MALOS
PRINCIPIOS NO PUEDEN TENER BUENOS FINALES
ESCRITO POR PATROCINIO NAVARRO
Cuando
observamos las motivaciones que condujeron en el pasado a guerras, genocidios,
tiranías, conspiraciones, traiciones, vandalismos, opresión, esclavitud,
saqueos, persecuciones, y otras formas bárbaras , con que una parte de los
hombres agrede a sus semejantes, descubrimos algo sutil.
EN LOS PRINCIPIOS SE OCULTAN FINES Y FINALES
Cuando observamos las motivaciones que condujeron en el pasado a
guerras, genocidios, tiranías, conspiraciones, traiciones, vandalismos,
opresión, esclavitud, saqueos, persecuciones, y otras formas bárbaras o sutiles de expresar el odio o la
insensibilidad ante el “Otro”, con que
los hombres nos hemos agredido en los tiempos más remotos, podemos observar en
primer lugar lo terriblemente actuales que son esos mismos desmanes presentes desde el principio,
desde el Big-Bang del devenir histórico,
que en términos espirituales conocemos como
La Caída, o aparición de lo humano como enfrentado a lo divino; la
rebelión contra Dios de una parte de Sus hijos.
A partir de ahí comenzó no sólo
la densificación de la energía espiritual, que devino en materia,
sino la vibración a la baja de la energía de nuestras almas hasta vernos encerrados en un
cuerpo material de energía densa, nosotros, que fuimos energía espiritual pura.
Ahora que los dirigentes
de la nación estadounidense, los
gobernantes más violentos del Planeta- y
quienes les apoyan con sus votos, su conciencia, sus recursos y sus soldados,
(todos ellos disfrazados de salvadores globales); ahora que esta pandilla de
gamberros internacionales dirigidos por el peor, cantan su himno de guerra envueltos en jerga
democrática pisoteando, como hacen los chicos malos de barrio, los derechos más
elementales de todo ser humano, como el derecho a la propia vida, a la libertad
y a la justicia y a disponer de los
recursos necesarios para vivir dignamente; ahora que el sheriff
americano se pasea por el barrio
de un mundo sin fronteras gracias a sus dólares, sus aviones y sus chicos
ignorantes de barrio pobre reconvertidos
en matones de película mostrando su
poder de destrucción y señalando como sospechosos de maldad a aquellos que no siguen al jefe, podemos
comprender mejor aquella historia de la pandilla aglutinada por el miedo, la
baja autoestima, la admiración fatal al jefe, el deseo de ser amado por él, el
placer de estar junto al poderoso, las deseadas ventajas materiales y la
admiración que eso puede proporcionar perteneciendo al entorno del rey de los mamporros,
pero ¿ a quiénes…? A los débiles.
Gobierno norteamericano y
aliados han conseguido que el mundo se divida entre los que se callan y
otorgan, los que les siguen incondicionalmente, los que les siguen a
regañadientes, los que les odian en silencio, pero con miedo a su enemistad, y
aquellos que perpetran actos
terroristas como forma de expresar su
odio. Excepto a estos últimos, que les sirven de maravillosa justificación para atacar a todo el barrio
mundial, y restringir todavía más las libertades cada vez más escasas que
permiten los “chicos malos” en sus propios barrios; excepto a los que ponen
bombas o se auto-inmolan, repito, todos los demás han sabido encontrar el modo
( por miedo, por presiones, por sutilezas diplomáticas, por coacciones, por
negocios, u otras razones de esa índole), para estar a bien con el jefe de
turno de la pandilla y todos sus aliados.
Como sucede en todas las películas de mafiosos, aunque muchos no puedan
ni ver al capo principal, y hasta se reúnan
en secreto para conspirar contra él, en cuanto éste les llama uno a uno, o anuncia su visita,
tiemblan por si les descubre el juego y se vuelven empalagosamente obsequiosos.
De todo esto hay muestras diarias en la prensa. La política es un
espectáculo vergonzoso.
Del pensamiento único
como teoría activa pretenden el Sheriff del Norte y sus ayudantes pasar a la voz única, y de esta a la acción
única destructiva y al control definitivo del barrio mundial. A un pensamiento
destructivo corresponde un sentimiento destructivo, y ambos son el motor que
conduce a la acción destructiva. ¿Para poner qué en su lugar? Un mundo sometido
a su poder destructor y cuyos recursos- mientras duren - estén bajo su control.
Así de simple.
Las existencias y los recursos de todo el Planeta son
cuidadosamente estudiadas por expertos en prestigiosas universidades con objeto
de averiguar de qué modo y cuándo pueden
pasar a pertenecer o a ser administrados/ tutelados/ vigilados/ destruidos/
arrebatados o reconvertidos,- según el caso-,
por esos constructores del nuevo
orden mundial del silencio de los corderos, que no es más que el que codiciaban
sus abuelos-ellos mismos más o menos a fin de cuentas- y por el que fueron
embarcados hacia América desde el otro lado del Atlántico para que la nación
inglesa prosperara y sus gentes pudiesen andar tranquilas por las calles de la
metrópoli, mientras sembraban el pánico en sus colonias. Igualito que ahora
hacen ellos con los suyos.
Pero el problema por
resolver no está, como casi siempre, en
el final, sino en el principio. En el principio, en la llamada Caída, hubo
quienes creyeron que sólo el poder egocéntrico podría transformar a su antojo
la Creación entera a través de los
pensamientos arrogantes que dividen y separan. Ahora ese tipo de pensamiento lo
vemos convertido en Historia, donde minorías poderosas encumbradas
por medio de la astucia, la mentira, la doble moral, los puños y los
fusiles pretenden ser Dios en este mundo
y hacer y deshacer a su antojo para compensar con sus riquezas y poder la falta de amor de sus conciencias. En el
caso de los EEUU, hubiera sido hermoso para el Sheriff y su séquito destructor,
-y bueno para todos hasta ahora mismo-
el haber compartido con los indios, y sucesivas minorías más tarde, los
bisontes, los caballos, las vacas, los territorios sagrados de las praderas y
el espacio del viento sobre los mares de hierba azulada en lugar de pretender
apropiarse de todo eso atentando contra las vidas y derechos de todo el mundo.
Sin duda el futuro les pasará una doble
factura por todo eso: en sus conciencias y con el Planeta al que agreden por tierra, mar y
aire.
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