“UN IDEAL
MILENARIO”
EDUARDO SANGUINETTI, FILOSOFO Y
POETA
En este tercer milenio, debe ser instalado, por nosotros
y para nosotros, habitantes de esta tierra, un ideal de vida en libertad y
verdad, sin dejar nuestras existencias en manos de la representación política,
como es concebida hace décadas en las democracias procedimentales.
En este
sentido, no solo el poder estatal o el económico merecen desconfianza, sino
todas las formas de poder ejercidas por un grupo sobre otro deberían ser de
inmediato sustituidas por un grupo colegiado que ejerza en representación la
administración del Estado, al menos mientras se conforma el modo más afín con
el que las comunidades autorreplicantes y autónomas puedan crear un mundo a
vivir, sin abusos, sin exclusiones, sin discriminaciones y sobre todo en
seguridad de transitar en “alegría” y “plenitud” lo que se denomina vida.
Estamos dotados
naturalmente de la capacidad para dar lugar a este mundo, donde todos seamos
partícipes y dueños de nuestros destinos, sin imperios que dicten derroteros de
naciones sojuzgadas por tendencias que le son ajenas, ni medios de comunicación
que fabriquen realidades obstinadas, mostrando violencia y malos augurios, ni
mandatarios rentados que gobiernen en detrimento de una humanidad amancebada.
Ante nuestra
capacidad natural de llegar a ser dueños de nosotros mismos, cuestiono el
sometimiento de las comunidades a ideologías oportunistas y en desuso,
enquistadas en nuestros pueblos.
Si se quiere
que los individuos estén en condiciones de actuar autónomamente, es necesario
permitirles considerar las situaciones en las que se encuentran, en su
especificidad y materialidad, y no impulsarlos a someterse a una fórmula
abstracta que se impone a las situaciones desde una situación inasible, como la
delimitada por las ideologías que responden a otros tiempos y espacios. Es aquí
donde se encuentra el a priori de un nuevo ideal de comunidad: la fe en el
individuo.
Afirmo que sin
una confianza en el individuo, no tiene absolutamente ningún sentido hablar de
autonomía y de libre albedrío. El nuevo ideal de comunidad se funda sobre el
concepto de que el individuo posee una reserva que es irreductible a los
ordenamientos sociales del poder tradicional. Pero si no se tiene confianza en
una reserva en el ámbito del sujeto que constituye la fuente del cambio, ¿cómo
devendrá el cambio?
Ciertamente no
en un agente externo (ideología) que rotundamente rechazo. La renuncia al
individuo o al sujeto autónomo como lugar de resistencia y su sustitución por
“otro algo” constituye el paso decisivo de un concepto de resistencia radicado
en el siglo XIX a concepciones adecuadas a un presente muy definido.
Mi ideal no
busca definir un sujeto oprimido -al cual liberar- y se dirige en cambio a
favorecer las luchas de los diversos grupos ofreciendo análisis, estrategias,
así como críticas políticas y teóricas de las diferentes opresiones y
desviaciones que malversan el accionar político.
Lo que ansío
encontrar es una comunidad -o mejor, una serie de comunidades- en la cual a las
personas no se les diga quiénes son, qué quieren y cómo vivirán, puesto que
ellas están en condiciones de decidir estas cosas por sí mismas, en capacidad y
autodeterminación.
Estas
comunidades constituyen un ideal y cómo no reconocer un ideal probablemente
posible si la dignidad y el dominio de cada uno sobre cada uno lo dan como un
camino a transitar.
Pero es en los
tipos de análisis y en las luchas que tal ideal promueve, tendientes a abrir
espacios concretos de libertad en el campo social y político, donde reside el
valor de un ideal milenario, acorde a las necesidades del presente, que
instalarán las bases de un mundo a vivir, donde quepamos todos.
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