PROCESIÓN AL ESPERPENTO DE UNOS
PICAPLEITOS CRISTIANOS
DAVID BOLLERO
Un juzgado de
Madrid ha emitido una orden de detención contra Willy Toledo por no querer
participar de una nueva farsa a cargo de la Asociación Española de Abogados
Cristianos, que flaco favor hacen a la abogacía y la cristiandad. Aunque ya
escribí en su día posicionándome del lado de Willy, nunca me parecerán
suficientes las columnas para seguir apoyándole frente a esta esquizofrenia
religiosa que lo único que parece buscar es ganar protagonismo a costa de
terceros.
La ley es la ley y,
he de añadir, que en ciertos sentidos es un asco. ¿De veras le hace falta a un
juez que un ciudadano gaste dinero en un abogado y un procurador para
desestimar una querella tan hueca como la sesera de quienes la interponen? ¿De
veras es necesario sobrecargar aún más la esclerótica Justicia española con
tamañas sandeces? Parece que sí, a pesar de que la lista de ridículos que
acumulan los Abogados Cristianos es interminable.
En lugar de
preocuparse tanto por cercenar la libertad de expresión, por no saber encajar
las críticas a una Iglesia con tantos pecados como para arder un millón de
veces en el infierno, esta asociación debería abrazar los coños insumisos y
hacer acto de contrición… en lugar de eso, buscan intimidar -pobres ingenuos- a
Willy y a toda aquella persona que se atreve a alzar la voz ante ciertas
tropelías envueltas en rosarios.
Para celebrar que
esta enésima quijotada de los picapleitos cristianos se volverá de nuevo en su
contra, cayendo en el pozo del ridículo, invitaría de buen agrado a Willy, las
amigas del coño insumiso y al sumo pontífice de la Iglesia Patólica, Leo Bassi,
a un banquete donde el plato fuerte fuera la receta de nuestro querido Javier
Krahe. Allí brindaríamos con una sonrisa de oreja a oreja por el escarnio
público de quienes, amparándose en una religión que se desangra en España,
continúan caminando en procesión al esperpento.
El próximo día 13
de septiembre, cuando Willy sea puesto a disposición judicial, seremos muchas
las personas que sigamos apoyándole, las que señalemos la sinrazón de esta
querella que nunca debió requerir siquiera su presencia para desestimarla. Qué
paradoja, que precisamente ese mismo día el santoral nos traiga a Juan
Crisóstomo, considerado por la Iglesia católica uno de los cuatro grandes
Padres de la Iglesia del Oriente y, ¡oh, casualidad!, una de las voces más
críticas contra la vida licenciosa de clero. ¿Habría pasado el filtro de estos
picapleitos?
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