tierras que afirma que
pertenecían a judíos antes de 1948. Para lograrlo, está expulsando a familias
palestinas que poseían terrenos antes de 1948, en lo que después se convirtió
en Israel, sin permitirles que recuperen la tierra que perdieron durante la
Nakba. Resulta difícil encontrar una forma más evidente de discriminación
racista.
En los últimos
años, el lanzamiento de piedras y las confrontaciones en torno a la mezquita de
Al-Aqsa se han convertido en habituales durante el Ramadán. A menudo terminan
poco después de iniciarse, porque la policía decide dejar que los manifestantes
se cansen. En esta ocasión, la policía decidió optar por la violencia excesiva
y solo en los últimos días ha causado heridas a más de 300 palestinos en la
Explanada de las Mezquitas. Esto incluye a una serie de periodistas, entre los
cuales está Faiz Abu Rmeleh (un miembro del colectivo Activestills y compañero
de +972 Magazine) que no solo recibió los disparos de las llamadas balas foam,
sino que también fue golpeado por la policía.
Pero la violencia
policial no termina ahí; las fuerzas armadas entraron en la mezquita de Al-Aqsa
y lanzaron granadas aturdidoras contra los palestinos que estaban en su
interior. El simbolismo de ver a policías armados pisoteando las alfombras de
oración y atacando a los fieles en uno de los lugares más sagrados del Islam, y
hacerlo durante su mes más sagrado, quedó a la vista de todos y no pudo haberse
producido sin que alguien tomara la decisión deliberada de llevar a cabo unos
actos tan extremos.
Cuando los
ciudadanos palestinos de Israel organizaron autobuses para ir a rezar y
proteger Al-Aqsa, las autoridades respondieron cerrando las carreteras 1 y 443.
Con ese gesto impidieron que miles de musulmanes en ayuno pudieran viajar a
Jerusalén para ejercer su derecho de culto y además, de manera simultánea,
lanzaron granadas aturdidoras contra los que seguían marchando a pesar de las
órdenes policiales. La policía explicó su decisión diciendo que querían evitar
que 20 potenciales “instigadores” alcanzaran la capital. Pero hasta los
principales periodistas israelíes, que por lo general no tienen problema en
regurgitar el discurso oficial del Gobierno, ponen en duda la veracidad de esa
afirmación.
Por si eso no fuera
suficiente, el mes pasado, algunos extremistas de ultraderecha pertenecientes a
la organización racista Lehava se presentaron en Sheij Jarrah, en la Puerta de
Damasco y en el centro de Jerusalén. Contaron con el apoyo del kahanista MK
Itamar Ben-Gvir y del teniente alcalde Aryeh King, que la semana pasada en
Sheij Jarrah deseó la muerte en público a un destacado activista palestino.
Dos semanas después
de que comenzaran los acontecimientos en Sheij Jarrah y en la Puerta de
Damasco, el presidente Mahmud Abás anunció la cancelación de las elecciones
palestinas. La razón oficial fue la decisión de Israel de impedir que
participaran los palestinos de Jerusalén, en clara contravención de los
Acuerdos de Oslo. Sin embargo, la decisión se diseñó para beneficiar sin duda
los intereses de Abás y, como han defendido muchos activistas políticos
palestinos, sería posible, e incluso necesario, celebrar las elecciones a pesar
de la exclusión de Jerusalén.
Las fuerzas armadas
israelíes entraron en la mezquita de Al-Aqsa, uno de los lugares más sagrados
del islam, y lanzaron granadas aturdidoras contra los palestinos que estaban en
su interior
Aunque esto es un
asunto interno de Palestina, Israel podría haber anunciado que actuaría de
conformidad con las obligaciones contraídas en virtud del marco de Oslo, que
respetaría los principios democráticos y que permitirá votar a los palestinos
de Jerusalén. Pero decidió no hacerlo y, en vísperas del anuncio de Abás, la
policía arrestó a los palestinos de la ciudad que expresaron verbalmente su
apoyo a que se celebraran elecciones y que intentaron organizarse para
lograrlo. Esto, asimismo, es una escalada de la que Israel es responsable.
El lunes 10 de
mayo, durante la célebre “Marcha de la bandera” de Israel, que tuvo lugar el
Día de Jerusalén, algunos militantes de Hamas dispararon cohetes contra
Jerusalén. Israel decidió responder a los cohetes con un ataque sobre Gaza que
mató, según parece, al menos a 20 personas, entre ellas nueve niños. El
Gobierno anunció que la operación militar duraría “días y no horas”. Netanyahu
añadió que “exigiría un alto precio” a Gaza. Esto, también, fue una decisión
deliberada.
Muy poco y
muy tarde
Lógicamente, lo que
estamos observando no es únicamente el resultado de una conducta unilateral por
parte de Israel. Los misiles que Hamás ha lanzado (y que cayeron sobre
Jerusalén, la zona occidental de Néguev y en las ciudades en torno a Gaza)
constituyen un crimen de guerra. Por otra parte, el mes pasado se publicaron
vídeos en TikTok en los que se veía a palestinos acosando y atacando a judíos
ultraortodoxos. Algunos militantes también han llevado a cabo ataques con armas
de fuego contra civiles y soldados israelíes en Cisjordania, que hace poco
acabaron con la vida del joven de 19 años Yehuda Guetta. En fechas recientes,
se han lanzado globos incendiarios contra Israel desde Palestina que han
provocado incendios en campos de cultivo de la zona sur.
