A RASTRAS CON LOS 20 N Y EL HISPANO FASCISMO
FRANCISCO JAVIER GONZALEZ
Estoy algo
asqueado, y por qué no decirlo, cabreado con la danza y contradanza que se
traen gobierno, iglesia y nietos del asesino dictador enterrado, al menos aún,
en la Basílica de Cuelgamuros en espera de su traslado, dicen que al adefesio
arquitectónico que es la Almudena madrileña. Al parecer, la familia tiene en la
Cripta de esa catedral un agujero de su propiedad donde meter a la moderna
momia del “Caudillo”, con la insana y no oculta intención de convertirlo en
lugar del culto fascista al dictador. Vista la sempiterna hipocresía vaticana
que Bergoglio exhibe y como los Papas, según ellos, en materia de fe y
costumbres son infalibles, supongo que Francisco -Franciscus PP- habrá heredado
algo del pensamiento de su antecesor , Ratzinger o Benedicto XVI, que visitó
España en 2010 y cuyas “jugosas” declaraciones avalaban la tesis de que los
monarcas españoles tendrían que declarar una nueva cruzada contra los enemigos
de la Iglesia, y de la Patria, of course.
Como no quiero
dedicar más tiempo a los berringallos del fascismo español, por lo que,
teniendo encima otra vez un 20N, me limito a transcribir de nuevo un artículo
al respecto que hice hace 8 años. Vale igual porque, aparte de que Bergoglio
sustituyó a Ratzinguer que es el que figura en el artículo reproducido, de
facto y a este respecto, nada ha cambiado y si algo es diferente es por puro
gatopardismo. Cambiar algún fisquito para que todo siga igual
EL NEOFASCISMO Y
LOS 20 N.
Los 20 de noviembre
de mi infancia lagunera venían marcados por redobles de tambor, caralsoles,
brazos en alto y camisas azules con correajes calle Carrera arriba, camino de
la Concepción. Allí, un catafalco embanderado esperaba a la raquítica comitiva
y los escasos acompañantes para que el cura repartiera algunos hisopazos al vacío
ataúd y rezara sus responsos por “El Ausente”, de nombre civil José Antonio
Primo de Rivera, al que todos conocíamos por los retratos ya algo descoloridos
que, con los de Franco, flanqueaban los crucifijos en todas las aulas
escolares.
Era el llamado “Día
del Dolor”, aunque no parecía doler mucho a nadie. Más tarde, cuando entre el
yerno y otros guirres prolongaron la agónica vida del dictador español, para
hacer coincidir la fecha su muerte con la del “Ausente” y llevárselos juntitos
– bajo palio, por supuesto- a la Basílica del Valle de Cuelgamuros, rebautizada
como “de los Caídos”, aunque debería ser “Cuelgamuertos”, el 20 N vino a
demostrar que, en el estado español, aparte del propio y ya extinto
“Generalísimo”, de Carrero Blanco, aquel criminal de guerra que subió en coche
al cielo por obra y gracia de la ETA, de Fraga el dueño de la calle, del llorón
Arias Navarro y del Rey que lo sucedía, no existían franquistas. Todos eran
demócratas y centrados políticamente por lo que el “Día del Dolor” pasó a ser
de cierto júbilo más o menos disimulado, unos por puro sentimiento de
liberación y otros por heredar la satrapía que no era poco negocio.
Todos pensábamos
que fechas como esa del 20N, o las del “Día de la Victoria”, habían pasado al
rincón de los malos recuerdos junto con las del 18 de Julio, con sus pagas
extras ad hoc y con los nombres fascistas de calles incluidos, salvo, por
supuesto, la Cruz de los Caídos y la chicharrera estatua a Franco en la Avenida
Anaga que son inamovibles por obra y gracia de un consistorio afuchado. Pero de
eso, nada. Parece que han recibido nuevas ínfulas a partir de las palabritas
del Papa desde el avión en que, a costa nuestra, viajó a España para oficiar de
inaugurador de Basílicas y poner en marcha ese nuevo “dicasterio” –nombre que
la Curia aplica a las “Congregaciones”, que son algo así como los ministerios
del gobierno papal- dedicado a la “Nueva Evangelización” que, por lo visto,
necesitamos los descreídos y las víctimas de la pederastia eclesial.
El señor Papa se
dejó caer diciendo “que en España -suponemos que colonias incluidas- ha nacido
también una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo
como hemos visto precisamente en los años 30” y eso ha bastado para que todo el
mundo se ponga a adornar la frasecita con relatos de feroces turbas rojas
quemando iglesias y destripando curas. Yo, por supuesto, aún era nonato con la
República Española, aquella que obligó a la Santa Iglesia a declarar como
“Cruzada” a una guerra de un millón de muertos y de innúmeros “desaparecidos”
en ignominiosas fosas comunes.
