VOX: LA CULTURA Y EL ESTIGMA
COMO TRINCHERAS
MARIANO MARTÍN ZAMORANO
En las últimas semanas, a partir de la incorporación de Vox a diversos gobiernos locales y autonómicos, hemos presenciado una profundización de las llamadas políticas culturales iliberales. La formación ultraderechista ha ocupado la Concejalía de Cultura de varios municipios a lo largo del territorio, imprimiendo su línea política. Por ejemplo, desde esta posición en Valdemorillo (Madrid), Vox vetó la presentación de Orlando (1928), de Virginia Woolf. Cabe recordar que el personaje principal de esta obra teatral, un hombre nacido en la Inglaterra isabelina, experimenta un cambio de género a sus 30 años. Pero este proceso también se produce en el contexto de un “corrimiento” del Partido Popular hacia su derecha, por ejemplo, con la suspensión en Jaén de la obra ‘Romeo y Julieta despiertan’, protagonizada por Ana Belén. Si bien no se trata de un fenómeno nuevo en España[1], el mismo se sitúa en un nuevo marco narrativo y político donde parece ganar en intensidad. ¿A qué obedece este cambio?
Algo de contexto: la
nueva política cultural iliberal europea
Desde las
elecciones al Parlamento Europeo de 2019, los partidos ubicados en la extrema
derecha se han afianzado en diversos países. Distintas administraciones se han
acercado desde entonces a los principios de las llamadas “democracias
iliberales” o neoautoritarias, distinguidas en la literatura académica por
combinar el rechazo por un pluralismo plenamente democrático y por los derechos
de las minorías, con las elecciones libres (Zakaria, 1997; Bogaards, 2009).
Una de las
estrategias de la extrema derecha ha sido la promoción de una visión
homogeneizadora, nacionalista y conservadora de la cultura
Una de las
estrategias clave desplegadas por estas fuerzas políticas ha sido la promoción
de una visión homogeneizadora, nacionalista y conservadora de la cultura en sus
políticas orientadas al mundo artístico y patrimonial. Dicho paradigma tiende a
reforzar, mediante el señalamiento o ensalzamiento de músicos, poetas o
actrices, los marcos de exclusión de diversos colectivos sociales que resultan
extraños a un entendimiento xenófobo y misógino de la cultura nacional. Se
trata de disputar y polarizar con un “otro” que encarna la inmigración, lo
“políticamente correcto” o la comunidad LGTBI+. El “pueblo nacional” es así
defendido frente a grupos o fenómenos que lo pondrían en riesgo.
Más allá de lo
narrativo, la literatura viene alertando sobre cómo dicha estrategia
retórico-política ha venido acompañada de mecanismos de control social
efectivos y de un avance de la censura directa, indirecta o la autocensura
ejercida sobre las artes (Whyat, 2023). Los ejemplos van desde la Hungría de
Fidesz, pasando por Polonia, las experiencias de política cultural local del
Frente Nacional Francés (Almeida, 2017) y los países nórdicos (Niklasson y
Hølleland 2018), hasta el cambio de agendas gubernamentales en la Europa
oriental (Dragićević Šešić, 2011). En este sentido, el caso húngaro es
particularmente representativo de las lógicas, finalidades y efectos de esta
política cultural. En la última década, el gobierno liderado por Viktor Orbán
instauró una corporación estatal clientelar, opaca y cerrada a la participación
social, encargada de derivar recursos hacia expresiones patrimonialistas y
condescendientes con la visión oficial de la cultura nacional (Bonet y
Zamorano, 2021). Al mismo tiempo, ha dispuesto mecanismos financieros con este
fin como el estrangulamiento de determinados proyectos culturales del sector
independiente en la ciudad de Budapest, que ahora debe contar con ayudas distritales
o supranacionales para poder desarrollar su actividad. También ha desplegado
formas de control (in)directo sobre los artistas e intelectuales “liberales”,
como el reemplazo de responsables de teatros y espacios culturales o la no
renovación de contratos, para alinear la programación artística con sus
intereses.
