CANSADA...
DUNIA
SÁNCHEZ
Es otoño. La
lluvia, los trozos de hojas se expanden a través de nuestras pisadas. Amanece,
singladuras más allá del viento norte que agarra nuestro rostro y lo encrudece.
Vengo de lejos, de muy lejos. Ahora aquí evoco la memoria de los cuerpos
arrastrados por el mal oleaje, por la maldita brújela de la existencia. Somos
muchos en una barca que en cualquier momento se destrozará, se hundirá con
nuestras almas abogando a la vida. Sí, la vida…a veces tétrica, plasmada en nuestros
anhelos que ahora se diseminan en este océano de la distancia. Alambradas se
enredan en nuestras manos, tierras yertas a la libertad enmudecen y no nos dan
la bienvenida. Somos ecos de ellos, de esos centros donde como con rejas
oxidadas que nos impide ver la luz. Al menos lo hemos alcanzado. Gigantes urbes
edificadas en el silencio de la armonía. Será otro punto de vista. Estoy aquí
en un recinto cárcel donde la llamada a la libertad será todavía lejana ¡Ven¡,
digo. Ven hacía nosotros con alas majestuosas para poder alzarnos. Estamos
atados, atados a la ventura de un sueño que envejece a medida que pasan las
estaciones. Solo he huido. Huir de la masacre, de los corrosivos alientos y
ojos de humanos que al fin al cabo solo quieren la muerte. Desde mi ventana
enrejada veo solo un patio donde, nosotros, los huidos al encuentro del sosiego
damos vueltas y vueltas en círculo. No, ¿qué delito hemos realizado? No lo
entiendo. Solo quiero auxiliar a mi familia de los terrores de la guerra, del
hambre, de las injusticias. Nos tratan como delincuentes, aquí, clausurados a
la fragancia vital del continuar con nuestras pisadas ¡Dejadnos¡ ¡Dejadnos
navegar por vuestras calles al son de una lenta respiración¡ Quiero oler la
jornada sin mis ojos presa de estos barrotes. A
veces pienso, huir de nuevo. Ah, no tengo fuerzas ¡Cansada¡ Cansada de
la monotonía de este supuesto grito de libertad.
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