PODEMOS: REBELDES CON CAUSA
DAVID VELOSO LARRAZ*
Ayer
en la inauguración de la Universidad de Podemos Castilla-La Mancha, participé
en una mesa de debate sobre “Un Podemos Rebelde”. La necesidad de cuidar la
esencia rebelde es una cuestión central para que Podemos no pierda el carácter
impugnatorio que le caracteriza desde sus inicios. He empleado el verbo cuidar
porque la rebeldía a pesar de su atractivo estético suele castigarse. Estamos
ante una posición difícil de mantener, y por lo tanto precisa de cuidados por
parte de la militancia. Todas las biografías que recogen reflexiones y
discursos de ilustres rebeldes tienen en común señalar los conflictos que
acompañan a la belleza de los movimientos populares cuando se arman de valor
para impugnar el orden existente. Esta ambivalencia nos puede ayudar a
comprender la lectura que debería hacerse de Maquiavelo y no quedarse con ese
sentido perverso que suele darse a su conocida premisa, “el fin justifica los
medios”.
La
rebeldía no es una cualidad solamente inherente a lo que nace, a la juventud,
sino es una actitud ante la vida, ante las injusticias. Muchos hemos oído: “si
cuando eres joven no eres rebelde es que no tienes corazón, pero si cuando eres
mayor no te has moderado, es que no tienes cabeza”. Esta frase cargada de un
sentido común profundamente conservador es un canto a la derrota o en el peor
de los casos al cinismo. En este sentido, comparto lo que decía Jesús Ibañez:
“eso lo dicen los que no tienen cabeza, ni corazón”.
Podemos
sigue siendo joven, pero ya ha madurado en siete procesos electorales que nos
dejan profundos aprendizajes que precisan ser digeridos. Hemos tenido que
correr y atarnos los cordones al mismo tiempo. Ahora es el momento de debatir
el Podemos que queremos, parafraseando a Leonard Cohen, “Primero construyamos
Podemos, luego asaltemos los cielos”. La lógica rebelde suele articularse así,
dándole la vuelta a las cosas.
La
necesidad de adjetivar la esencia rebelde de Podemos, se explica por las
divergencias que han surgido dentro de nuestra formación durante este largo
invierno que comenzó el 20-D y terminó en el proceso de las primarias de
Madrid. Se cierra una etapa en la que salimos reforzados y en la que la unidad
debe ser un compromiso para afrontar la Asamblea Ciudadana.
El
eje radical-moderado es un marco impuesto y como todo marco impuesto, es un
marco perdedor. Suelo responder cuando me preguntan si somos radicales o
moderados, que no somos ni lo uno ni otro, somos y queremos ser una herramienta
útil para la gente. El sistema está cómodo en la posición que le otorga el
derecho a la pregunta, y al mismo tiempo, a no tener que dar explicaciones. El
15-M nunca entro en ese marco, de hecho nunca respondió a la pregunta
definitoria, ¿qué era?
La
tensión sempiterna entre reforma-ruptura y todas sus prácticas creo que es
necesaria mantenerla viva y en equilibrio. Esta tensión también atraviesa los
espacios políticos, como es el caso del debate entre la acción en las
instituciones y la calle. La traducción de estas dos líneas que se cruzan se
refleja en la hoja de ruta que nos marcamos desde los inicios: Podemos nació
para poner las instituciones al servicio de la gente. Es decir, poner en valor
la soberanía popular.
Darío
Fo no entendía la virtud que se le otorgaba a los moderados. Y en su
candidatura para cambiar Milán lanzaba un manifiesto titulado: ¡Yo no soy
moderado! En este texto decía que el cambio siempre implica riesgos y que no
ser moderado parecía ser un privilegio exclusivo de los jóvenes. Yo creo que es
positiva la prudencia, el autocontrol, la templanza, el equilibrio, pero al
igual que el actor y escritor italiano considero que para cambiar las cosas es
preciso no ser moderados en política. La moderación está bien para un eslogan
de una campaña publicitaria de la Dirección General de Tráfico que prevenir los
accidentes por consumo de alcohol; no así, por ejemplo, cuando se trata de
cumplir con las cuotas asignadas a cada Estado para acoger refugiados que huyen
de países en conflicto.
A
Podemos se nos supone rebeldes por naturaleza, pero esta rebeldía como a la
naturaleza hay que protegerla. La rebeldía no puede quedar solamente en el
campo de los discursos, la rebeldía se demuestra en los hechos. Llenar
significantes vacíos puede ayudar en el ámbito de la comunicación, pero es más
visual dejarse la piel para conseguir llenar una nevera vacía. Creo que en
momentos de debilidad, que a lo largo de estas últimas décadas han sido muchos,
apostar por ese juego del lenguaje es una táctica inteligente; no obstante,
cuando disponemos de una herramienta de la potencia de Podemos no puedes estar
jugando a la contra, es preciso reconstruir y crear nuevas palabras, definir
horizontes, es decir, sacudirse los complejos y ser fiel a uno mismo.
La
rebeldía se demuestra con compromiso como el de hoy, manifestando nuestra
indignación frente a la sedes de Gas Natural. Es inadmisible que en el siglo
XXI muera una persona a consecuencia de no poder pagar el recibo de la luz y
por lo tanto verse en la necesidad de alumbrarse con una vela. España es la 4ª
potencia económica de Europa y sin embargo son 7 millones las personas que
padecen pobreza energética. Los Derechos Humanos no son recortables, no se
puede dispensar ½ kilo de dignidad. Los suministros básicos deberían estar
garantizados.
Podemos
tiene que continuar llegando allí donde el resto de partidos no son capaces de
llegar. Pero, no se trata sólo de cuidar nuestras virtudes, que ya se estudian
en muchas universidades del mundo, sino qué hará falta también repensar
nuestros errores. Sería recomendable en esta nueva fase volver a releer a los
clásicos, rehuir de la historia y tener una perspectiva adanista a la hora de
enfocar los retos y desafíos es síntoma de inmadurez. Nietzsche decía que “Lo
que no te mata te hace más fuerte”, en el caso de Podemos es evidente, somos
más fuertes.
Sería
una torpeza leer a Podemos en términos numéricos, 5 millones y 71 diputados y
seguir en busca del millón perdido. Lo que si debiera preocuparnos es que
nuestra esencia rebelde se diluya o se amolde a los dictados de los que quieren
cambio para que nada cambie. Decía Juan Carlos Monedero en una reciente
entrevista que el problema de la izquierda había sido el divorcio entre la
revolución, la reforma y la rebeldía. Este tipo de estrategias no son puntos de
llegada, sino puntos de partida que en Podemos supimos unir y aunar como un
sólo bloque capaz de reconocer e integrar las diferencias.
Ya
sabemos que la capacidad de asimilación del capitalismo es proporcional a su
capacidad destructiva. Hace tiempo que la palabra revolución sólo se escucha en
los foros empresariales o en el ámbito político para hablar del ascenso
neoliberal o ahora con el caso de los populismos de derechas, la revolución
conservadora (un oxímoron en toda regla). La destrucción creativa que hablaba
Schumpeter era esto.
¡Cuidemos
la rebeldía! Es un valor que siempre da buenos frutos.
(*)
Asesor Político del Grupo Parlamentario de Podemos Castilla-La Mancha
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