EL TAMBOR...
DUNIA SÁNCHEZ
Asomada, un tambor
irrumpe a lo lejos. Lo sigo. Su tam- tam evoca una cierta melancolía de pájaros
a espera del chubasco. Rápido me visto. Rápido salgo a la calle y acera abajo
voy hacia el tam-tam. Me mezclo con la gente que pasa, que no entienden, que
miran la celeridad de mis zancadas. Me aparto de la ciudad y hallo un viejo
camino que me lleva a una casa en ruinas, sumisa en un sueño del ayer. Tam-tam
sigo escuchándolo, ahora, más cercano, más vivo. Miro a través de un hueco que
dejo una puerta en el pasado. No hay nada solo el tam-tam. Me aproximo detrás
de una roca y ahí está ¡Mi corazón¡ Un corazón rajado por las inclemencias de
los tiempos que pasamos. Un corazón destrozado
por cada mirada al presente. Tam-tam, derrama sangre seca. No, no puedo
ser. Su muerte pasa por mi mente, una muerte elaborada por el encallar de cada
maldita aguja a la madre tierra, a los seres. La espera ha sido larga, cuarenta
y tanto años en el sentido de la umbría, de la dejadez de un edificar con la
fragancia de la paz. Tam-tam. Cogerlo o no, esa es la cuestión ¿Para qué? Todo
sigue igual ante el paso de los siglos, de las estaciones. Hoy otoño, mañana
invierno y luego una primavera donde el primor purificante del nacimiento nos
da algo de lucidez ¡Mi corazón¡ Se detiene, aliento último en el brotar del
crepúsculo. No. No lo cogeré, seguiré sin él. Aquí al lado una escalera
descalabrada, en harapos. Subo y subo. Cada peldaño desaparece igual que el
pulso de la vida a medida que asciendo. Ya me queda el último. He llegado. Miro un horizonte al que no volveré.
El tam-tam ya ha oscurecido, se ha aislado en la negritud de este mundo
descodificado, desequilibrado ¡Un arco iris¡
¡No¡ No venga ahora con esas
chorradas de que todo cambiará. Aún así me quedaré observante hasta que
te desvanezcas. Aquí en esta añeja casa donde los recuerdos remontan a un
pasado efímero y a la vez indestructibles para aquellos que gozan del tambor
con su tam-tam
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