CONSPIRAR EN ESTADOS UNIDOS
Atilio Borón
Toda la prensa
hegemónica y los “intelectuales bienpensantes” (al decir de Alfonso Sastre) acusan al gobierno
bolivariano de tiránico y totalitario por haber apresado a Antonio Ledezma,
alcalde metropolitano de Caracas. Tuvo suerte este personaje, porque le hubiera
ido mucho peor si lo que hizo en Venezuela: participar en una conspiración para
derrocar por medios violentos al gobierno, lo hubiese hecho en Estados Unidos.
A continuación, algunos antecedentes de utilidad para contextualizar su
detención y, de paso, la de Leopoldo López, otro que cuenta con iguales o
peores antecedentes que Ledezma.
La agenda
golpista de la que Ledezma fue partícipe, contemplaba entre sus acciones
colocar a Venezuela a merced del FMI y el BM.
En efecto, la
legislación de Estados Unidos considera como un crimen federal cualquier acto
de un nacional que “organice, ayude o intente organizar una sociedad, grupo o
conjunto de personas que enseñan, promueven o alientan el derrocamiento o
destrucción del gobierno.” Para que se configure esta figura penal no es
necesario que el plan urdido por los conspiradores sea llevado a la práctica.
Basta con haberlo concebido. En virtud de esta legislación, en 1981 Oscar López
Rivera -un líder independentista de Puerto Rico y veterano de la Guerra de
Vietnam- fue declarado culpable y condenado a 70 años de prisión por
conspiración sediciosa y otros delitos. Después del primer atentado contra las
Torres Gemelas, en 1993, las investigaciones condujeron a la detención de
Omar-Abdel Rahman -un invidente clérigo musulmán, nacido en Egipto y residente
en New Jersey- y nueve otras personas, todas acusadas de “conspiración
sediciosa” por estar involucradas en un plan supuestamente destinado a librar
una guerra terrorista contra los Estados Unidos y su gobierno. Los inculpados
no llegaron a concretar sus propósitos pero se los condenó por haber puesto en
marcha un complot destinado a tal fin. La evidencia: se los sorprendió
manipulando sustancias explosivas en un garaje de Queens. Pese a que el clérigo
ciego mal podría haber participado en la preparación de las bombas que
supuestamente se colocarían en las Torres Gemelas fue acusado de ofrecer una
justificación religiosa a los conspiradores. Todos fueron condenados en 1996, y
a Rahman el juez Michael Mukasey le impuso una condena de prisión perpetua.
Después de los atentados del 11 de Septiembre del 2001 y con la aprobación de
la Ley Patriota (Pub. L. No. 107-56, 115 Stat. 272) se acentuaron las
prerrogativas del Ejecutivo para perseguir a quienes el presidente considere
han planeado, autorizado, ayudado a realizar o realizado actos hostiles o
ataques en contra de Estados Unidos y su gobierno.
Ledezma apoyó
abiertamente el golpe de estado de Abril del 2002 y luego el paro petrolero de
2002-2003. Fue un activo promotor y protagonista del “Plan Salida”, del 2014,
cuyos desmanes y guarimbas sembraron la destrucción en el país y provocaron la
muerte de 43 venezolanos. Y en los últimos días se involucró de lleno en la
propuesta de “cambio de régimen”, abogando por el derrocamiento y reemplazo
extraconstitucional del gobierno de Nicolás Maduro. Por su participación en el
golpe del 2002 y el paro petrolero Ledezma estaría sirviendo una condena de 20
años en los Estados Unidos, y no podría haber proseguido su carrera política
como lo hizo bajo la “tiranía chavista”, como con evidente perversidad gustan
decir él, Leopoldo López y Corina Machado. Curiosa tiranía esta que permite que
conspiradores sediciosos actúen libremente, compitan por cargos públicos,
dispongan de ilimitado acceso a la prensa y difamen a diario a las autoridades
legítimamente constituidas del país, convocando a tales efectos la ayuda y el
apoyo de terceros países, lo que en Estados Unidos agravaría las penas. La
magnanimidad de la revolución bolivariana le permitió a Ledezma seguir
disfrutando de todas las garantías del Estado de Derecho y, bajo ese amparo,
promover arteramente la violación del orden constitucional. Esto no lo podría
hacer hecho en Estados Unidos. Pero ya sabemos que Washington padece de
esquizofrenia aguda: quien sería condenado por sedicioso puertas adentro se
convierte en un heroico “combatiente de la libertad” cuando sus crímenes los
perpetra contra un gobierno que no es de su agrado y al que trata de destruir
apelando a cualquier recurso.
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