MÉXICO: ¿SE ACABÓ LA CORRUPCIÓN?
POR: GERARDO FERNÁNDEZ CASANOVA
¡Alegraos
mexicanos! Don Enrique I dispuso el fin de la corrupción; podemos cantar (con
el sonsonete de Las Pelonas): “Se acabaron los negocios/ Se acabó la
corrupción/ El que quiera ser corrupto/ Pagará con defunción”
El 3 de
febrero, fecha que en adelante se celebrará con fanfarrias y tambores, el Señor
Presidente nombró, luego de 25 meses de sesuda reflexión, al titular de la
Secretaría de la Función Pública (SPF) y dictó las líneas ejecutivas para su
eficaz desempeño. Además de exigir a los servidores públicos que informen si
registran conflictos de interés actual o potencial en el ejercicio de sus
funciones, el impoluto dedo presidencial ordenó al recién ungido que otorgue
prioridad a la investigación relativa a las adquisiciones de inmuebles por su
esposa, su secretario de Hacienda y él mismo que tanto revuelo han causado en
la prensa nacional e internacional. ¡Vaya que se necesita ser valiente y seguro
de sí mismo! Con eso caerá por tierra el infundio y la maledicencia
(seguramente promovidos por AMLO). ¡Faltaba más!
¡Qué ironía y
qué estupidez! El asunto de la corrupción está que arde y Peña Nieto, cual
cantinflesco bombero, intenta apagarlo con dedales de agua. Tal parece que
tampoco entiende que no entiende que no entiende (así hasta el infinito); se le
acusa de corrupto e ilegítimo, mas no de ilegal. Como su tío Montiel, maestro
de la corrupción, Peña será exonerado por su nuevo empleado a cargo de la SPF,
esperando que el respetable público se trague esa rueda de molino. Peña
esperaba el aplauso de los periodistas convocados para el tremendo anuncio,
pero sólo recibió una fría despedida. Es una nueva burla; sal sobre las
heridas.
Confieso que
pequé de iluso, reincidente como soy. El lunes se corrían rumores de que el
presidente haría una importante declaración, incluso por cadena nacional de tv.
Soñé que la cordura había por fin abierto brecha entre el engominado copete y
que el sujeto solicitaba permiso indefinido para retirarse de Los Pinos. Por lo
menos supuse que anunciaría cambios profundos en la política seguida, con la
correspondiente renuncia de varios de sus colaboradores. O que, después de
mucho esfuerzo, habría entendido que no entiende. Nada de eso sino más de lo
mismo y peor. Como el león que piensa que todos son de su condición, Peña
supone que los mexicanos no entendemos y que las tarjetas de Monex y Soriana
duran para toda la vida.
Peña Nieto es
la muestra viva de la importancia de abrir el espacio constitucional para
permitir la revocación del mandato, como sí lo hay en Venezuela, por ejemplo. A
falta de ella será oportuno y necesario convertir la elección intermedia en un
referéndum revocatorio; unificar el voto contra el régimen incapaz de Peña y su
partido. MORENA, con todo y sus asegunes de la selección de candidatos, es la
única alternativa que ofrece el efecto del rechazo y la posible revocación de
facto.
Hoy menos que
nunca tiene sentido la anulación del voto o la abstención: voto que no se
deposite y no se defina será un voto por la permanencia de Peña. Es falso que
la anulación del voto hará reducir los montos del financiamiento a los
partidos, el que se reparte en proporción a los votos válidos. Es falso que la
anulación sirva para decirle al régimen que lo repudiamos; hay que recordar que
Peña no entiende y menos lo que no le conviene. La oportunidad es única, puesto
que nunca había llegado un presidente a la elección intermedia con el grado de
desprestigio y rechazo que registra el gobierno de Peña.
El cambio de régimen
es hoy factible e indispensable. Sólo es cosa de atreverse a soñar y perseguir
el sueño.
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