DIOS NO EXISTE
POR JUAN HENRÍQUEZ
Que
nadie se alarme! Tranquilos, por favor. Un paleto rural, como un servidor,
jamás tendrá la suficiente categoría para, científicamente, negar la existencia
de Dios. A lo máximo que puedo aspirar es a proclamar mi convencido ateísmo, y
reclamar el mismo respeto con el que trato a los creyentes, sin tener en cuenta
la religión que profesen. Sin embargo, uno de los mejores científicos del
mundo, el británico Stephen Hawking, sostiene “que Dios no existe y que los
milagros de la fe y de la Iglesia no tienen consistencia con los resultados que
ofrece la ciencia”. Probablemente, este hombre tenga razón, porque pensando en
un ser superinteligente y todopoderoso, así describen al Dios de los creyentes,
pues permítanme que lo ponga en duda, porque no se puede ser tan chapuza para
crear un mundo tan desproporcionado en lo material y humano.
Territorios
disfrutando de enormes riquezas y calidad de vida (léase EE.UU.), mientras en
otros (léase África), millares de personas, sobre todo niños, mueren de hambre
cada día. Mis teorías nada tienen que ver con la investigación y los puntos
negros del universo, sino con la realidad social que me rodea. Me pregunto por
qué hay tanto hijo de puta acumulando grandes fortunas mediante la explotación
humana, y no pasa un día en que en los semáforos de mi ciudad se me acerque un
desgraciado con la miseria reflejada en la mirada, que en nombre de Dios me
pide una limosna para darle de comer a sus hijos. Pero lo más vergonzoso es que
en nombre de Dios se justifican las guerras, la Inquisición, los pederastas,
los crímenes pasionales, las violaciones y hasta mutilaciones humanas. Me tocan
los cojones cuando me dicen “¡Hasta mañana, si Dios quiere!”. Y tengo
respuesta: “Y si no quiere, también”. Lo mismo me pasa al estornudar. El
creyente me dice: “¡Jesús!” Y un servidor, más práctico y humilde, en el mismo
supuesto, digo: “¡Salud!”.
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