PP Y VOX PROMETEN UN
AGUA QUE NO EXISTE
Expertos y
organizaciones medioambientales advierten de la «locura» ecológica y la
«falacia» política que supone seguir aumentando la superficie de regadío en
España: «Se terminarán estrellando».
. DANI
DOMÍNGUEZ
«Impulsaremos la ampliación de regadíos en el sector primario», prometen Partido Popular y Vox en el artículo 22 de su acuerdo de gobierno en la Comunitat Valenciana. En Aragón, la derecha y la ultraderecha, que finalmente gobernarán en coalición, prometen «la modernización y ampliación de regadíos» en la comunidad. Dentro del epígrafe dedicado al «mundo rural, agua, litoral y patrimonio», el punto 31 del pacto entre PP y Vox en Baleares recoge un «fomento de los regadíos» en las islas. Finalmente, en Extremadura, ambas formaciones apuestan por impulsar «la ampliación de regadíos para el sector primario».
Lo cuatro acuerdos firmados por PP y Vox tras las
elecciones autonómicas del pasado 28 de mayo (en Aragón, Comunitat Valenciana y
Extremadura gobernarán en coalición mientras que en Baleares lo harán los
populares en solitario) recogen menciones explícitas al aumento de las
superficies de regadío en todas estas regiones. Una medida que ya
contemplaba el pacto de coalición entre ambos partidos firmado el pasado año en
Castilla y León en su punto número 30: «Instaremos al gobierno de la Nación a
la aprobación de planes hidrológicos, con el máximo consenso de los sectores
afectados. Y, en cualquier caso, instaremos, de manera inmediata, a facilitar
el aumento de las superficies de regadío».
El intento de legalización de las superficies de riego
ilegales en el entorno de Doñana por parte del gobierno andaluz de Juanma
Moreno es solo la cara más visible de un negacionismo hídrico abrazado
por la derecha y la extrema derecha en España. «Es una locura que no tiene
sentido», explicita Joan Corominas, ex director-gerente de la
Agencia Andaluza del Agua. De acuerdo con la opinión de este especialista en
Hidrogeología, Regadíos y Planificación Hidrológica, la intención de PP y
Vox es agitar el «descontento del mundo rural» a través de este tipo de
propuestas sin «ningún sentido objetivo»: «Se terminarán estrellando porque la
realidad les dirá que no hay posibilidades ni técnicas ni económicas para
ampliar la superficie regable, y la propia Unión Europea les impedirá que se
gasten fondos europeos en eso», asegura.
Para Nuria Hernández-Mora, cofundadora de la Fundación
Nueva Cultura del Agua y experta en gestión de recursos hídricos,
planificación territorial y sostenibilidad ambiental, lo que hace Vox es
«agrandar la brecha abierta entre el conservacionismo o el ecologismo y el
mundo rural a través de un discurso populista que hace propuestas irreales ante
problemas reales». Según la experta, estas promesas tienen una carácter
«electoralista» y de «huida hacia adelante»: «Está claro que explicar la
realidad con los datos científicos en la mano es más complicado, pero a la
ciudadanía hay que decirle la verdad, y la verdad es que no hay agua», subraya.
Nuevos regadíos
hiperintensivos, más restricciones
Según los datos del Instituto Geográfico Nacional, España
cuenta con algo más de 3,7 millones de hectáreas de regadío,
aproximadamente un 7% de toda la superficie del país y casi un 20% de la
superficie agraria; es decir, una de cada cinco hectáreas de cultivo se riega.
Todo ello provoca que España sea el país de Europa con una mayor
superficie de regadío. Del total de hectáreas regables, el Ministerio de
Agricultura, Pesca y Alimentación reconoce que casi 1 millón de hectáreas
todavía cuenta con sistemas por gravedad considerados ineficientes.
Por el contrario, el 77% del terreno regable (2,9
millones de hectáreas) sí dispone de mencanismos de riego «eficientes», es decir, riego localizado
(más de 2 millones de hectáreas) y aspersión (casi 900.000 hectáreas).
Para la Fundación Nueva Cultura del Agua, el relato de
la modernización y la eficiencia del regadío es una «falacia» que no implica
necesariamente un menor consumo de agua: «El ahorro de agua consiste en gastar
menos agua. El incremento de la eficiencia en el uso del agua consiste en
obtener el mismo producto con menos agua o en producir más con la misma
cantidad de agua. Aunque sea redundante, conviene recordarlo: solo
gastar menos agua supone un ahorro de agua», explican en su
web. En resumen: producir más alimento con la misma cantidad de agua
no implica un menor consumo de agua.
