TONTOS POR LA UNIVERSIDAD
DE HARVARD
DAVID
TORRES
Parece
que Pablo Casado se perfila en el horizonte como el sustituto ideal de Cristina
Cifuentes. De momento, ya le está quitando el puesto en las portadas de los
periódicos y, al parecer, pronto hará lo propio en el organigrama. No podía ser
de otra manera, puesto que el Cuñado Portavoz del PP le está haciendo la
competencia a la presidenta de la Comunidad de Madrid a la hora de hacer el
ridículo con un currículum fantasmagórico escrito con goma de borrar y donde
cada día que pasa desaparece un diploma de la pared y se pone en entredicho un
título. “No se me exigió ir a clase ni hacer exámenes” dice Casado sin ponerse
siquiera una peluca rubia.
Día
a día vamos descubriendo que la suma de todas las titulaciones superiores del
PP tiende a cero. Por ejemplo, Tomás Burgos, actual Secretario de Estado de la
Seguridad Social, aparecía hasta febrero de 2012 como Licenciado en Medicina y
Cirugía por la Universidad de Valladolid según el Consejo General de Colegios
Médicos Oficiales de España. Poco después esta licenciatura se esfumó, al igual
que el Diploma de Instituciones Sanitarias y un Máster Ejecutivo en Gestión
Sanitaria, y actualmente su currículum, aparte de sus cargos políticos, consta
de dos adjetivos, nacido y soltero. La erudición de los populares evoca
aquellas lujosas bibliotecas de postín donde, detrás de los lomos fastuosamente
encuadernados se escondía una nutrida colección de botellas de anís y de coñac
y, dentro de las botellas, licor de garrafa.
Era
lógico que acabaramos por descubrir que esta gente se ha graduado cum laude en
la universidad de la vida, merced a los enchufes de los padres y al dinero de
la familia. “Vale, no tiene el máster” dijo el presidente del PP de León Juan
Martínez Majo respecto al caso Cifuentes. “¿Cuál es el problema?” Da vergüenza
explicárselo, sobre todo cuando al orgullo analfabeto se suma la arrogancia
ante la mentira, es decir, el aplauso cerrado de una formación encastillada en
el desprecio unánime ante la ciencia y la decencia.
Ya
no nos extraña nada en una gente cuyo amor por la cultura se traduce en formar
catedráticos taurinos, en cantar el himno de la Legión y en intentar que los
escritores jubilados no vuelvan a publicar un libro en su vida. Los chicos y las
chicas de Mariano han corregido el “que inventen ellos” -clásico exabrupto
unamuniano- con el “que estudien ellos”, que se esfuercen ellos, que ya
aprobaremos nosotros para que sigamos mandando los de siempre. Andrea Fabra,
una purasangre de la política que viene heredando el cargo desde hace
generaciones, lo resumió mejor que nadie en su breve filípica parlamentaria:
“¡Que se jodan!”
En
Misterios, la gran novela de Knut Hamsun, el forastero Hagel se pasea por
Cristianía con una funda de violín en la mano, aunque nadie le ha visto tocar
el violín y un día se descubre que en la funda de violín, en realidad, guarda
un montón de ropa sucia. De manera que Pablo Casado -el mismo chico listo que
decía en 2009 que Nixon tuvo que dimitir por mentiroso y no pasaba nada- anda
por ahí con otro máster más falso que una moneda de madera, sin recordar si
acudió a clase o no y sin saber que la Universidad de Harvard no tiene una
delegación en Aravaca. Mira que habremos dicho veces eso de “eres tonto por la
Universidad de Harvard” y al final resulta que Casado era más listo que el
hambre. El único misterio en esta historia no es descubrir por qué este hombre
no sigue arando un campo detrás de una mula sino qué especie de mulas somos los
españoles para aguantar tanto.
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