YA TE HE ENCONTRADO...
DUNIA SÁNCHEZ
Ya te he
encontrado. Lo sabía. Sabía que estabas ahí, en una rama del corazón de un
viejo árbol. Así puedes ver mejor lo que se estremece ante ti, lo que se mueve,
lo estático de esta vida. Siempre lo mismo. Sueñas, te esperanzas, te recoges y
agotas tus miedos en esas alturas. Yo no te puedo alcanzar, es imposible. Un
torbellino de pájaros se congregan a tu alrededor y como el humo ascienden
hasta un celeste cielo. Sí, te he encontrado. Te conozco querida mía. Esbozas
un no sé qué aliento que me hace venir hasta aquí y hallarte. Eres diminuta así
encogida, la lluvia acecha y te mojaras y temblaras. Pero te es igual. Seguirás
ahí, en tu sueño, en tus esperanzas, invadida por el aroma de la madre
naturaleza que tan bella es. Bella como tú ¿Aún no lo ves? ¿Estás durmiendo? Yo
aquí, debajo, a la sombra de tu esbelto cuerpo. No me miras, no miras. Agachas
la cabeza entre tus rodillas y te sientes lastimada. Comprendo. Entiendo el
proceder de los años anclados en una misma rutina, en unos mismos ojos. Todo
cambiará, emergerá una azotaina pacificadora, equilibrada y después de ello
seremos seres del vacío, con nuevos horizontes a seguir, para continuar en un nuevo mundo ausente de desastres
desquiciados de la razón humana. Tú te quedas, esperas y esperas esa rebosante
finalidad aliada a la paz, a la libertad. De acuerdo, sigo aquí bajo tu sombra.
No. No te quedarás sola. Yo también quiero ver ese arco iris caminar por
nuestros corazones.
Me hallo aquí. Sí,
en este añejo árbol milenario donde su savia me alimenta en cada despertar. El,
ahí debajo, a mi sombra. Colores infinitos se perciben desde este lugar tan
lejano para otros, tan cercano para mí. Acurrucada en una rama robusta y fuerte
soy frágil esencia que divisa este globo. Este globo putrefacto donde guerras,
hambre y sed hostigan a sus pobladores. Debe de existir otro mundo mejor, un
mundo más consciente con la deriva en que estamos embarcados. No. No entiendo
el parloteo de los pájaros rondando mis espaldas, mis piernas. Picotean
suavemente, un picotear que me hace desperezarme de todo mal que habita esta
atmósfera asfixiante. No sé que hace ahí debajo, yo renuncio al vivir en estas
condiciones cambiantes, con rumbo al exterminio de nuestros hermanos. Quiero la
paz, la justicia, la solidaridad bienaventurada a través del tiempo. Yeguas de
un paraíso sin fin llevadme donde la sangre de ojos no emane en rostros
marmóreos. Correr y correr lejos, muy distantes donde la garra humano no os
alcancé. Yo me quedaré en esta rama, eximida de cualquier trueno turbador de la
tranquilidad, de la serenidad de mis sueños. Ya no estoy sola. El ahí debajo
será mi guía, algún día me dirá cuando bajar. Arroyos de peces variopintos
absorberemos las calamidades del hoy y todo será olvido, olvido…
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