domingo, 26 de octubre de 2014

MÉXICO: LA MADRE DE TODAS LAS FOSAS

MÉXICO: LA MADRE DE TODAS LAS FOSAS

ROBERTO IGNACIO HERRERA MACIQUE

 La madre de todas las fosas ha quedado pues, al descubierto. En ella no aparecen restos humanos. Lo que habita en esa y en todas las fosas, son los restos putrefactos del sistema. 


La desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa y la muerte de seis de sus compañeros y otros civiles por mano de las fuerzas encargadas de la protección ciudadana, ha puesto en evidencia lo que a gritos y desde hace décadas se ha venido denunciando: el Estado no sirve al pueblo, sirve a los intereses de sus enemigos de clase.

El neoliberalismo no es un concepto inventado para denostar al poder, es la filosofía y el principio que sustentan al modelo económico prevaleciente. Es la forma más acabada de la justificación del capitalismo salvaje que sostiene que las fuerzas del mercado son el eje, motor y guía que fundamenta la vida económica, política y social de los pueblos. A partir de tal sustento, cualquier otra postura que lo desconozca o pretenda socavarlo, es considerada subversiva, criminal, inaceptable.

En México, los dueños del poder institucional y del dinero –que son los mismos- le han declarado la guerra al hartazgo, a la denuncia y a la inteligencia. Sólo basta no caer en el garlito que el Estado y sus testaferros mediáticos han elaborado para sostener lo insostenible, para entonces convertirse en enemigo del sistema. Hoy –y siempre- resulta peligroso pensar diferente, proponer alternativas, pensar en mundos distintos que son posibles pero que no encajan en la concepción que desde arriba se quiere imponer a toda costa. Y mientras la desesperación, la pobreza, la castración de futuro para el grueso de la población y la injusticia crecen, la respuesta del pequeño grupo en el poder institucional recrudece su respuesta con represión y campañas mediáticas de descalificación para todo aquello que les huela a disidencia.

Pero la fuerza del libre mercado ya no da más. Está en una clara fase terminal que no le permite sostenerse en pié. Las cifras elaboradas por los mismos organismos que desde el poder dictan las reglas y las políticas públicas, ya no pueden ser maquilladas. Los resultados de sus líneas de acción son contundentes y no precisamente alentadoras para sus propios intereses.  Ni siquiera la labor persistente de los medios de comunicación a su servicio son ya capaces de disfrazar la realidad opresiva y lacerante que vive la mayoría de la población.

La historia es una herramienta que ejercita la memoria. Y la memoria es un instrumento que permite desagregar la realidad para comprender nuestro presente y delinear la acción necesaria para cambiarla. El futuro entonces no tiene dueños por dedazo como nos quieren hacer creer, ni estrategias mágicas salidas de escritorios institucionales, por más “democrácticas” y bondadosas que la quieran pintar. La historia y la memoria colectiva han sido siempre cooptadas desde el poder, en armonía y contubernio con la invaluable intervención del aparato ideológico dominante, y ha sido efectiva, no se puede negar, ¿cómo explicar, sin esa efectividad, el regreso del Partido Revolucionario Institucional al poder?

Pero paradójicamente, olvidan los poderosos que la memoria no se impone con mensajes a modo ni desinformación pagada, ni mucho menos con la fuerza violenta de la represión artera; la memoria es el resultado de la vida cotidiana que nos llena de preguntas a las que la historia, en gran medida, nos responde. Dicen por ahí, que alguien dijo algo así como: “loco es aquel que haciendo lo mismo pretende conseguir resultados diferentes” y tienen razón para decirlo los que lo dicen.

¿Hasta cuándo pretende el sistema, haciendo lo mismo, que nos comamos sus mentiras cuando la realidad exige cotidianamente un cambio radical?

Aprendamos pues, de la historia. Desde el poder institucional nos han querido vender un sistema depredador como si fuera una panacea. Se han cansado de prometernos un mundo feliz que no llega nunca y que, por el contrario, cada día está más lejano. Nos han vendido la idea de que “tener” es lo que da sentido al “ser” y que es más importante que compartir. Se nos ha inculcado la idea que el individuo “por sí solo” tiene la capacidad de cambiar “su” realidad, ajena a, y en disputa con, la de “los otros”. La “competencia” se nos plantea como el motor para el “progreso”, aunque implique luchar entre nosotros mismos para arrebatarnos lo poco que nos dejan, convirtiéndonos así en rapiñeros que orgullosamente elevan un canto de victoria al quitarle a su igual un pedazo de futuro, haciéndonos “mejores” que “el otro”. Nos quieren hacer pensar que un crimen de Estado es obra de la mente perversa de “un par de individuos” en colusión con “el crimen organizado”, aun cuando la realidad innegable evidencia que esos individuos forman parte de su “honorable” membresía y que el crimen organizado es creatura simbiótica del propio Estado.

