miércoles, 29 de enero de 2025

¿Y AHORA QUÉ?

¿Y AHORA QUÉ?

JAVIER PÉREZ ROYO

Si el presidente hubiera cedido a la exigencia de Junts, Puigdemont habría tenido la llave de la legislatura y de la convocatoria de las nuevas elecciones sin tener que llegar a un acuerdo con Alberto Núñez Feijóo para presentar una moción de

Con su voto coincidente con el del PP y Vox para derogar el Real Decreto-Ley ómnibus, Junts ha puesto de manifiesto por qué el presidente del Gobierno no debe plantear una cuestión de confianza. Si Pedro Sánchez hubiera atendido la exigencia de Junts, el Gobierno se habría sometido a la alternativa de un chantaje inasumible o una dimisión segura. La derogación de un Real Decreto-Ley es una derrota para el Gobierno, pero no conlleva la dimisión de su presidente. La votación negativa de una cuestión de confianza, sí.

Entre 1979 y 2011 hubo diez elecciones generales. Entre 2015 y 2025 ya llevamos formalmente cinco, pero materialmente seis. 

La primera en este periodo, que es la undécima en la etapa democrática, fue la del 20 de diciembre de 2015. El Rey no llega inicialmente a proponer candidato, ya que Mariano Rajoy declina el ofrecimiento que le hace el Monarca. Pedro Sánchez sí es propuesto entonces formalmente por el Rey, pero no consigue la mayoría de investidura, disolviéndose de manera automática las Cortes y convocándose nuevas elecciones.

La segunda es la de 2016. Mariano Rajoy sí acepta esta vez el ofrecimiento del Rey, quien lo propone formalmente como candidato. Obtendrá la investidura gracias a la abstención del PSOE. Consiguió, en consecuencia, una mayoría de investidura que no era simultáneamente mayoría de Gobierno, como quedaría claro en la moción de censura que en julio de 2018 hizo presidente a Pedro Sánchez.

Quiere decirse, pues, que la segunda legislatura de esta nueva fase fue formalmente una, pero materialmente dos: la de Mariano Rajoy y la de Pedro Sánchez. Desde diciembre de 2015 las derechas españolas han carecido de mayoría parlamentaria para gobernar. Las izquierdas más los nacionalistas sí han dispuesto de dicha mayoría. La investidura de Mariano Rajoy en 2016 fue una derivada no del resultado electoral, sino del procés.

En 2019 se inicia la tercera legislatura de esta nueva época, que es en realidad la cuarta. En esta Pedro Sánchez no consigue mayoría de investidura por falta de entendimiento con Podemos y hay que convocar nuevas elecciones, de las que saldrá el primer Gobierno de coalición de la democracia. En 2019 se iniciaron dos legislaturas: formalmente la tercera y cuarta; materialmente la cuarta y quinta.

En 2023 se inicia la quinta que es la sexta legislatura de la nueva época, en la que las izquierdas con los partidos nacionalistas siguen teniendo mayoría parlamentaria como la tuvieron en la moción de censura de 2018, pero mucho menos consistente y más fragmentada que la de aquel momento. 

Pedro Sánchez se encuentra en una situación que es parecida a la de Mariano Rajoy entre 2016 y 2018, por un lado, pero no por otro. En esta legislatura no hay mayoría para una moción de censura. En esto se diferencia la posición de Pedro Sánchez de la de Mariano Rajoy.  Pero no está claro que Pedro Sánchez disponga de una mayoría de gobierno. En esto sí se parece.  La ha tenido de investidura gracias a los siete escaños de Junts, pero no dispone establemente de esa mayoría para gobernar, como se acaba de ver esta semana con la votación del Real Decreto-Ley ómnibus.

Sobre lo que pueda pasar ahora se pueden contemplar diversos escenarios, pero nada más. No hay precedentes en la historia parlamentaria de estos cuarenta y seis años que nos permita proyectar una respuesta fiable al interrogante que da título a este artículo. 

Sobre todo, porque no está despejada todavía la cuestión clave de esta legislatura y del futuro constitucional del país: la constitucionalidad de la ley de amnistía. Hasta que el Tribunal Constitucional no dicte sentencia, no estará cerrada la etapa del procés y normalizada la participación política del nacionalismo catalán ni en Catalunya ni en España, condición sine qua non para que el Estado de las Autonomías opere con regularidad. 

Yo pensaba ingenuamente que esto lo tenía asumido el nacionalismo catalán, pero, por lo visto, no es así. El riesgo que corremos todos es enorme. 

 

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