En los últimos años, los cultivos
hiperintensivos, especialmente de olivos pero también de viñas, almendros,
aguacates y frutos rojos, se han extendido por el país, sustituyendo a otros
cultivos tradicionales y haciendo las delicias de fondos de inversión y sociedades anónimas. Según Corominas,
han sido las grandes propiedades acaparadas por estos nuevos actores las que más
han incrementado el consumo de agua en los últimos años: «Esto ha generado un
exceso de producción de muchos cultivos y un descenso de los precios,
lo que ha ahogado a los pequeños agricultores y ha provocado su descontento».
La irresponsabilidad de las promesas de aumento del
regadío es todavía mayor si se tiene en cuenta que, en determinadas cuencas y
territorios, las concesiones de riego ya exceden la cantidad de agua
disponible. «Desde algunas administraciones se habla de “brecha hídrica”,
que no es más que un eufemismo para decir que hay más derechos de agua
concedidos que agua existente en el territorio», explica Nuria Hernández-Mora.
Una situación agravada por la sequía, que en lugares como la cuenca de
Guadalquivir ya dura un lustro, lo que hace todavía mayor la brecha hídrica:
«Para que nos entendamos: en muchos casos, no hay agua suficiente en un año de
lluvias normales para mantener los regadíos actuales, así que imagine
en épocas de sequía, que son cada vez más recurrentes. Y ahora imagine que amplía
todavía más esa superficie. ¿Con qué agua va a regar? No hay. Es un discurso
totalmente irresponsable», incide la experta.
De acuerdo con los datos provisionales de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos en España,
en 2022, los cultivos de regadío sufrieron «un fuerte descenso como
consecuencia de la sequía». El tomate de industria, por ejemplo, perdió
más del 41% de la superficie, «que junto con la remolacha azucarera y el
algodón representan un descenso de cerca de 25.000 hectáreas en los cultivos
industriales», se explica en el documento.
En la actualidad, los embalses de Extremadura y Aragón,
dos de las comunidades en las que Vox y Partido Popular han pactado un aumento
del regadío, la cantidad de agua embalsada se encuentra en torno al 42%,
muy por debajo de la media de los últimos diez años en esta misma semana de
agosto: entonces se situaba en el 55% en el caso de la región extremeña y en el
65% en Aragón.
En Castilla y León sucede algo
similar: sus embalses están al 53% de su capacidad mientras que la media de la
última década es del 64%. En Andalucía, la situación es aún más
crítica y sus reservas de agua embalsada apenas superan el 23% (la media de los
últimos diez años es del 53%). Solo la Comunitat Valenciana cuenta
con unos registros similares hoy respecto a la media de la última década, con
un 46,7% de agua en sus pantanos.
Decrecer: la palabra
maldita
Para los especialistas consultados, la solución no
pasa únicamente por dejar de aumentar la superficie de regadío en España, sino
que también es necesario reducir la actual, especialmente
aquella dedicada a cultivos intensivos. Una propuesta que también comparten
organizaciones como Greenpeace o Ecologistas en Acción.
En un informe publicado el pasado mes de junio, Greenpeace denunció «la burbuja
del regadío» en España y el «estrés hídrico» que esta técnica de cultivo supone
para el país, acrecentado por el cambio climático.
El documento denuncia que, lejos de apostar por un
descenso en los derechos de riego, la superficie de regadío se
incrementará en España en 110.000 hectáreas antes de 2027, todo ello con el
objetivo de aumentar las exportaciones de determinados productos: «Tenemos un
modelo agrario que exporta agua en forma de frutas y verduras, desde un país en
riesgo de desertificación, hacia países húmedos como Alemania, Francia y Reino
Unido», denuncia la organización ecologista. Una trampa en la
que también han caído Ejecutivos autonómicos de corte socialista como el de
Extremadura, que aprobó la pasada legislatura la transformación de más de 15.000
hectáreas de secano en la región de Tierra de Barros en regadío para
así aumentar la producción de aceite y vino, principalmente.
Tanto Nuria Hernández-Mora como Joan Corominas
aseguran a lamarea.com la necesidad de eliminar tierras de riego en
zonas en las que las concesiones ya superan con creces el agua disponible: «Es
difícil de comunicar, pero existen unos límites al crecimiento. Esa es la realidad y, lo
contrario, son propuestas imposibles», asegura la experta.
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