La acción
político-cultural de Vox: notas sobre sus antecedentes en el Parlamento español
y el gobierno de Castilla y León
La emergencia de
Vox hace una década es multicausal. Ha sido descifrada a partir del colapso
financiero del año 2008, la ruptura del bipartidismo y la crisis política
relacionada con el desarrollo del proyecto independentista catalán. La
literatura lo sitúa ideológicamente en la extrema derecha o la extrema derecha
populista (Cabezas, 2022; Mudde, 2019). En 2018 ingresó en un parlamento
autonómico por primera vez, pero adquirió mayor proyección pública y poder
político a partir del siguiente año, cuando se situó como tercera fuerza en las
elecciones generales con 52 escaños en el Congreso de los Diputados.
Desde entonces se
han sucedido otros hitos remarcables a nivel territorial. En febrero de 2022,
Vox obtuvo 13 escaños en las elecciones autonómicas de Castilla y León, lo que
le permitió entrar por primera vez en el gobierno regional en coalición con el
Partido Popular. Así, este partido ocupó tres consejerías, Agricultura,
Industria y Empleo y Cultura, más la vicepresidencia regional. Tras las
recientes elecciones de mayo, el extorero Vicente Barrera asumió el cargo de
vicepresidente y consejero de Cultura en Comunidad Valenciana por Vox. Y se
llegó a sugerir que, en caso de haber integrado la coalición ganadora de las
elecciones generales, podría asumir el Ministerio de Cultura.
La Agenda España
(2021) pone en el centro diversos clasificadores culturales, como la familia
tradicional, la llamada fiesta nacional (corridas de toros)
Pero el vínculo
estratégico de Vox con lo cultural no es nuevo. La “Agenda España” (2021) pone
en el centro diversos clasificadores culturales, como la familia tradicional,
la llamada fiesta nacional (corridas de toros) o la lucha contra el relativismo
cultural basada en la hispanidad. Dicho enfoque puede sintetizarse en la
siguiente narrativa: “Las diferentes agendas globalistas perseveran en las
mismas recetas fallidas de siempre para combatir la desigualdad social: fomento
de la inmigración ilegal, aumento de la presión fiscal e incremento del gasto
político (fundamentalmente relacionado con la ideología de género, el
multiculturalismo o la nueva religión climática)”. Este esquema opone asimismo
la idea de nación y pueblo a una elite manipuladora y represora de la identidad
nacional: “Debemos denunciar también a la mafia intelectual que pretende decir
quién puede escribir, quien puede cantar, quién puede actuar o realizar una
película en España”.
Podemos también
rastrear la política cultural de Vox en el Parlamento español, que ha sido
utilizado como foro de disputa ideológico-cultural, y también en su breve
recorrido en el Gobierno de Castilla y León.
El Parlamento
español ha sido utilizado por Vox como foro de disputa ideológico-cultural
Un repaso por
algunas intervenciones parlamentarias permite ilustrar la línea del partido en
su actividad cultural en el Congreso. En 2020, Vox se pronunciaba sobre el Real
Decreto-ley 32/2020, de 3 de noviembre (130/000033), por el que se aprobaron
medidas sociales complementarias para la protección por desempleo y de apoyo al
sector cultural. El Diputado nacional López Maraver señalaba que:
“El Gobierno nos
trae un real decreto en el que ha dejado abandonado a todo el sector cultural y
lo manda a la miseria. Ya no convencen ni a sus cuatro amigos millonarios del
artisteo progre regados con paguitas. Pretenden ahora colárnosla diciendo que
se les han acabado las paguitas de primavera-verano y ahora vienen con la
colección otoño-invierno. Y ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, le
ofrecemos una limosna al mundo del toro y al del circo”.
La cita condensa
dos elementos claves en la estrategia político-cultural de Vox que serán una
constante a lo largo de los últimos años. Por un lado, la disociación de la acción
cultural “progre” o de una élite privilegiada de izquierda de las necesidades
del pueblo español. Por otro lado, la legitimación de expresiones típicamente
españolas y de “arte con mayúsculas” como parte de aquel patrimonio excluido de
la acción gubernamental con particular atención a los toros y al arte circense,
este último vinculado a la idea de familia.
