ÁNGHEL MORALES
David Galloway,
Víctor Álamo de la Rosa,
Víctor Conde, Alexis Ravelo, Javier Hernández Velázquez, José Luis Correa,
Cristo Hernández Morales, Anelio Rodríguez Concepción, Álvaro Marcos Arvelo,
Santiago Gil, Nicolás Melini y Pablo Martín Carbajal fueron los narradores que
en 2011 seleccioné para la antología que titulé Generación 21: nuevos novelistas canarios, una obra que
consolidaría una colección, bajo el mismo nombre, donde he ido publicando hasta
treinta novelas de otros tantos autores a lo largo de estos siete años, algunos
de ellos formaron parte del ensayo inicial y los otros y otras se fueron
incorporando poco, las tima que algunos y sobre todo algunas que fueron
invitados a participar en la colección, no aparecen en la misma, por la única
razón de no entregar obra. Al final la colección quedó compuesta por obra de
las siguientes personas: Cristo Hernández, José Correa, Víctor Conde, José
Ramallo, Carlos Cruz, María Teresa de Vega, Javier Hernández, Santiago Gil, Ana
Joyanes, Jonathan Allen, Eduardo Montelongo, Ángel Vallecillo, Juan Andrés
Herrera, Cecilia Domínguez, Jonás Hernández, Gerardo Pérez, Javier Marrero,
Gustavo Reneses, Daniel María, Pilar Escalona, Maca Martinón, Carlos
Santamaría, Juan Ignacio Royo, Damián H. Estevez. Antonio Sánchez (q.e.p.d.),
Tomás Felipe, Cristi Cruz, Candelaria Pérez y Agustín Gajate.
Un año antes, en
2010, se habían cumplido cuarenta años desde que la historia de la literatura
canaria registrara el último hito de nuestra narrativa, la llamada Generación
del 70 o boom de la narrativa canaria.
Aquel fenómeno significó indudablemente un despertar de la narrativa de
Canarias, una especie de gran patada a ese tópico que refiere que Canarias es
tierra casi exclusivamente de poetas. Los escritores del 70 abrieron el camino
a una narrativa canaria, pero el camino lo hicieron al andar los narradores que
llegarían a partir del cambio de milenio, de ahí mi ocurrencia de llamar
Generación 21 a
un montón de escritores que no forman una generación como tal, de hecho cuando
los reuní muchos ni se conocían, pero que sí han sido algunos de los que por
fin han consolidado la realidad de una paisaje narrativo en Canarias de
indudable vigor y solvencia, al menos por cantidad. Ya nadie puede negar la
existencia de una narrativa canaria.
Como editor no es
mi tarea discernir críticamente las aportaciones de estos y otros muchos
autores que se han ido sumando al corpus actual de la narrativa canaria, aunque
sí tenga mis preferencias, claro está, sino más bien dar testimonio de una
realidad ya consolidada, que no es otra que Canarias es tierra también de
narradores. Estos casi veinte años transcurridos de siglo XXI así lo
atestiguan. En 2011 escribí en el prólogo a Generación 21 que “salvo escasísimas
excepciones y según mi parecer, la narrativa de Canarias no había registrado
hasta hoy una amplia nómina de novelistas que abordaran con talento,
atrevimiento y continuidad la novela de género, esto es, la novela negra o
policíaca, la novela histórica, la novela erótica, la novela de ciencia ficción
o fantástica y la novela-mundo, la que funda universos míticos de creación
propia. Además, la novela urbana, la novela adscrita a un particular realismo
sucio canario y la novela testimonial y social cobran también renovados bríos
gracias a estos escritores, alejados del experimentalismo y de cierta novela
lírica que presidió algunas de las principales aportaciones de los narradores
canarios de la Generación
del 70”.
Una ojeada rápida a la narrativa
canaria de los últimos años arrojaría una nómina amplísima, pero hay que dar
tiempo al tiempo para ver de qué son capaces. Igual que algunos de los
narradores primeros seleccionados en Generación 21 han decaído, publicando
obras bastante malas o prácticamente dejando de publicar, hay otros que han
venido despuntando, asomando su obra por estas primeras décadas del siglo. Son
los casos de Ramón Betancor, Juana Santana, Lourdes Hernández, Candelaria
Quintero, Sergio Barreto, Fátima Martín, Yaucy Fernández, Iván Morales Torres,
Rafael José Díaz, Matilde Magdalena, Angela Ramos, Elena Morales, Alicia
Llarena, Francisco León, Roberto A. Cabrera, Cristina R. Court, Orlando Alonso
Suárez, Paula Nogales, Ana Criado, Moisés Cabello Alemán, Bruno Mesa, Carlos
Cruz, Inocencio Javier Hernández, Iván Cabrera Cartaya, Talía Luis Casado,
Daniel Ortiz Peñate, José Manuel Brito, Juan Antonio Santana, Ignacio Gaspar, Alba Sabina, Juan Manuel
Torres Vera, Marcelino Rodrigues Marichal, Gabriel Cruz, Roberto Cabrera, José
Fajardo Spínola, Juan Báez, Emilio Farrujia de la Rosa, Rosario Valcárcel, Francisco J. Quevedo, Ernesto R. Abad,
Fernando Pérez Rodríguez, Eduardo González Ascanio, Mariano Gambín, entre
muchos otros autores que no acaban de consolidar una obra narrativa pero que
sin embargo han demostrado posibilidades en sus libros. Estamos seguros de que
será cuestión de dar tiempo al tiempo, sobre todo en el caso de los más
jóvenes.
El mundo actual
no parece reunir demasiados acicates para el narrador. En Canarias, por
ejemplo, sigue existiendo un solo premio de novela, el Benito Pérez Armas, que
incluso en alguna ocasión se ha dejado desierto. Sí existe, hoy en día, una
gran facilidad de publicación, incluso de autoedición, por lo que las
publicaciones se suceden a un ritmo a menudo frenético. Ahora es ya urgente una
revisión crítica que separe lo que hay de bueno y valioso, que separe el grano
de la paja, pero eso ya debe ser competencia de otros. Yo me doy por satisfecho
con haber contribuido a destacar el hecho narrativo canario, amplio y complejo,
y ya con algunos autores más o menos consolidados. Si algo le falta a la
narrativa canaria de hoy en día son más lectores, porque cantidad y calidad ya
hay, así que para los próximos años solo ese es mi deseo, que más narradores
encuentren lectores e inspiración.
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