sábado, 10 de diciembre de 2016

ELLA Y LAS OLAS...



ELLA Y LAS OLAS...
DUNIA SÁNCHEZ

Pájaros huecos arrastran las palabras de una luna menguante donde ella se mece. Salvaje corre a ras de la arena alimentándola del ensueño. Sola habla con el ronronear del oleaje. Le pregunta al océano el por qué de la deriva de su entereza en los pozos inmiscuidos en su aliento. Noche, oscuridad. Solo el leve reflejo de sus ojos bajo este mundo desconcertante, desequilibrado. Ahuyenta las mosca que vagan por la orilla con sus manos, libres, pacíficas, calmadas. Se acuerda de una frase “nunca le des la espaldas al mar” . Ella no obedece y se vuelve. Solo observa la nada, un paisaje desalentado y apagado. La brisa viene, viene con su corpulencia fina y sutil.
               Decir Dioses de las mareas austeras a mi espalda el por qué de esta congoja, de este temor a batir mis alas desechadas en la plenitud de las constelaciones bosquejo de yeguas que nos llevan a los sueños. Estática. Ya no sueño. Hermética. Ya no anhelo. Fría. Ya no quiero la verticalidad de mis pasos por esta tierra. Miro fijamente mi mañana y no avisto el exalta de la alegría solo, un legado de míseras manos engarrotando mi garganta, borrando cada huella de mi respiración. Muerte. Sí, eso soy. Vacío. Sí, han pasado muchos años aniquiladores de mis singladuras. Daño. Mucho, demasiado. Tanto que la ventura del vivir no es carruaje para mí. Un papel blanco se interpone entre mis ojos y este mundo. Qué decir….qué decir….

Sí, no obedece a los añejos consejos. Una ola arremete contra ella. Se la lleva, la estrangula en el paraje de los ahogados. No intenta liberarse. Se deja llevar por la violencia del oleaje. Se detiene. Y la armonía y su temple hace que vuelva a la orilla, fatigada, dudosa. No entiende como aún puede estar viva. No le queda más remedio que seguir bajo la noche y su espalda el océano.
       Decir Dioses de las mareas me habéis devuelto aquí, a este lugar de mi huída. Que la ceguera y la sordera me llegue para no seguir olisqueando esta loca esfera. Mis brazos parecen raíces, raíces incrustadas muy fuertemente a este sitio. Sigo sin comprender ¡Si no quiero seguir¡ Continuar despertando en la desnudes del albo bajo los influjos de un espejo rajado. Quiero irme. Lejos, muy lejos. Ausentarme de todo mal errante en estas entrañas. ¡Por qué me habéis hecho brotar de nuevo¡ No. No…No quiero que venga la mañana, permaneceré dormida en círculos donde llameantes cuchillos arranquen cada herida, cada llaga, cada cicatriz erecta en la memoria ¡Huida¡ Si, ya me voy.

Se da la vuelta, pardelas la acompañan. Ella en el callar del nocturno deja de tejer sus cavilaciones. Se introduce en el mar. Una marea brusca la viene a recoger, a darle la mano para llevársela.

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