El mismo año, Vox
consultaba a la Comisión de Cultura y Deporte sobre las “gestiones realizadas
por el ministro de Cultura y Deporte con el sector cultural para solventar la
crisis económica del coronavirus, así como las consecuencias de dicho
compromiso. (181/000105)”. El diputado Ramírez del Río (académico en el campo
de la literatura), indicaba entonces que:
“Prácticamente
todos los subsectores del mundo cultural han mostrado su malestar en un momento
u otro y han llegado a pedir la dimisión del ministro de Cultura, el señor
Rodríguez Uribes, desde los trabajadores del mundo de la tauromaquia hasta los
auxiliares de los espectáculos, desde artistas plásticos, como Antonio López,
hasta colectivos del mundo del circo, y todo ello se debe en gran parte a que
consideran que no ha habido unas medidas lo bastante potentes como para
proteger al mundo de la cultura”.
Desde esta forma,
se señalan ciertos actores del ámbito cultural excluidos de las ayudas públicas
o relegados por la política oficial, donde destacan repetidamente sectores
distintivos (toreo, circo, etc.), los técnicos y una serie de artistas
presentados como parte del patrimonio nacional tradicional.
El Grupo
Parlamentario Vox también participó de la “Solicitud de comparecencia del
ministro de Cultura y Deporte, ante la Comisión de Cultura y Deporte, para
informar sobre las medidas de apoyo al sector cultural en relación a la
situación provocada por el covid. (213/000375)”, donde se pronunciaron del
siguiente modo:
“También se
advierte una impronta ideológica en el campo feminista. Señalan en la primera
página del real decreto que la crisis del covid está afectando especialmente a
las mujeres, cuando la mortalidad en hombres está siendo muy superior, más o
menos dos tercios de los fallecidos son hombres y un tercio, mujeres. También
se incluye una financiación mucho más alta –esto ya es una línea general en el
ministerio, pero en este caso particular se lo tengo hacer notar– para
películas dirigidas por mujeres frente a películas dirigidas por hombres. Tenga
en cuenta que estamos hablando de género, no estamos hablando de sexo, y que es
autopercibido, por lo cual, dependiendo de cómo vea la financiación Santiago
Segura, se puede ver usted financiando el 65% de los gastos de Torrente 6. Yo
se lo advierto para que no se lleve luego sorpresas.”
Así, bajo una
estrategia populista, la diatriba contra la política feminista mediante la
instrumentalización de la política de cuotas o la estigmatización del colectivo
trans contribuyen a fomentar la divisoria élite/pueblo en la narrativa
político-cultural.
Una línea similar
ha seguido la acción cultural autonómica en la Junta de Castilla y León desde marzo
de 2022. El consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Gonzalo Santonja, es un
doctor en filología hispánica especialista en la historia del toreo, práctica
que apoya activamente.
El programa de la
Consejería para los próximos años establece ocho ejes de acción, entre los que
destacan “El español”, “Fueros y cartas de pueblas o la epopeya de la
libertad”, la “España que resiste”, “Diálogos españoles o el genio de las
Españas” o “La riqueza del patrimonio cultural, valores éticos,
medioambientales, culturales y económicos del toro”. Bajo una visión romántica
del patrimonio taurino, se puntualizan una serie de políticas en este ámbito
como ciclos novilleriles puestos en marcha por el equipo anterior de Gobierno,
la revisión de la estructura y funciones de la Mesa de la Tauromaquia y
posibles reformas del Reglamento Taurino en las cuales integrar componentes
patrimoniales. El texto también anuncia la formación de Centro Documental
Taurino, para conservar el acervo documental sobre la tauromaquia regional. Con
respecto al eje “El deporte, necesidad y derecho” se indica:
“Y si el fundamento
de una sociedad sana es la familia, el deporte en familia es fuente de
infinidad de beneficios sociales para afianzar las relaciones intrafamiliares,
llenar el ocio de estímulos y educar a los más jóvenes en la cultura del mérito
y el esfuerzo, acentuando los lazos de la convivencia y uniendo a los mayores
con los de menor edad”.
En el último año,
la política cultural regional ha concretado alguna de las medidas mencionadas,
relacionadas con el patrimonio y la promoción de la lengua bajo la citada
impronta discursiva y con un importante incremento presupuestario. Pero la
tarea de la Junta ha evidenciado otros ejes de gestión y derivadas de la
implementación de este proyecto cultural. Por ejemplo, la Consejería de Cultura
ha comenzado gestiones orientadas a evitar la remoción de 190 símbolos
franquistas en cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática mediante
declaraciones de Interés Cultural.
