¿Y AHORA QUÉ?
JAVIER
PÉREZ ROYO
Si el presidente hubiera cedido a la
exigencia de Junts, Puigdemont habría tenido la llave de la legislatura y de la
convocatoria de las nuevas elecciones sin tener que llegar a un acuerdo con
Alberto Núñez Feijóo para presentar una moción de
Con su voto coincidente con el del PP y
Vox para derogar el Real Decreto-Ley ómnibus, Junts ha puesto de manifiesto por
qué el presidente del Gobierno no debe plantear una cuestión de confianza. Si
Pedro Sánchez hubiera atendido la exigencia de Junts, el Gobierno se habría
sometido a la alternativa de un chantaje inasumible o una dimisión segura. La
derogación de un Real Decreto-Ley es una derrota para el Gobierno, pero no
conlleva la dimisión de su presidente. La votación negativa de una cuestión de
confianza, sí.
Entre 1979 y 2011 hubo diez elecciones generales. Entre 2015 y 2025 ya llevamos formalmente cinco, pero materialmente seis.
La primera en este periodo, que es la
undécima en la etapa democrática, fue la del 20 de diciembre de 2015. El Rey no
llega inicialmente a proponer candidato, ya que Mariano Rajoy declina el
ofrecimiento que le hace el Monarca. Pedro Sánchez sí es propuesto entonces
formalmente por el Rey, pero no consigue la mayoría de investidura,
disolviéndose de manera automática las Cortes y convocándose nuevas elecciones.
La segunda es la de 2016. Mariano Rajoy
sí acepta esta vez el ofrecimiento del Rey, quien lo propone formalmente como
candidato. Obtendrá la investidura gracias a la abstención del PSOE. Consiguió,
en consecuencia, una mayoría de investidura que no era simultáneamente mayoría
de Gobierno, como quedaría claro en la moción de censura que en julio de 2018
hizo presidente a Pedro Sánchez.
Quiere decirse, pues, que la segunda legislatura de esta nueva
fase fue formalmente una, pero materialmente dos: la de Mariano Rajoy y la de
Pedro Sánchez. Desde diciembre de 2015 las derechas españolas han carecido de
mayoría parlamentaria para gobernar. Las izquierdas más los nacionalistas sí
han dispuesto de dicha mayoría. La investidura de Mariano Rajoy en 2016 fue una
derivada no del resultado electoral, sino del procés.
En 2019 se inicia la tercera legislatura de esta nueva época,
que es en realidad la cuarta. En esta Pedro Sánchez no consigue mayoría de
investidura por falta de entendimiento con Podemos y hay que convocar nuevas
elecciones, de las que saldrá el primer Gobierno de coalición de la democracia.
En 2019 se iniciaron dos legislaturas: formalmente la tercera y cuarta;
materialmente la cuarta y quinta.
En 2023 se inicia la quinta que es la sexta legislatura de la
nueva época, en la que las izquierdas con los partidos nacionalistas siguen
teniendo mayoría parlamentaria como la tuvieron en la moción de censura de
2018, pero mucho menos consistente y más fragmentada que la de aquel
momento.
Pedro Sánchez se encuentra en una situación que es parecida a la
de Mariano Rajoy entre 2016 y 2018, por un lado, pero no por otro. En esta
legislatura no hay mayoría para una moción de censura. En esto se diferencia la
posición de Pedro Sánchez de la de Mariano Rajoy. Pero no está claro que
Pedro Sánchez disponga de una mayoría de gobierno. En esto sí se parece.
La ha tenido de investidura gracias a los siete escaños de Junts, pero no
dispone establemente de esa mayoría para gobernar, como se acaba de ver esta
semana con la votación del Real Decreto-Ley ómnibus.
Sobre lo que pueda pasar ahora se pueden contemplar diversos
escenarios, pero nada más. No hay precedentes en la historia parlamentaria de
estos cuarenta y seis años que nos permita proyectar una respuesta fiable al
interrogante que da título a este artículo.
Sobre todo, porque no está despejada todavía la cuestión clave
de esta legislatura y del futuro constitucional del país: la constitucionalidad
de la ley de amnistía. Hasta que el Tribunal Constitucional no dicte sentencia,
no estará cerrada la etapa del procés y normalizada la participación política
del nacionalismo catalán ni en Catalunya ni en España, condición sine qua non
para que el Estado de las Autonomías opere con regularidad.
Yo pensaba ingenuamente que esto lo tenía asumido el
nacionalismo catalán, pero, por lo visto, no es así. El riesgo que corremos
todos es enorme.
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