No conocí lo que
pasó en la metrópoli aunque se encargaban en la escuela de retratárnoslo
diariamente, pero si viví en la lluviosa Aguere monacal los plúmbeos años de la
post-Guerra de España. Allí, en La Laguna, era fama lo “dura” que fue para la
Iglesia esa etapa republicana. Además de la sensible baja en los cepillos
eclesiales y en los estipendios de bautizos y bodas, cuentan y no acaban de
cómo las hordas rojas tiraron un piano por la ventana del tercer piso de la
Juventud Católica, al lado del Obispado, aunque las malas lenguas lo achacan a
los mismos católicos jóvenes no sé si por algún enfado con el pianista o como
un acto de “Propaganda Fidei”. ¡Terrible pecado por el que los huesos de miles
de canarios terminaron en pinares, pozos, simas, apotalados …, mientras se
entonaban los tedeums victoriosos y enanos dictadores entraban bajo palio a las
catedrales! También conocí, de primera mano, a rojos asustados que no querían
ni oír hablar de Gando o de Fyffes, o a desgraciados homosexuales a los que el
nombre de Tefía hacía estremecer; a niños formados y pasados lista para la
obligatoria misa dominical; a personas -mi padre mismo- que no entraban a los
cines hasta después de pasado el NO-DO y a los apestados de la sociedad que
convivían maritalmente sin sacramentos previos al lado de las bienvistas
barraganas oficiales de los muy católicos maridos de misa de doce.
Supongo que es eso
lo que el señor Papa quiere resucitar, ya que por dinero recibido del estado no
creo que sea, ni por falta de Concordato privilegiado, pero ha servido de
incentivo para que varios miles de fascistas y neonazis vayan a rezarle a las
tumbas del “Ausente” y del “Caudillo” en lo que ahora llaman la Basílica del
“Valle de la Cruz”. Parece ser que la Guardia Civil metropolitana impidió en la
explanada el despliegue de banderas españolas con la gallina fascista, pero
como en la Iglesia mandan papas, obispos, abades y curas, el día antes se
despacharon a gusto con una misa por los dos ilustres caballeretes, con otros
ídem allí asistentes como Blas Piñar y la Duquesa de Franco.
Los oficiantes de
la ceremonia no se han cortado un pelo. Así, un mogollón de curas, rodeados de
banderas españolas de las del franquismo -gallina negra incluida- y en la mejor
línea del pensamiento papal soltaron en la homilía perlas como que “aquí está
la España auténtica, la que evangelizó América, la que hizo frente a la herejía
protestante y al Islam y luego a las Revoluciones liberales, venciendo siempre.
No hay que tener miedo ante la actual persecución, sabiendo que Dios está con
nosotros y que volveremos a vencer”. La verdad es que, aunque mire a todos los
lados de este estado ateo no veo a nadie persiguiendo curas ni violando monjas,
pero a lo mejor es que lo hacen a la escondidilla.
Menos mal que
estamos a 3.000 Km de esa ilustre morada del pensamiento hispano y de que,
aquí, en la Canarias colonial, tenemos otro 20N diferente. Para nosotros nunca
ha sido un día que recuerde esos dolores fascistas. Aquí la memoria es más
antigua. El 20 de noviembre de 1487 Pedro Hautakuperche atravesó con su hastia
a un travestido Hernán Peraza que cubría su cota de malla con un sayal de
Iballa y en toda Gomera saltó de risco en risco el silbido que anunciaba a los
masacrados gomeros que “ya se rompió el gánigo de Guahedume” iniciando así la
“Rebelión de los Gomeros” contra el poder colonial. Caro lo pagaron los isleños
cuando los sicarios del gobernador de Gran Canaria, Pedro de Vera y de la
ninfómana Bobadilla, exmanceba de Fernando “El Católico” y futura del criminal
Alonso de Lugo, civilizaron la isla y a sus habitantes con el expeditivo y
cristiano método que nos cuenta el cronista Gómez Escudero que “… a todos los
de quince años para arriba, que no se perdonó a nadie, ahorcó, empaló, arrastro
con caballos, mandó a echar a la mar vivos con pesas en los pescuezos, a otros
cortó los pies y las manos vivos….”
Lo que parece claro
es que los Vera, Lugo y toda esa caterva siguen teniendo calles dedicadas con
la complacencia del “nacionalismo” canario, el mismo que mantiene las estatuas
y monumentos que el franquismo nos ha dejado como recuerdo.
Y es que a estos
caballeretes Dios los cría y ellos luego se arrejuntan, incluso a través de los
tiempos que para eso poseen un alma inmortal, o eso dicen.
Canarias a 18 de
noviembre de 2018
Francisco Javier
González
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