¿Hacia dónde se
dirige la política cultural de la ultraderecha?
Las experiencias
señaladas y el posicionamiento estratégico de Vox en torno a la gestión
cultural pública sugieren que este campo de acción se fortalecerá y será clave
para la disputa ideológica tras las pasadas elecciones generales. En esta línea
se pronunció Santiago Abascal en el mitin de cierre de campaña para dichos
comicios: “Hacemos lo que quieren aquellos que nos han dado la confianza, y lo
primero es cambiar las políticas culturales de la izquierda. Así es que sepan
que hemos llegado aquí, sí, para cancelar sus programas culturales; los hemos
cancelado, los vamos a cancelar y los cancelaremos”. A falta de un mayor
control sobre otras esferas clave de la administración subestatal, como las
carteras económicas o de trabajo, esta política servirá de caja de resonancia
para la polarización del campo político-ideológico mediante de la lengua
“española”, el patrimonio tradicional, la familia o los toros[2]. Dichos
activos serán posiblemente instrumentalizados como un capital simbólico
orientado a la estigmatización de la diversidad interna en el país –por
ejemplo, con respecto a las lenguas minoritarias– que busca contribuir a
consolidar la dicotomía élite-pueblo propuesta por la ultraderecha. Lo que nos
enseña el caso húngaro, con intelectuales orgánicos como Békés Márton –quien ha
declarado su afición por la obra de Antonio Gramsci–, es que lo que comienza
como un esquema de acumulación de poder puede acabar en un régimen censor de
largo alcance.
Referencias
Almeida, D. (2017).
“Cultural Retaliation: The Cultural Policies of the ‘New’ Front National.”
International Journal of Cultural Policy 25 (3): 269–281.
Bogaards, M.
(2009). “How to Classify Hybrid Regimes? Defective Democracy and Electoral
Authoritarianism.” Democratization 16 (2): 399–423.
Bonet, Lluis
& Zamorano, Mariano Martín (2021)
Cultural policies in illiberal democracies: a conceptual framework based on the
Polish and Hungarian governing experiences, International Journal of Cultural
Policy, 27:5, 559-573.
Cabezas, Marta
(2022). "Silencing Feminism? Gender and the Rise of the Nationalist Far
Right in Spain". Signs. Chicago. 47 (2): 319–345.
Dragićević Šešić,
M. (2011). “Cultural Policies, Identities and Monument Building in
South-Eastern Europe.” In Cultural Identity Politics in the (Post) Transitional
Societies, edited by N. Milohnic and A. Svob-Djokic. Zagreb: IMO.
Mudde, Cas (2019).
The Far Right Today. John Wiley & Sons. pp. 40, 41, 174. ISBN
978-1-5095-3685-6.
Niklasson, E. &
Hølleland, H. 2018. The Scandinavian Far-Right and the New Politicisation of
Heritage. Journal of Social Archaeology, 18: 121-48. Cross Ref Google Scholar.
Whyat, Sara (2023).
Free to create: artistic freedom in Europe, Council of Europe report on the
freedom of artistic expression.
Zakaria, F. (1997).
“The Rise of Illiberal Democracy.” Foreign Affairs 76 (6): 22–43.
[1] Diversas
administraciones del Estado español, tanto del PP como del PSOE, han comandado
o acompañado políticas que contestaron la diversidad cultural o reprimieron
ciertas expresiones artísticas subalternas en las últimas décadas. Por ejemplo,
bajo el proyecto Marca España (2012), instrumentalizado en clave de
señalamiento de aquellos actores disidentes con la misma al interior del país.
También mediante los efectos de Ley Orgánica 4/2015 (Ley Mordaza) que ha
supuesto la censura, persecución y encarcelamiento de diversos artistas.
[2] Cabe apuntar
también las recientes manifestaciones del portavoz de campaña del PP y
vicesecretario de Cultura, Borja Sémper, con respecto a la necesidad de
“preservar la tauromaquia como una expresión cultural de todos los españoles”.
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