QUÉ ES PEOR QUE UNA CONSTITUCIÓN CADUCA
DAVID
BOLLERO
En el 38 aniversario de la Constitución, hoy todas
las miradas se volverán hacia dos puntos: a las ausencias reivindicativas en
los actos de conmemoración y al Gobierno. En medio, los que sí acuden a los
actos, pero que lo hacen de un modo tan tibio que parecen meros figurantes. Lo
mismo sucederá hoy en multitud de actos que se celebran en otras tantas
instituciones, incluidos los ayuntamientos.
Se tiende a decir que todos los partidos están de
acuerdo en que es necesario lavar la cara a la Constitución. Sencillamente es
mentira. Ahí están las palabras del nuevo ministro del Interior, Juan
Ignacio Zoido, que no duda en afirmar que la Carta Magna “disfruta de
una envidiable salud”.
Lógico, eso sucede porque vive inmersa en un estado
de criogenización. Otra cosa bien distinta es que el texto sea tan caduco
que ya no sirva para la nueva realidad. Ni siquiera entraré en que 3 de cada
4 españoles no votamos ese texto. No; sencillamente, es que el texto no es
capaz de resolver, por ejemplo, la problemática territorial y ni siquiera
defiende como es debido los derechos más esenciales.
Peor que ese texto obsoleto o que Rajoy no tenga ni
el coraje ni la responsabilidad de abrir un proceso constituyente son todos
aquellos políticos que se golpean el pecho reclamando una reforma y, a la
mínima de cambio, se pasan por el arco del triunfo los derechos más
fundamentales de la Constitución.
La hipocresía, el cinismo y la desfachatez parecen no
tener límites en esa
clase de políticos que ni siquiera son capaces de mantener o abrir procesos de
democracia interna en el seno de sus propias formaciones. Ese tipo de
profesionales de la política que, cuando no les sirve, apartan a un lado la
democracia, la libertad de prensa, de expresión y la participación ciudadana.
Esa situación inquieta porque una reforma
constitucional o, lo que sería más lógico incluso, abrir un nuevo proceso
constituyente, en manos de ese tipo de personajes es peligroso, es salir de
Málaga para meterte en Malagón.
Por este motivo, la ciudadanía ha de reclamar el poder
que se le ha arrebatado, ha de exigir ese proceso constituyente cuanto antes y
que se le haga partícipe del mismo, no sólo en la recta final con un
referéndum, sino también durante el proceso de gestación. Gestación que,
como tal, a ver si de una vez por todas no sólo tiene ‘padres de la
Constitución’, sino también madres.
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