sábado, 10 de enero de 2015

EL DISENSO de Alejandro Suárez

EL DISENSO de Alejandro Suárez

JOSÉ MARRERO Y CASTRO

Maiakovski dejó una advertencia muy apropiada en el sentido del disenso: "la creación de reglas no es de por sí el objetivo de la poesía; de otro modo, el poeta degenera en el escoliasta, que se ejercita en formular reglas para cosas y situaciones inexistentes o superfluas. Sería, por ejemplo, inútil inventar reglas para contar las estrellas mientras se corre a toda marcha en bicicleta. Las situaciones que exigen una formulación, que exigen reglas, son propuestas por la vida misma. Los modos de la formulación, el fin de las reglas, están determinados por la clase, por las instancias de nuestra lucha". Y yo añado otras preguntas desde el arrebato más entrometido: ¿Es ese el lugar donde se reside o se resiste, cuando se escribe poesía? ¿Puede que la ausencia de regla alguna sea una regla tan odiosa como cualquier otra regla?
Alejandro Suárez nos entrega un nuevo reto poético: su reto poético. Un disenso, es decir, una "conformidad de las partes en disolver o dejar sin efecto el contrato u obligación entre ellas existente", según la definición aproximada que de este término que aparece en el Diccionario de la Real Academia. Más coloquialmente, un disenso es una disidencia del consenso, una ruptura de lo reglamentado, de lo establecido, del "status quo" imperante; de los acuerdos alcanzados por unos en beneficio de otros sin el consentimiento de los afectados
Por ello, el disenso es rebeldía y por lo tanto, llamada al debate para cambiar lo que existe por otro estado o situación que se anhela frente a otra situación de la que se sabe, como mínimo necesario, que no es del agrado de una de las partes, que habían supuesto un acuerdo que ha resultado estar más definido por el fraude, que por cualquier supuesta honestidad.
Alejando Suárez es un poeta honesto, que ha ido madurando su trayectoria literaria con una franqueza, fuera de toda duda, consigo mismo.
El poemario de Alejandro comienza con una reflexión tan cotidiana como cruel, tan ingenua como la impiedad de la inocencia y tan brutal como el resultado de la subasta de la vida; tal vez el final de la senda del perdedor.
A continuación, nos habla del principio de la amistad para concluir que es ese principio el que cuenta, es decir, que su principio es su existencia, pues principio y existencia son sustancias de la misma naturaleza, incluida con toda seguridad la naturaleza del amigo invisible; ese juego de azar que empareja a desconocidos frente al reto de la concordia y el agasajo,
Pero en este caso, el alma se seca porque no existe tal desconocimiento, o mejor aun, el tal desconocimiento, no es tan conmutativo como una de las partes del disenso piensa.
La rueda de la fortuna que dispone las monedas necesarias para el juego del azar es un laberinto de ansiedades del "yo, como persona"; aquel yo que intuye que la máquina está caliente. Una máquina que atrapará nuevamente el destino del jugador gracias a una moneda prestada que nunca será devuelta.
Se tratará de saber, dice el poeta, lo que dirán las piedras acerca que la creación artificiosa e interesada de una nueva línea de explotación de semejantes.     .        ~
Así, sin más envoltorio que la palabra "saber", el poeta nos indica que ese fenómeno del nuevo ser humano no es algo que vaya a suceder, sino que ya ha sucedido, pues las cuerdas de las marionetas se han endurecido para que el amo no necesite molestarse demasiado en acompasar sus manipulaciones a los ritmos lentos de los obedientes.
Es una peculiar partida de ajedrez; el poeta descubre en una fecha singular que algunos sueños desaparecieron tras los cristales de unas gafas oscuras.

 Tal vez era preludio de flores el la suerte del destino. Un destino predeterminado que nos plantea Alejandro, a través de diversas miradas a las aflicciones cotidianas que caducan. Por ejemplo, el poeta nos narra la locura de quienes pensaban que el destino era el oropel del consumo en beneficio de la idiotez, hasta que se acabó el pan y llegó la desolación.
Nunca tanta simplicidad pudo haber explicado la compleja manera que caer en la trampa y por ende, de explicar la angustia cotidiana que azota hoy por hoy a la gente corriente, como nosotros. Gente que tal vez ensucie su mirada consciente o inconscientemente ante la visión de un cuadro, sea éste libidinoso o no.
El vacío de la realidad que pende de lo alto de una torre desde donde se divisa una ciudad que se habita, a pesar de sus formas y sus fondos, o bien de usufructo privado que se modela a mejor beneficio de embaucadores.
El poeta nos advierte de una mar negra como el engaño, final de "la historia incondicional de hombres y mujeres que marcharon correteando hacia lo eterno". Nos habla de un especia sin espacio donde el gris ganaba cada mañana, tal vez, en "injustas pesadillas que hacen enemistar a un ser vivo con las siluetas de la muerte".   
Se trata también de ver un mar que está presente te guste o no tu propia cara, ante un consuelo de color. Al fin y al cabo, al parecer, no pasa nada porque estamos acostumbrados a un baile maldito que transita de invierno a invierno, que nos hace nadar temblando sin frío hasta el silencio, escondidos del aire. El niño escondido del aire, invitándose a sí mismo a ser adulto en la desolada supervivencia del ahora.
Y surge la música a un lado y a otro de un universo interior que ya no es autobiografía, que es disenso de lo diario, lo pequeño, lo hermoso y lo mezquino, pues, como los buenos, "siempre intenta uno hacer el bien tanto social como personal" aunque, como sentencia Alejandro, no se sepa muy bien para qué.
La anterior reflexión no es una banalidad, pues depura claramente la culpa de la vanidad por su forma de coartar la libertad, como una carga de dinamita que taladra los derroteros de los peces.
Otras veces, la comunidad hace su trabajo social milimetradamente. Alinea a los individuos como insectos con un trabajo pactado, consensuado. Pero el disenso sobreviene nuevamente desde una infancia que cabalga sobre un fraude, mientras declara vivir en un mundo prestado, pues con toda la amabilidad del mundo, un sueño había tomado parte de otro.
"Tu y otros como tú, pertenecéis a una nueva generación de poetas, sigan contando las verdades del mundo, ese tan pequeño que encontré en una cuartilla."

Y cuéntalo así, sin reglas predeterminadas.
José Marrero y Castro

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