La estrategia es la misma, una y otra vez. Pero la realidad grita la verdad sin tapujos y los pone en evidencia. El sistema oprime, despoja, inmoviliza, aprieta, asesina, empobrece, margina, no es ninguna panacea, es un infierno. Conceptos como “tener”, “poseer”,  “acumular”, “único”, “propietario”, “mío”, “tuyo”, nos desmantelan como sociedad, y no nos une -como nos quieren hacer pensar- mas allá de una idea pervertida del ser. Es en “compartir”, “distribuir”, “común”, “colectivo”, “nuestro”, “todos” en donde se encuentra nuestra fuerza y nuestro cuerpo social. No es la competencia rapiñera motor alguno para mejorar la realidad, es en la emulación de lo más constructivo, digno y noble, de los enormes ejemplos de humanismo y acción colectiva que han transformado la vida, en donde se nutre la energía del cambio.  Y eso les da pavor a los poderosos, porque lo saben. Y también se saben simuladores, mentirosos, incontenibles en su ambición, por eso no cambian su estrategia, la recrudecen una y otra vez.

El sistema está podrido, no hay duda pues, ¿entonces? Propongo que comencemos por retomar la historia refrescando nuestra memoria colectiva. Hablemos de ello, compartamos, marchemos, discutamos, reelaboremos, cuestionemos. No es verdad que seamos incapaces de construir nuestra propia historia, eso es otra de las mentiras que el sistema nos quiere endilgar, y es por ello que cuando la realidad los evidencia, utilizan el miedo, el terror, para que aun con la consciencia de que son nuestros enemigos los que no permiten cambio alguno, nos quedemos pasmados e inmovilizados. Frente al miedo, la acción colectiva. La historia nos habla del poder inconmensurable de la unión. Solos, como el sistema nos ha querido siempre, no podremos ser más que individuos arrinconados presas del miedo. Juntos, tendremos el futuro en nuestras manos, porque no hay terror que pueda detener a un colectivo con la razón y la verdadera justicia como bandera.

Es evidente que hoy no se puede buscar justicia en las instituciones que supuestamente están creadas para ello, mucho menos seguridad, trabajo digno,  acceso a la salud, educación, derechos humanos, dignidad. Los poderosos se han apropiado de todas ellas, las dominan y utilizan para sí. Es entonces necesario buscar otra forma de gobierno, porque éste, ya no le sirve al pueblo. Es momento entonces de reaccionar, de plantearnos las vías necesarias para cambiar esta realidad insostenible. Y no van a ser las instituciones “constituídas” en lo que ellos llaman “estado de derecho” las que den espacios para el cambio, porque ese concepto sólo funciona para recrearse a sí mismos, a costa de los que sí tenemos el poder real. Debemos ir juntos, partir de las coincidencias, caminar codo a codo, compartir experiencias, romper los cercos mediáticos del poder, generar nuestros propios espacios alternativos.

Una guerra sorda y encubierta nos ha estado soterrando como colectividad desde hace décadas –centurias-, y en el ejercicio de esa guerra nos despojan, nos reprimen, nos manejan como si fuéramos hojas movidas por el viento, nos utilizan para su beneficio a costa del nuestro y a costa de nuestras propias vidas. Esa guerra ya salió de lo oculto para mostrarse con toda su violencia y descarnado poderío de fuego. Ya no se contiene a sí misma con el velo de los medios de comunicación, ya no puede esconderse con discursos retóricos y demagogos perfectamente estructurados, o con democracias de pacotilla legitimadas con fraudulentas elecciones. En nuestras manos, y no en las de esos miserables explotadores, está nuestro destino.

La madre de todas las fosas ha quedado pues, al descubierto. En ella no aparecen restos humanos. Lo que habita en esa y en todas las fosas, son los restos putrefactos del sistema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario