miércoles, 14 de diciembre de 2016

CEBRIÁN, ÉVOLE Y CARA ANCHOA



CEBRIÁN, ÉVOLE Y CARA
 ANCHOA
DAVID TORRES
Hay quienes dicen que la entrevista de Jordi Évole a Juan Luis Cebrián pecó de excesivamente amigable y jabonosa. Yo creo que no. Yo creo que no era exactamente una entrevista sino un espacio publicitario para animar la venta del último libro de memorias de Cebrián. Hubo muchas y resplandecientes omisiones a lo largo de la hora larga en que estuvieron juntos promocionando el libro, pero la más espléndida de todas fue cuando a Évole se le olvidó preguntar por la demanda judicial que interpuso Cebrián a El Confidencial por competencia desleal. Habría sido curioso registrar la respuesta de Cebrián, el adalid de la libertad de prensa, ante uno de los mayores atentados a la libertad de prensa cometidos en este país. Tampoco hubiera tenido desperdicio la explicación de por qué considera competencia desleal la publicación de una información que ya había salido publicada en diversos medios internacionales.

A lo mejor esa fue la razón de que la demanda llegara al domicilio de Pedro Cuartango, director de El Mundo, porque sus abogados creían que Cuartango también tenía que haber publicado lo de los Papeles de Panamá. Con todo, lo más seguro es que Cebrián ni siquiera se acordara ya de la demanda, igual que no se acordaba de si ha ganado trece millones de euros, de cuántas veces ha votado a Pdr Snchz o de la última vez que habló con Susana Díaz. Con semejantes lagunas y amnesias, cuesta creer que el libro de memorias de Cebrián llegue a tener más de quince páginas. Debe de haberlo escrito en pósit pegados en el frigorífico. Hubo varios momentos en que a Évole se le escapó la pregunta clave, aquella que le planteó un desconocido a Kirk Douglas un día que estaba haciendo auto-stop y vio al actor detener su coche a un lado de la carretera. Al reconocer a la estrella, el hombre abrió los ojos como platos y preguntó a bocajarro: “¿Pero usted sabe quién es usted?”

Desde que Évole se ha convertido en un periodista serio, muchos echan de menos al Follonero, al tipo aquel que llamaba en directo a Zapatero en el programa de Buenafuente o que se iba a buscar a Chuck Norris a preguntarle si la patada voladora la había inventado en exclusiva para el vietcong. Este formato de entrevista está bastante obsoleto, como el circo con animales amaestrados. Antes la gente iba al circo a ver si se espachurraba el trapecista o si un león le arrancaba un brazo al domador. No es que Évole no se atreviera a meter la cabeza entre las fauces de Cebrián: es que no se atrevió ni a despeinarlo. Tendría que haber intentado una entrevista rápida, al estilo youtuber, como la que improvisó MrGranBomba a un repartidor: le preguntó la dirección de unas tiendas, le llamó “cara anchoa” y el repartidor le repartió una hostia gloriosa.

Al día siguiente, lunes, el modesto hostiazo en plena cara había alcanzado cotas de popularidad mucho mayores que el jabón periodístico, lo cual da una idea de por donde van los tiros. Exprimiendo al máximo la ocasión, MrGranBomba fue con su mejilla magullada a un hospital e improvisó otro video en que aseguraba que tenía un parte de lesiones y que iba a ponerle una demanda al agresor. No se entiende por qué el youtuber se molestó tanto por la reacción, cuando justo antes de recibir el manotón le explicaba al repartidor que estaba haciendo un experimento sociológico para ver cómo reaccionaba la gente cuando la insultaban sin ningún motivo en la calle. “Me llevo muy bien con el noventa y nueve por ciento de la gente a la que le hago una broma” decía, sin comprender la suerte que había tenido de encontrar el uno por ciento que le faltaba para completar la estadística. A partir de ahora, hasta que a un entrevistador no le calcen un guantazo en plena jeta no habrá manera de saber si está haciendo las preguntas correctas. En las redes sociales había división de opiniones entre los que pensaban que MrGranBomba se merecía una hostia y los que pensaban que se merecía dos hostias.

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