Eduardo
Sanguinetti
filósofo
rioplatense
Ante
la sentencia criminal de la Corte de Justicia (la palabra justicia puede ser
silenciada) y en desmedro de nuestra condición de ser y los derechos humanos
del pueblo todo una afrenta a toda una generación de muertos, con ideales e
ideas, que pensaban “otra sociedad”, manifiesto desde Argentina, lo siguiente:
Soportamos
un sistema asesino, simulador, esquizofrénico, sin límites en su accionar en
detrimento de seres humanos en estado de anestesiamiento, degradación y
despojados, en acto, de todos sus derechos, sin conciencia alguna de su pertenencia
a la que se denominaba en un tiempo “naturaleza humana”.
Los
psicópatas que dictan y deciden sobre la vida de la comunidad, humillada y
degradada en su ser y estar en el Uruguay, ante la sentencia de la “corte de
las miserias”, que decidió cerrar las causas de delitos de lesa humanidad,
cometidos contra nuestra condición humana, los terratenientes y la oposición,
están en pie de guerra contra el “deber ser”, de manera clara. Sujetos
sombríos, implicados en los mecanismos de administración de la explotación, o
en las operaciones de destrucción y opresión, bajo la puesta en acto, en este
caso, del accionar degradado de una Justicia manipulada a su antojo por estos
traidores, donde la ley es un cepo de la libertad de elección de una existencia
que brinde satisfacción del pueblo.
Nadie,
cumpliendo funciones en cualquier poder, tiene la audacia o coraje de
reconocer, visualizar, ni aún menos denunciar el peligro que deviene de esta
“fractura social” que se produjo y que devendrá en una historia que se creía
superada. El enfrentamiento de los dignos contra los mercaderes de los poderes
esta planteada; esta instancia señala un punto de inflexión y no puede ser
pasada por alto: la confrontación a que nos expuso esta corte y la oposición
siniestra merecen una réplica contundente y sin miramientos.
Nadie
parece oponerse públicamente dando la cara, nadie intenta revertir la masacre y
menos aún señalar denunciando el credo que ordena esas virtualidades siniestras
en plena vigencia y uso, cuando la necesidad de crear un nuevo modelo de
sociedad se impone sobre todas las leves prisas de este mundo del consumo y la
ignorancia.
Y
esta “imagen del presente” que doy está basada en otra que, en mi opinión, es
objetiva, histórica y revolucionaria. Y es la de que “todo poder es instrumento
de opresión, de coacción, de dominio ciego y arbitrario (y) es, por definición,
obtuso (enemigo de la inteligencia), inhumano (enemigo de la liberación del
hombre), y despótico (enemigo de la libertad)”; lo cual quiere significar,
palabras más palabras menos, que entre los intelectuales y el poder hay una
pelea desde siempre que solo dirimen el dinero, el exilio, la censura o la
muerte.
Si
procedemos de acuerdo con lo que he manifestado, seremos consecuentes con la
razón de ser de nuestro oficio de intentar existir en un mundo para todos, con
fidelidad a nuestra posición de compromiso con la justicia en libertad, verdad
y el enfrentamiento natural con la opresión y el despotismo del poder en todas
sus formas
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