Sin embargo,
también es evidente que nada de esto puede compararse con el enorme poder y
brutalidad que despliega la mayor potencia militar de la región, como una y
otra vez lo demuestra el balance total de muertos. Casi al mismo tiempo,
soldados israelíes asesinaron a Fahima al-Hroub cerca del cruce de Gush Etzion
en Cisjordania, porque existe una cultura criminal que permite a los soldados y
policías israelíes asesinar a palestinos con enfermedades mentales sin sufrir
ninguna consecuencia.
Además, en los días
previos al ataque sobre Gaza, Israel (y más concretamente el Shin Bet, el
Servicio de Inteligencia y Seguridad general interior de Israel) comenzó a
asustarse por lo que estaba desatándose y trató de frenar la escalada:
Netanyahu le pidió a Ben Gvir que retirara la “oficina” temporal que había
levantado en Sheij Jarrah y que abandonara el barrio; la audiencia de la Corte
Suprema sobre la expulsión de las familias se pospuso tras la petición que
realizó el fiscal general; la Explanada de las Mezquitas permaneció cerrada
para los judíos el Día de Jerusalén; y, a última hora, el Gobierno retiró sus
planes de permitir que la infame Marcha de la Bandera pasara por la Puerta de
Damasco y entrara en el barrio musulmán. Todas estas medidas se presentaron
como pasos para reducir la tensión.
Pero era muy poco y
llegaba demasiado tarde. La decisión que tomó el gobierno el lunes 10 de mayo
de bombardear Gaza desvirtuó por completo cualquier intento que afirmaba estar
realizando para acabar con la violencia en Jerusalén.
Aunque,
naturalmente, estos son solo los acontecimientos que hemos visto desarrollarse
en las últimas semanas. La realidad de un bloqueo a Gaza que dura ya 14 años,
de un régimen militar que se basa en sistemas jurídicos diferentes para los
judíos y para los palestinos, de la expropiación y de la ingeniería demográfica
en Jerusalén, de la sistemática discriminación contra los ciudadanos palestinos
de Israel y del exilio forzoso de los refugiados palestinos son la raíz de todo
lo que estamos viendo en la actualidad. Puede que los esfuerzos que Netanyahu
lleva años realizando por “gestionar el conflicto” hayan borrado estas
injusticias de la conciencia pública israelí, pero siguen constituyendo la
realidad diaria para millones de palestinos, y son también el alimento del que
se nutre directamente todo lo que está sucediendo ahora.
Una lucha
por la vida misma
Las reacciones de
Israel ante el lanzamiento de cohetes de Hamás no se hicieron esperar. Los
principales medios de comunicación y políticos israelíes (incluidos los que
aspiran a sustituir a Netanyahu) reiteraron la sabida cantinela oficial del
partido. “Israel tiene que actuar con determinación y firmeza para restablecer
la disuasión”, declaró Yair Lapid, que hace poco fue designado para intentar
formar gobierno, y que recibió el apoyo del partido laborista, de Meretz y de
una gran parte de la Lista Conjunta. El antiguo likudista Gideon Sa’ar y el
antiguo miembro de Yamina, Naftali Bennett (quien podría ser perfectamente el
próximo primer ministro de Israel) se unieron a Lapid en su llamamiento a favor
de realizar ataques más severos contra Gaza, sin reflexionar de ningún modo
sobre los actos de Israel que nos han conducido hasta este punto.
Por otra parte, el
partido islamista de la Lista Árabe Unida, que afirmó que apoyaría a Lapid y a
Bennett en la formación de un gobierno, suspendió las negociaciones de
coalición después de la escalada en Israel. Ni la Lista Árabe Unida ni la Lista
Conjunta podrían apoyar la formación de un gobierno que tenga políticos que
piden una intensificación de los ataques sobre Gaza.
En noviembre de
2019, cuando se planteó por primera vez la idea de formar una alianza de
centroderecha con la Lista Conjunta, Netanyahu utilizó a Gaza como la razón
última por la que sería imposible formar un gobierno de ese tipo. Ahora, justo
días antes de que Lapid y Bennett fueran a anunciar la formación de un nuevo
gobierno que desbancaba a Netanyahu, los acontecimientos de Gaza juegan a favor
del actual primer ministro.
¿Planeó y orquestó
Netanyahu esta escalada? Naturalmente, no hay forma de demostrar una cosa así.
¿Están sus huellas repartidas por todos los desencadenantes? Como primer
ministro responsable de las distintas acciones que llevaron a cabo las
autoridades bajo su mando, la respuesta es sin ninguna duda afirmativa. ¿Todo
lo que ha sucedido en el último mes, cuyo resultado han sido unos niveles de
violencia no vistos desde hacía años, le ha ayudado en sus intentos por evitar
ser derrocado? Sí, definitivamente.
La escalada de
violencia es un recordatorio de que no podemos abandonar la lucha contra la
ocupación y el apartheid, y de que sustituir a Netanyahu por otro miembro de
las derechas no solucionará los problemas de base que condicionan todos y cada
uno de los aspectos de nuestras vidas en esta tierra. Esta es una trampa
horrible en la que encontrarse, aunque es la trampa de la realidad colonial de
Israel. No existe ninguna otra solución que luchar por la igualdad y la
libertad de todos los habitantes de esta tierra. Se trata nada más y nada menos
que de una lucha por la vida misma.
–––––––––––
Este artículo se
publicó originalmente en inglés en +972 Magazine.
Haggai Matar es un
galardonado periodista y activista político israelí, que además trabaja como
director ejecutivo de “972 – Advancement of Citizen Journalism”, la asociación
sin ánimo de lucro que publica +972 Magazine.
Traducción de
Álvaro San José.
No hay comentarios:
Publicar un comentario