EQUIPARANDO ASESINOS
CON ASESINADOS
ANÍBAL MALVAR
Nos
dice El País con mucha contundencia en el editorial de esta mañana que “algo se
ha hecho mal” en esto de la memoria histórica, pues “se conservan
excentricidades como una Fundación Franco” y “siguen pendientes de reparación y
reconocimiento muchas de las víctimas del bando vencedor”.
Vayamos
por partes. Considerar una “excentricidad” la Fundación Franco sí que es
excéntrico. Yo diría, incluso, que es un poco de derechas. Un pelín
filogenocida. Una exaltación velada y cobarde del fascismo. Mientras nuestra
justicia persigue a tuiteros por transcribir viejos chistes sobre la muerte de
Carrero Blanco, resulta que la exaltación del franquismo es solo una graciosa
excentricidad, según El País, que además demanda la “reparación y
reconocimiento [de] muchas de las víctimas del bando vencedor”, o sea, que hay
que reparar y reconocer los méritos y valores de unos golpistas asesinos que
acabaron de forma brutal con un régimen democrático. ¿O lo he entendido mal? La
prosa de los editorialistas de El País siempre es muy dúctil.
Por
las hemerotecas sabemos que esta tan excéntrica como simpática Fundación
Franco, “cuyo objetivo prioritario es la difusión de la memoria y obra de
Francisco Franco” según sus estatutos, recibió subvenciones de hasta 40.000
euros anuales en época de nuestro demócrata de cabecera José María Aznar. Aun
hoy, el archivo de esta excéntrica Fundación custodia más de 30.000 documentos
del Estado Mayor franquista, de su humanística dirección general de Seguridad,
de las seductoras intimidades de las Fuerzas Armadas de entonces, de las
miserias y pecados de los dirigentes de los partidos políticos entonces
clandestinos, manuscritos de Franco y otras livianas evidencias de nuestra más
reciente historia. No sé si será excéntrico considerar que todos estos
documentos deberían estar en otras manos, como quizá las del Archivo Histórico
Nacional.
Excéntrico
resulta también observar cómo el editorial de El País cita antes a las
“víctimas del bando vencedor” que a los yacentes derrotados de las cunetas. En
Alemania, país civilizado de referencia, se pasan todo el día reparando y
subvencionando a los nazis asesinados por la resistencia. Pobrecitos. Algunos
hasta fueron torturados. Y no volvieron a ver a sus mamás ni a probar el
delicioso paté que preparaban con hígados de núbiles judíos. Esa gente también
merece una lagrimita histórica. Seguro que Albert Rivera, en cuanto se dé otro
viaje por wikipedia, encuentra la lagrimita adecuada.
Para
El País, “lo difícil de gestionar un pasado traumático es que se opera sobre un
territorio cargado de emociones”. Qué lírico. La historia es un estado de
ánimo, por eso ha de ser analizada por los psicólogos, y no por los
documentalistas. Somos “un territorio cargado de emociones”, y eso nos hace
ingobernables. Sin duda, somos el país más imaginativo a la hora de buscar
excusas para no estudiar nuestra historia.
Equiparar
a los asesinados del franquismo con los asesinos muertos por su Santa Cruzada
quizá no sea del todo justo. Pero es lo que se lleva ahora.
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