jueves, 13 de abril de 2023

SINDICALISTAS QUE IGNORAN LA LUCHA DE CLASES

 

SINDICALISTAS QUE IGNORAN 

LA LUCHA DE CLASES

POR JOSÉ ESTRADA CRUZ

Reciente noticia de que en Valencia se está estudiando la posibilidad de establecer la jornada laboral de cuatro días repartidas en 32 horas a la semana. Ahora resulta que la reducción de la jornada ya no la reivindican los trabajadores emplazados por sus representantes sindicales, sino a base de encuestas en las que se pregunta al personal por muchas cosas menos por el reparto del trabajo y la de riqueza, si considera que los avances logrados ya dan de sobra para vivir como en los cuentos de las mil y una noche,  (decía Piotr Kropotkin hace 130 años, en su libro “La justicia del pan”), o que qué les parece que por estos lejanos años del siglo 19, algún que otro marxista, ya razonara semanas de trabajo de 28 horas.

 

Esta información valenciana me recordó que, a esto mismo, el ABC hacía referencia el jueves día 6 de este mismo mes. ¡No, por supuesto! no soy lector del referido. Por desgracia, es en el Tanatorio de la M-30 de Madrid, en la sala del velatorio, encima de la mesa estaban los periódicos El País y el ABC, me daba lo mismo coger uno que otro; opto por el segundo, lo ojeo y en las primeras páginas leo una breve reseña sobre reducción de la jornada de trabajo en Alemania que me envía a la página 30. Más de media hoja habla del tema, en su titular se lee: el Sindicato IG Metall alemán exige la semana laboral de 4 días. R. S. corresponsal en Berlín comienza la noticia escribiendo: “La semana laboral de cinco días fue un adelanto del siglo XX que ha perdido vigencia en el siglo XXI. Eso es al menos lo que piensa el poderoso sindicato alemán IG, el dominante en Alemania con 2,6 millones de afiliados. El negociador jefe de IG Metall en la industria siderúrgica del noroeste de Alemania, Kunt Giesler, quiere pasar a la próxima ronda de negociación que es del convenio colectivo con la introducción de esta demanda de una semana laboral de cuatro días, 32 horas semanales y el salario completo”.

 

En los razonamientos que leo de este dirigente sindical en la entrevista, más parece el argumentario de la empresa que el de un sindicalista que defiende los intereses de los trabajadores metalúrgicos. Geslier dice: “reducir a este nivel la jornada es bueno para atraer jóvenes al sector, para que la industria de acero sea más atractiva, el experimento se ha de hacer con tiempo para no abrumar a los empleadores… Hay muchas plazas vacantes para la formación en el sector y creemos que la introducción de la semana de cuatro días puede ser un poderoso remedio contra la escasez de trabajadores cualificados”.

 

A medida que voy leyendo, interés de empresa es cuanto transmite a la periodista y eso es lo que, “casualidad”, se viene a expresar en los últimos párrafos.  Aquí nos viene a decir, que tras de experimentos en el Reino Unido, que al parecer se hicieron con decenas de empresas y varios miles de trabajadores, se demuestra que la reducción de 35 a 32 horas semanales, gana incluso en aumento de la productividad. Holger Schäfer, economista y experto del Instituto de Investigación Económica de Colonia, critica a las empresas que organizaron y desarrollaron el experimento, tachándoles de manipuladores…

 

El sindicalista Geslier argumenta que han pasado 30 años desde la semana de 35 horas a hoy y que ya toca rebajarla a 32. Se olvida o ignora otras comparaciones históricas, como es la conquista de las 48 horas semanales lograda en el siglo 19 y principios del 20, y de los saltos vertiginosos técnicos y científicos que desde entonces a nuestros días se han venido produciendo. Tampoco le viene a la mente razonar sobre la producción absurda e innecesaria para la humanidad. También se olvida de la falta de calidad (obsolescencia programada) y, por ende, de los estragos que se vienen provocando en el medio ambiente.

 

Menos aún se puede esperar que, de su amoldado cerebro, surja la idea de un sistema social y económico realmente diferente, socializado, qué a estas alturas, con los descomunales avances alcanzados en lo productivo, permitiría en estos momentos trabajar jornadas reducidísimas. Ya en el siglo 18 los socialistas utópicos y anarquistas teorizaban jornadas de 7 y 8 horas; a estos, de manera más científica, en el siglo 19 se les suma los marxistas. Visto lo visto, e infinidad argumentos para demostrar, en el trabajo humano de la producción, a día de hoy (de lo que de verdad precisa la humanidad para su bienestar) podría sobrar el 80% del esfuerzo que se está haciendo.

 

Estos modernos y “poderosos” sindicalistas, deseducados en la lucha de clases, para nada están en condiciones de pensar y preguntarse en términos de, que sería hoy el mundo del trabajo y el de las personas, si en vez de estar obligadas a caminar por derroteros competitivos, de confrontaciones criminales entre países y empresas (también entre trabajadores) por el contrario, se hubiera transitado por la vía de la colaboración, de la solidaridad mutua, recíproca, entre las naciones y sus pueblos. Lógico es pensar que no hubiera habido ausencia total de inconvenientes, incomprensiones y “confrontaciones”, pero en ningún caso se habrían podido desarrollar los brutales y terroríficos inventos de armamento existentes, ni las confrontaciones terribles que afectan gravemente en las personas, en los animales y en el medioambiente.

 

El caso es que,  (mirémoslo con análisis desde perspectivas en que la inteligencia humana vaya envuelta en lógicas de bienestar social, por tanto con verdad y razón para acabar con el sistema capitalista que es el principal obstáculo)  puede comprobarse con obvia claridad  el disparatado desfase existente entre la jornada que se está trabajando a día de hoy y, la que se podría estar realizando si se tiene en cuenta que se produce en exceso y mucha de esta producción innecesaria, por además, de mala calidad. Parecidamente debemos razonar del trabajo que se hace en servicios.

 

Y toda esta amalgama de despropósitos, de contradicciones y aberraciones del sistema dominante, está siendo posible debido a la “educación” que se viene impartiendo, desde diversos frentes, en contraposición con la que debería ser impartida. De manera qué, quienes continuamos luchando de verdad por la verdad, seguimos insistiendo en la importancia que tiene explicar la historia de la humanidad, de su economía, de la lucha de clases, etc. Siempre con la finalidad de que la lucha por un mundo infinitamente mejor, sea profunda en su riqueza histórica.

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