viernes, 17 de octubre de 2014

RÍETE TÚ

RÍETE TÚ

Toño Fraguas

¿Te han mandado por Whatsapp la foto de las señoras protegiéndose del ébola con bolsas de plástico en la cabeza? Es la enésima chorrada que circula por nuestros móviles, nuestro correo electrónico y las redes sociales… Una lluvia fina de humor nos va calando hasta los huesos en un país en el que el humor (de variado pelaje) está en todas partes: en los programas serios y en los frívolos, en la publicidad, en sesudos reportajes periodísticos, en el Parlamento (a menudo en forma de broma de mal gusto). Las películas más taquilleras de España son comedias: Ocho apellidos vascos, la saga de Torrente…

El humor es útil para muchos fines. Para el humorista de verdad, es una terapia individual. Es raro el humorista que no hace humor movido por un íntimo sufrimiento, como una forma de procesar y conjurar emociones desagradables: miedo, incertidumbre, ansiedad… Por eso no se entiende a esos humoristas que hacen humor cruel (el más fácil y ramplón de todos), sumando dolor a un mundo que de por sí ya duele bastante, por absurdo, por arbitrario, por incomprensible: “La vida es el capricho de varios trillones de células deseando ser tú durante un rato”, decía Groucho Marx. Imaginemos el grado de descreimiento al que tiene que llegar alguien para pronunciar una frase así.

También es citado el humor como la llave que puede hacer ceder la voluntad de alguien, individual o colectivamente. Es una herramienta de seducción romántica y también publicitaria (si es que ambas cosas no son la misma). La seducción puede llegar tan lejos que no descartaría que más de uno estuviera satisfecho con nuestra clase política sólo por los buenos ratos que nos hacen pasar. Hay en España cierto orgullo de ser un país ridículo. Los gabinetes de comunicación política respiran tranquilos porque saben que tras cada escándalo intolerable el grueso de la población lo digerirá haciendo un chascarrillo en la barra del bar o en las redes sociales… El humor funciona así como un exutorio, una válvula de escape. Si sólo se queda en eso, sirve únicamente para perpetuar el statu quo, algo muy conveniente para los poderosos. Preferimos partirnos de risa porque nos estamos desangrando antes que hacernos un torniquete.

No tengo muy claro si el humor debería servir para algo más que para desahogarnos: en concreto si debería servir de catarsis colectiva. En griego, ‘catarsis’ significa limpieza, y una buena limpieza es urgente desde hace tiempo. Evidentemente para poder reírse de algo hay que perder el miedo. Por eso el humor que de verdad cuestiona a los poderosos pone nerviosos a los que mandan, porque hace peligrar la gestión del miedo sobre la que se articula el ejercicio del poder en sociedades como la española, en la que la clase dirigente carece de autoridad. Ya se sabe que el recurso a la fuerza (verbal, física e incluso ‘legislativa’) es el primer síntoma de pérdida de autoridad.

Los ciclos de noticias escandalosas e indignantes prácticamente se agotan cuando ya se han hecho casi todas las bromas al respecto. En buena medida vivimos ansiosos esperando una nueva astracanada, un nuevo lapsus, una salida de tono o un patinazo para poder elaborar sobre ello un efímero corpus humorístico. Y pasamos página. O hacemos ‘click’ y a otra cosa, mariposa. Y a seguir tragando.

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