viernes, 21 de noviembre de 2014

LA DUQUESA HA MUERTO, SAQUEN SUS PAÑUELOS

LA DUQUESA HA MUERTO, SAQUEN SUS PAÑUELOS

ESCRITO POR  MANUEL NAVARRETE

Este 20 de noviembre ha muerto la Duquesa de Alba. Queremos expresar nuestras condolencias..
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Nos dan igual las familias de quienes se ahogan en el estrecho. Nos traen sin cuidado las familias de los obreros que mueren en accidentes de trabajo. ¿Y a quién le importan las familias de quienes se suicidan tras ser desahuciados? ¿Sale acaso en la tele alguno de ellos? ¿Son ricos o famosos? ¿Very Important People (VIP), quizá? ¿Acaso no debería haber clases sociales? ¿Acaso todas las personas deberían ser iguales? ¿Acaso no es mejor, aplicando la lógica de algún tertuliano de la tele, volver a la Edad Media antes que volver al Esclavismo? ¡Pues entonces!

No le den tantas vueltas y pongan la televisión. Ella les guiará. La “tele” dice que el pueblo andaluz está llorando mucho por la pérdida de la Duquesa. ¡Una tele prestigiosa, como la de este país! Nadie puede dudar de medios con una programación del calibre de Sálvame Deluxe, Mujeres, Hombres y Viceversa o la inteligentísima Miss Nosecuántos Mariló Montero, que dice que si te transplantan el hígado de un psicópata, te vuelves psicópata (no como ella, que es todo cordura). En fin.

A juzgar por lo que dice la tele, no hay en toda la empobrecida Andalucía ni una sola persona que tenga la menor crítica hacia la figura de la mayor terrateniente del Estado español. Sí sí. Por lo visto todos estamos muy afligidos y a punto de llorar ahora mismo. Y si lo dice la tele, es verdad. Ya se sabe que la tele nunca miente. ¿Y como se sabe que la tele nunca miente? Porque lo dice la tele. Poco más que añadir al brillante razonamiento. Solo que no es descartable tener que reubicar de todas las bibliotecas obras como 1984, trasladándolas de la sección de ciencia ficción a la de naturalismo decimonónico estilo Émile Zola. O a la de realismo social quizá. Ya veremos. Quién sabe si pronto habrá que trasladarla a la sección de libros de estilo periodístico, o incluso a la de manuales de derecho constitucional.

Porque claro, ¿qué pueblo no querría tener a una esperpéntica Duquesa, a medio camino entre la aristocracia de Alicia en el país de las maravillas y la nobleza de Los juegos del hambre, para llorarla cuando se muera de vieja, entre lujos y con tanto dinero que necesitaría resucitar siete veces para poder gastar la mitad? Es fácil. Aprieten un botón y la tele les explicará que no hay nada de raro en ello. Que los raros son los que lo ponen en cuestión. No piensen más. Qué hermosas esas imágenes de la Duquesa sonriente, se ponga el canal que se ponga. Con musiquita bonita y cinematográfica de fondo, faltaría más.

Quienes amamos a los ricos y odiamos a los pobres solo tenemos un reproche que hacerle a la televisión: es una lástima que no pongan también imágenes de jornaleros sin tierra trabajando de sol a sol. De espaldas destrozadas, dientes caídos y lesiones irrecuperables. De analfabetismo. De maletines de fondos europeos (el PER de los ricos) yéndose a alguna de las doscientas mansiones de la Duquesa. De policías pegando palos a los jornaleros del SOC cuando protestaban por la concesión de la medalla de “Hija predilecta de Andalucía” a la Duquesa, en 2006. De escuadras franquistas devolviéndole las tierras a la Casa de Alba, en 1939, tras sofocar una revolución agraria con la democrática ayuda militar de Hitler y Mussolini. O, ya que hablamos de historia, de cruzados (autodenominados “reconquistadores”) robándole, espada en mano, las tierras a sus anteriores propietarios para acumularlas en la Casa de Alba, entre otros latifundistas. ¡Momentos luminosos de nuestra historia que en estos momentos de aflicción deberíamos rememorar con orgullo!

Pero hay más. Mariló Montero y Kiko Matamoros (referentes mundiales en cuanto a rigor informativo y audiovisual) van a explicarles que la Duquesa era una persona muy caritativa. De todo lo que robaba, luego donaba un 0'0000000(...)0000000000000001% (probablemente menos de lo que destinaba a sus grotescas operaciones estéticas) a obras benéficas, curas, cristos y cosas así. Así que ahora toca ensalzar su generosidad sin límites. Y admirar su riqueza, sin la cual esa generosidad no habría sido posible y que, faltaría más, nace de la nada (y no de la pobreza de otros). Vamos, que cae del cielo.

No tiene nada que ver con la explotación a la que se somete al medio millón de jornaleros andaluces sin tierra, por ejemplo. Tampoco tiene nada que ver con que no se respeten ni siquiera los convenios agrarios, con que se sobreexplote a los trabajadores inmigrantes, con que no se haga contrato ni se dé de alta a muchos trabajadores en esos “cortijos” que poco han cambiado desde los gloriosos tiempos de Los santos inocentes. Todo ello, faltaría más, con la mayor impunidad y a fin de que la Duquesa ganara aún más dinero y pudiera comprarse algún que otro nuevo palacio o unas pocas inyecciones más de Botox. ¡Qué admirable ser nos ha dejado! Dennos un pañuelo, por favor. ¿Cómo lo haremos para superar este mal trago?

Pero nuestra “unidad de destino en lo universal” (?) a veces tiene estas cosas y Cayetana Fitz-James-Stuart y Silva, etc. (mejor no seguir, porque el nombre tiene más “chuminás” detrás que el de Aragorn, Hijo de Arathorn, Heredero de Isildur) nos ha dejado el mismo día que, años antes, otro ser tan admirable como ella y a quien ella se lo debía literalmente todo: Francisco Franco Bahamonde. Y el mismo día que José Antonio Primo de Rivera, ese que no era “ni de izquierdas ni de derechas” (cosa que casi recuerda a... tranquilos: al chiste aquel de “ni frío ni calor, 0 grados”). Triple razón, pues, para festejar hoy y siempre nuestro eterno 20-N, día oficial del fascismo español. Y amén.

(PS: todo el que no esté de acuerdo debería ser procesado. Por apología de... de la muerte, mismo. De la muerte natural. Y si no se puede, se hace como en agosto de 2011: se coge una noche y se modifica la inmodificable constitución. Y ya está. Lo sabían Cayetana y el Tito Paco: ¿muerte natural? De eso nada. Es mucho más productiva la muerte artificial de los otros. Así lograron ellos morir de viejos, morir tranquilos, entre lujos, mansiones y (televisados) aplausos. Y por eso es una pena que en la musiquita romántica que ahora -exquisitamente imparciales, como siempre- los telediarios le ponen a esa “patriota” de Fitz-James-Stuart, no aparezcan también imágenes de los huesos de esos republicanos, antifascistas y rojos comeniños que, desde tantas y tantas cunetas, a lo largo y ancho de todo el Estado, se empeñan en recordarnos algo: de dónde viene la legitimidad de nuestro tan democrático Régimen del 78.)

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