jueves, 30 de octubre de 2014

PEDRO Y UNA EXPRESIÓN “MALSONANTE”

PEDRO Y UNA EXPRESIÓN “MALSONANTE”

EDUARDO SANGUINETTI, FILOSOFO

 “Vine para que hagan mierda a Tabaré Vázquez”, dijo Pedro Bordaberry en el hotel NH de Montevideo, en apasionada muestra de incondicional apoyo al candidato del Partido Nacional Lacalle Pou.

Y se armó la discusión. ¿Explosión del lenguaje? ¡booom! Los sentimientos quedaron expuestos sin medias tintas: “toda la carne al asador”; “los límites se han roto”; “al pan, pan, y al vino, vino”. Pedro Bordaberry ha renunciado a todo, se ha jugado de manera clara y sin dobleces. Toda la aversión hacia el candidato ganador a la presidencia del Uruguay quedó de manifiesto, cual declaración de una guerra en este balotaje que aguarda.

“Si hasta hace poco la palabra mierda se reemplazaba en los libros por puntos suspensivos, no era por motivos morales. ¡No pretenderá usted afirmar que la mierda es inmoral! El desacuerdo con la mierda es metafísico. De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es un mundo en el que la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese. Este ideal estético se llama kitsch”. (La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera).

El deber ser quedó al borde del camino pues independientemente de mi sentir hacia Pedro Bordaberry y demás candidatos, doy espacio a lo que debiera primar: los buenos modales en naturalidad, maneras y formas que hacen al buen vivir y a la relación sobre diferencias y anacronismos, sobre todo cuando uno, en este caso el candidato del partido colorado, se encuentra en antípodas con la otredad, en este caso el Frente Amplio y sus candidatos.

Los buenos modales deben primar, incluso con enemigos, tal pareciera la instancia que planteó el colorado Bordaberry, que inevitablemente me remitieron a las palabras del presidente Mujica cuando en ocasión de una decisión de los dirigentes de la FIFA, en suspender al jugador Suárez, en el mundial Brasil 2014, los calificó de “viejos hijos de puta” o la recordada humorada del Pepe calificando a la presidenta Argentina de “vieja terca”. Lo dicho por Mujica, en frase disonante y altisonante, ha tenido su espacio de ¿honor? en las portadas de los más diversos medios del planeta; sin lugar a dudas por la popularidad internacional de que goza quien las ha pronunciado, el presidente Mujica, representante de todo un pueblo, el uruguayo.

Creo que no vale la pena preguntarse por qué la desmesura en el uso y abuso del lenguaje monopoliza casi patológicamente la atención de los pueblos y la devoción de los medios de comunicación hacia quienes lanzan la palabra fuera de espacio y tiempo. Pero ¡no! Pareciera se asimilan a las maneras y modos de una comunidad que marcha inexorablemente a la degradación del lenguaje, sin mediar metáforas que generalmente se aplican para aplicar “paños fríos” en el marco donde se dispara en compulsión, plena de intención proyectada sobre una dimensión espectacular: el sentido de pertenencia, ausente, a una comunidad que sin dudas está perdiendo el sentido de la relación y el diálogo.

No adhiero de manera alguna a que tomen estado público las declaraciones de guerra subliminales, en complicidad con medios afines a una tendencia y una ideología implícita, pues la palabra lanzada por razones expuestas e impresas en un inconsciente reprimido, no han logrado detener el funcionar del mundo en su habitual rutina, salvo claro está en las guerras y genocidios que continúan su devenir de muerte y sangre.

Con una lucidez tal vez simple, quizás insuficiente, entiendo que las palabras no dicen lo que se intenta expresar. Un gesto inesperado, una imagen, un suceso pueden empujarnos a la experiencia indecible. La palabra no muestra, la palabra es literaria, las palabras impiden que hable el silencio, la palabra ensordece, la palabra gasta el pensamiento. La garantía de la palabra debería ser el silencio.

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