BANQUETE DE SÁTRAPAS
DAVID BOLLERO
Mohamed VI y sus hijos Moulay
El Hassan (príncipe heredero), y Moulay Rachid, comparten iftar con Pedro
Sánchez. - Ministerio de Asuntos Exteriores de Marruecos
Pedro Sánchez consumó su fechoría democrática y, a pesar de no contar ni con el respaldo del Consejo de Ministros ni del Congreso, acordó con Mohamed VI una política que sitúa a España del lado del invasor ilegal del Sáhara Occidental. Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua que sátrapa es quien gobierna despótica y arbitrariamente y hace ostentación de su poder y eso es, precisamente, lo que hizo ayer Sánchez, que al ser preguntado por su soledad parlamentaria zanjó la cuestión con que es él y sólo él quien marca la política exterior de España.
Viajaba Sánchez a
Rabat con un claro mandato del Congreso al que sólo se opuso el PSOE: España
ratifica el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, tal y como
contemplan las resoluciones de la ONU. A pesar de ello, el presidente del
gobierno ha impuesto su postura, haciendo temblar los pilares de nuestra misma
democracia. ¿De qué sirve nuestra Constitución y su Título III que regula el
funcionamiento de las Cortes Generales si Sánchez lo ignora y de manera
autoritaria dicta nuestra política exterior?
Quién le iba a
decir a Sánchez que terminaría pareciéndose tanto a José Mª Aznar, cuando éste
embarcó a España en 2003 en una guerra preventiva contra Irak, inventándose
unas armas de destrucción masiva que jamás existieron y ninguneando, como ahora
hace el socialista, al Parlamento y a la ciudadanía españolas.
El primer punto de
la declaración conjunta suscrita por los dos sátrapas es el referido al Sáhara
Occidental, cuestión en la que se indica que "España considera la
iniciativa de autonomía marroquí como la base más seria, realista y creíble
para resolver este diferendo". Y no es así, tal y como la votación de ayer
en el Congreso demostró, por cuyo resultado pidió perdón al pueblo saharaui el
diputado socialista Odón Elorza.
Una declaración conjunta,
además, que ni siquiera menciona a Ceuta y Melilla sobre las que Marruecos
continúa con su deseo de anexionarlas, pese a que Sánchez insiste en destacar
la unidad territorial de España. Habla el documento de "inaugurar una
etapa sin precedentes en las relaciones entre ambos países", pero lo
cierto es que éstas mantiene el histórico hilo conductor: la sumisión española
al régimen alauita.
En los 23 años de
reinado de Mohamed VI, el monarca únicamente ha venido a España en visita
oficial una sola vez: en 2005. En 2013 tenía prevista una segunda visita, pero
a 15 días de la misma la aplazó... y hasta ahora. Cada vez que se le antoja al
sátrapa alauita, es el presidente del gobierno español o sus amigos Borbones
quienes han de viajar hasta Rabat. Quizás, por su continua violación del
Derecho Internacional, por cómo pisotea los Derechos Humanos del pueblo
saharaui, tal y como han documentado profusamente todas las ONGs sobre el
terreno, Mohamed VI sabe que en España sería recibido como merece... como realmente
merece. Y su calaña le impide afrontarlo, apoderándose de él la cobardía.
El mismo día que
Sánchez decidió someterse al chantaje de Marruecos mientras hablaba de
"buena vecindad", dos españoles eran retenidos, golpeados, amenazados
de muerte y expulsados del Sáhara Occidental. Lo normal entre buenos vecinos.
El activista Oriol Puig (Sàhara Dempeus) y el fotoperiodista recién llegado de
Ucrania David Melero intentaban llegar a Bojador, donde se encuentra la
activista Sultana Jaya, en arresto domiciliario ilegal desde noviembre de 2020
durante el cual ha sido golpeada, torturada y violada por las fuerzas
marroquíes.
Horas antes del
banquete de sátrapas, Puig y Melero eran conducidos al desierto por agentes
marroquíes, donde fueron golpeados y amenazados con asesinarlos y ser
enterrados allí mismo si no abandonaban el país. Una práctica, por otro lado,
habitual por parte de las fuerzas de ocupación marroquíes contra el pueblo
saharaui en los Territorios Ocupados del Sáhara Occidental, esos que ahora Sánchez
pretende entregar a Mohamed VI sin importarle el destino de los saharauis.
Esta "etapa
sin precedentes en las relaciones entre ambos países" es puro humo. De
hecho, prácticamente son las mismas palabras que se emplearon hace una década
tras la celebración de la X Reunión de
Alto Nivel (RAN) entre Marruecos y España, cuando se firmó la Declaración de
Rabat y una declaración conjunta en la que, por cierto, se indicaba que
"en lo relativo a la cuestión del Sáhara, las dos partes han subrayado la
importancia de la reanudación de las negociaciones sobre bases sólidas, de
conformidad con las resoluciones y los parámetros claramente definidos por el
Consejo de Seguridad, incluyendo el realismo y el espíritu de compromiso, para
llegar a una solución política a este contencioso que ha durado demasiado
tiempo. España ha saludado también los esfuerzos serios y creíbles de
Marruecos".
En contra de la
voluntad del pueblo español, Sánchez ha cambiado el saludo por el apoyo,
situando a España contra el pueblo saharaui y el Derecho Internacional. Este
despotismo no debería quedar aquí si realmente somos esa democracia plena de la
que el mismo Sánchez presume. Unidas Podemos debería tomar cartas en el asunto
de una vez por todas, aun a costa de romper la coalición. De no hacerlo, es muy
posible que en las urnas les pase factura a ambas formaciones, comenzando por
las inminentes elecciones andaluzas en las que ni siquiera el miedo a la
extremaderecha parece ya suficiente para avalar a quien no respeta los pilares
de nuestra democracia.
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