JUAN
GOYTISOLO O LA CONCIENCIA DE LA DERROTA
Por
Rafael Calero Palma
El
pasado día 23 el escritor Juan Goytisolo recibía el Premio Cervantes.
Diez minutos.
Con eso bastó. Diez minutos fueron más que suficientes para dejar claro cuál es
su bando y cuáles son sus enemigos. En diez minutos el escritor Juan Goytisolo
desgranó el que tal vez haya sido el discurso más breve de cuantos se han
pronunciado en la entrega del Premio Cervantes.
“A la llana y sin rodeos”. Así lo tituló y así es como fue. Un derechazo
al estómago. Una patada en la entrepierna. Un salivazo en todo el rostro.
Expresado con absoluta claridad y sin usar ni un solo eufemismo. Llamando al
pan, pan y al vino, vino. Llamando a los corruptos, corruptos y a los ladrones,
ladrones. Y a los neoliberales, neoliberales. Apostando por la libertad
absoluta del creador literario. Apostando por una honestidad absolutamente
radical. Poniendo bien alto el listón.
Como debe ser.
Juan Goytisolo
se acercó hasta el Colegio de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá de
Henares acompañado por su sobrino Gonzalo y por su sobrina Julia. Pasando
olímpicamente del protocolo, dejó a un lado el frac y se vistió como le salió
de su real (esta sí que es real) gana. Y es que a sus ochenta y cuatro años, a
Juan Goytisolo ya pocas cosas le impiden hacer y decir lo que le sale de los
cojones. Y si esas cosas que hace o dice no gustan a determinadas personas,
pues ya saben lo que tienen que hacer. Porque Juan Goytisolo es mucho Juan
Goytisolo, y no creo que haya nacido todavía el ministro de cultura o el
monarca que lo haga callar.
En su discurso,
como ya debes saber a estas alturas, habló de literatura, y habló de política,
y habló de la triple crisis que asola a este país: la política, la económica y
la social. A cada cual peor. En su discurso hubo las inevitables referencias a
Miguel de Cervantes y a su obra inmortal: Don Quijote de la Mancha, pero
también habló de Fernando Pessoa, y de Gabriel García Márquez, y de Dámaso
Alonso y de Luis de Góngora, y de La Regenta, y de La lozana andaluza (que no,
tronco, que no se refería a Susana Díaz, sino a la novela picaresca del siglo
XVI). En su discurso, valiente y poco complaciente con los poderosos, hubo
denuncia, como no podía ser de otra manera, viniendo de quien venía. Goytisolo
aprovechó la magnífica tribuna que le ofrecía el Premio Cervantes, para
denunciar y no convertirse en cómplice de los que desahucian, de los que
recortan, de quienes pretenden, con vallas y concertinas, poner puertas al
campo y detener lo que a todas luces no se puede detener. Goytisolo se erigió
en portavoz de todos aquellos, mujeres y hombres, a los que “nos resulta
difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción,
precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los
jóvenes como en el que actualmente vivimos.” Y añadió: “Si ello es locura,
aceptémosla.” Se podrá decir más alto, pero no más claro.
Particularmente,
me encantó esa diferenciación con la que comenzó su discurso, distinguiendo
entre literatos o “parásitos de la literatura”, es decir, aquellos que conciben
la literatura como una carrera, preocupándose más por la “promoción y
visibilidad mediática”, y buscando ante todo
“triunfar” a cualquier precio, y los que él llamó “aprendices de
escribidor” o adictos a la literatura, cuyo objetivo primordial es “cumplir
consigo mismo(s)”. Y es que para el maestro Goytisolo, “Ajena a toda
manipulación y teatro de títeres, la verdadera obra de arte no tiene prisas.”
Y todo esto lo
dijo sin que le temblara el pulso ante “la burocracia oficial y sus vientres
sentados”, usando la expresión del poeta sevillano Luis Cernuda. Me parece
mentira cuánta lucidez, cuánta valentía, cuánta cordura pueden contener mil
trescientas palabras cuando el que las escribe, cuando el que las pronuncia, es
un escritor y un ser humano de la talla del creador de Señas de identidad.
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