¿EN QUÉ ÉPOCA TE GUSTARÍA VIVIR?
La
estrategia de Pedro Sánchez es hablar y pensar en futuro, ralentizar las cosas.
La del PP es precisamente la contraria: decir que este Gobierno ya es pasado,
que se ha acabado el tiempo y que se preparen, que vienen elecciones
MARINA LOBO
Un buen amigo mío repite siempre, como si de un divertido ritual se tratase, la misma pregunta cuando se introduce a un grupo nuevo de personas, para romper el hielo: si pudieras viajar en el tiempo, ¿en qué época te gustaría vivir? Normalmente la gente elige la Edad Media (sobre todo los hombres, fascinados por las espadas, las guerras y los privilegios), los años 80 o, l@s más valientes, quieren viajar a antes de Cristo a ver cómo fue la cosa. Yo, que soy millennial, y por ende ninguna época histórica me va bien, suelo elegir el futuro. Me muero de curiosidad por ver si para entonces la suerte ha sonreído un poco a nuestra generación, si las uñas de gel se ponen y se quitan más fácilmente, si ha vuelto la Blackberry o si inventarán una solución para cuando te duela mucho la regla que no implique ponerte de hormonas hasta el culo. Puede que, aparte de la curiosidad sobre qué haremos, qué veremos, si estaremos o no dentro de 30, 50 o 100 años, detrás de mi respuesta se atisbe una verdad subyacente: que el presente no me parece gran cosa, que no tiene pinta de que vaya a mejorar y que, como mujer, retroceder en el tiempo a priori tampoco me apetece.
Ahora el PP nombra
(para bien) a Felipe González y a Rubalcaba. Vivimos tiempos en los que
izquierda y derecha se intercambian referentes con una facilidad que asusta
Sánchez también
quiere hablar de futuro; soñar con 2050, con el proyecto que presentó hace unos
días, de las 50 propuestas entre las que se aparecen tasas a los vuelos cortos,
reducción de la semana laboral a 35 horas, o el cohousing (sea lo que sea eso y
no sé si quiero estar para verlo). Lo cierto es que es complicado adivinar qué
pasará de aquí a 2050. Si por algunos y algunas fuera, para entonces los presos
del procés aún no habrían salido de la cárcel. “Los indultos se tienen que
acabar en nuestro país”, repite Pablo Casado muy enfadado dejando de lado que
su tutor, José María Aznar, ha sido el presidente de España que más indultos ha
concedido. “Hay tiempo para el castigo y tiempo para la concordia”, responde
Sánchez, la misma persona que hace no tanto defendía la aplicación del 155 hasta
sus últimas consecuencias.
Quién sabe qué
harán Casado y Sánchez dentro de 30 años; cuántas veces habrán cambiado de
opinión, si ambos serán expresidentes o sólo uno, cuál de los dos sabrá
apartarse de la política en su momento justo. Ahora, en 2021, la estrategia del
líder socialista es hablar y pensar en futuro, ralentizar las cosas que se han
precipitado durante los últimos meses. La estrategia del PP es precisamente la
contraria: decir que este gobierno ya es pasado, que se ha acabado el tiempo,
que ya viene el lobo (o, lo que es lo mismo, las elecciones).
Desde la dirección
de Génova, esa sede de la que llevan mudándose cuatro meses, califican de
“extrema gravedad” la posibilidad de indultar a los presos independentistas e
insisten en que no hay tiempo para nada, que se les ha acabado –“esto pone fin
a la legislatura. La propia estabilidad interna del PSOE y de sus varones queda
rota”–. Para unos, el reloj de arena está a la mitad y se escurre lentamente.
Para otros, toda la arena ha caído ya y no hay posibilidad de darle la vuelta.
Ahora el PP nombra
(para bien) a Felipe González y a Rubalcaba. Ver para creer. Vivimos tiempos en
los que izquierda y derecha se intercambian referentes con una facilidad que
asusta. Quizás en el futuro el Partido Popular hablará en el hemiciclo de las
bondades de Sánchez, del estilazo de Iglesias o de que Albert Rivera siempre
tenía un adoquín cuando hacía falta.
Es prácticamente
imposible adivinar lo que ocurrirá en 2050, pero las decisiones que se tomen
ahora seguro que repercutirán en el futuro
Para 2050, Cuca
Gamarra y Carmen Calvo ya estarán jubiladas. Quizás queden para jugar al mus o
coincidan en la clase de aquagym en Benidorm. Quizás sean amigas entonces,
aunque en el presente se lleven como el perro y el gato. En 2021, la portavoz
popular ha decidido comprarle el discurso a la extrema derecha más extrema
derecha (es decir, a Rocío Monasterio en el debate de La Ser), y ha dicho en el
Congreso que “los españoles lo que quieren es que Sánchez salga de aquí cuanto
antes” (¿les suena?), mientras Calvo le responde que “los gobiernos en España
afortunadamente salen por las urnas. ¿Lo ha entendido?”.
Puede que, en los
Juegos Olímpicos de 2050, Teodoro García Egea gane la medalla de oro en
lanzamiento de aceituna, una disciplina nueva que se pondrá de moda en un par
de años a más tardar y que lo petará en los JJ.OO. de Melbourne.
Hace dos años no
podíamos ni imaginar un tablero político en el que no se hablara de Venezuela o
de Cataluña casi diariamente. Hace diez ni nos preocupábamos por los indultos y
un lazo amarillo no tenía ningún significado político. En 2021, Oriol
Junqueras, Raül Romeva, Jordi Turull, Josep Rull, Joaquim Forn, Dolors Bassa,
Carme Forcadell y los Jordis siguen en la cárcel. Parece que entraron hace
nada, es fácil recordar las imágenes del juicio, las protestas, los
comunicados… pero ya llevan más de tres años y algunos tienen penas de prisión
de trece.
El tiempo vuela
para algunos y se detiene para otros. Es prácticamente imposible adivinar lo
que ocurrirá en 2050, pero las decisiones que se tomen ahora seguro que
repercutirán en el futuro. Puede que para entonces haya coches voladores, que
alguna de mis profecías se cumpla y Teodoro tenga una medalla de plata o que
sigamos viviendo en pisos interiores por 1.000 euros al mes o que nos hagamos
amish, tiremos los móviles y saquemos agua de un pozo para poder beber. Puede
que, dentro de 30 años, los indultos solo existan en los libros de historia, o
puede que lo que se estudie en los libros sea el juicio del procés, o que
ocurran ambas, quién sabe cómo será el futuro. Entonces, dime: ¿en qué época te
gustaría vivir?
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