CARA O/Y CRUZ
En términos
generales, el PSOE solo puede ofrecer a Junts lo que ofreció a ERC. A saber:
indultos y compromisos formales, sumamente informales, y de nula concreción.
Palmaditas. Estados de ánimo, vamos
GUILLEM MARTÍNEZ
Carles Puigdemont. / Luis Grañena
1- El PP da como presi a Sánchez. Esto es, el PP no está preparando unas segundas elecciones. Lo que es una decisión importante. Pero esta decisión no implica que Sánchez será presi, sino que tan solo alude y describe al PP, un partido que no es el más informado, ni el más leído, ni el más astuto. Al punto que, como recordarán, el PP perdió unas elecciones en menos de una semana, el tiempo en el que se permitió ser él mismo. Todo ello nos lleva, en fin, a la pregunta del millón: más allá de la resignación del PP al respecto, ¿hay algún otro dato que conduzca a pensar que Sánchez será presi?
2- No. No lo hay.
3- Así como suena.
4- Este agosto está
imperando un extraño silencio sobre las negociaciones con Junts para investir a
Sánchez. El silencio puede ser un indicativo de que, en efecto, existen esas
negociaciones, esas cosas que transcurren en silencio o son otra cosa. Pero,
más allá de ese silencio y de esas sospechas, ni se sabe, ni se puede calcular,
o prever, nada.
Este agosto está
imperando un extraño silencio sobre las negociaciones con Junts para investir a
Sánchez
5- De hecho, lo
único que sabemos son algunas cosas. Seis. Inconexas, pocas y ninguna de ellas
es un temazo. Cosa a): Elías Bendodo –coordinador general del PP; un cargo
absolutamente descoordinado con el staff Feijóo, lo que habla del desastre de
campaña que hicieron– ha aludido a la necesidad de negociar con Junts. Alguien
en el PP, vamos, entiende que el momento 2017 queda muy lejos, y que hay que
reformular las relaciones con otros partidos de la derecha en el Estado, si se
quiere acceder, precisamente, al Estado. En este punto de vista hay, tal vez,
una reconsideración de las políticas PP desde 2012. La idea de que Vox, fundado
cuando el procesismo rampante, no ha sido rentable, la idea de que la
judicialización del procesismo no ha sido un chollo, ni para el PP, ni para la
Justicia, seriamente desprestigiada intelectual y éticamente. Algo puede estar
cambiando debajo del discurso propagandístico –no tienen otro– del PP. Un
discurso propagandístico que es un rémora electoral, como ha quedado visto. Sí,
posibilita la victoria electoral y la primacía en los medios. Pero no remata.
La política, más en la derecha local, es, básicamente, rematar. Rayos, me ha
salido un chiste negro.
6- Cosa b): las
filtraciones sobre las negociaciones entre PSOE y Junts, aparecidas en medios
de la caverna. Son filtraciones creativas. Pero que, por ello, ilustran las
fantasías –sexuales, incluso– de los emisores. El pasado 8A, así, ABC publicaba
en portada una exhaustiva lista de lo exigido por Junts para coronar a Sánchez,
con demandas dadás, como el traspaso de los ocho paradores nacionales que hay
en Catalunya, cuya existencia, por ejemplo, ignora Junts. Se trata de un
listado de anécdotas, que ABC y su entorno ven como infranqueables. Y que
explican lo infranqueable en la derecha española: la plurinacionalidad. Si la
asumieran siempre gobernaría la derecha en España, por cierto. Y ese es el
drama español: una derecha, y una monarquía, incapaces de asumir la
plurinacionalidad, el elixir que les daría juventud e inmortalidad. PP y
monarquía son extremadamente fieles a su siglo XIX, ese siglo ya a tomar pol
XXXX, al punto que morirán de ello. Por supuesto, no hoy.
7- Cosa c): los
avisos de Junts –y, dentro de esa olla de grillos, de Turull, lo más cercano a
un aparato en ese partido sin aparato, que le importa un pito el aparato, que
renunció a él, a mantener cuadros a través de sueldos, al salir del Govern, y
que se comporta aparentemente como un movimiento, si bien extremadamente
vertical, en el que manda, esto es, remata, una sola persona–, aludiendo al
hecho de que no hay negociación alguna. Son el único ruido emitido este verano.
Señalan que no está clara la negociación, ni su desenlace. Se ha de matizar, no
obstante, que esas declas y tuits de Turull han sido siempre para desautorizar
a portavoces de Comuns, el enemigo –de clase–, partido con el que hay una
inquina llamativa. Es decir, igual esos jarros de agua fría sobre las negociaciones
tenían otra función. O no.
8- Cosa d): los
contactos entre Foment del Treball –la asociación empresarial más antigua en el
Estado y, por eso mismo, un cacharro antiguo, que no se sabe dónde poner– y
Puigdemont, publicados en La Vanguardia. Por lo visto, Foment buscaría en Junts
lo que quedara de CiU y, a cambio de un Junts que volviera a tener vis
comercial, Foment defendería la negociación de una amnistía. Lo que, en
principio, parecería que es sobredimensionar a Foment y a Junts. Ya veremos.
9- Cosa e): la
participación en las negociaciones del Deep State, nuestro amigo invisible.
Concretamente, esta semana el TC –los que no están de vacaciones, que
conformaban mayoría conservadora– ha inadmitido a trámite un recurso de amparo
de, entre otros, Puigdemont. Lo que es una medida sin precedentes. Y que
ilustra el miedo PP, más fundado en sus temores que en un pacto con Junts
efectivo. Las pasadas navidades, por cierto, llamaron a mi puerta. Era un juez
que se equivocó de piso y, creyendo que era un cargo PP en apuros, me pedía
aguinaldo a cambio de una postal con un poema que, jamás podré olvidarlo,
culminaba tal que así: “Haga frío o calor, / llueva, nieve o truene, / al Deep
State nada detiene, / siempre su fiel servidor”.
Está por ver si, en
el caso de que la hubiera o hubiere, habría voluntad de un Estado catalán
federado
10- Cosa f): el
PSOE. Tiene poco margen con el que negociar con Junts. Tiene poco margen para
negociar sus fantasías comunicadas –referéndum y amnistía–, si bien, claro,
podría hacer algo imaginativo con la amnistía, y proponer algo con ese nombre,
pero con otro apellido. En términos generales, el PSOE solo puede ofrecer a
Junts lo que ofreció a ERC. A saber: indultos y compromisos formales, sumamente
informales, y de nula concreción. Palmaditas. Estados de ánimo, vamos. No hay
mayoría para nada más. Está por ver si, en el caso de que la hubiera o hubiere,
habría voluntad de un Estado catalán federado, de una perestroika, de una, hoy
inviable, reforma constitucional. Hay detalles ilustradores de lo que se puede
ofrecer: se ha dado la patada a Batet, la presi del Congreso que más presión
judicial ha vivido contra el derecho parlamentario, y que, en ese sentido,
defendió poco o nada el derecho parlamentario. PSOE puede ofrecer, en ese
sentido, puestos en la mesa –diría que no la presidencia, pero vete a saber– a
indepes –esto es, vascos– o a procesistas –ERC; Junts no puede aceptar esos
cargos, por guion–, o a BNG. Sería un gesto sin precedentes. Y, a su vez,
anecdótico. Lo que dibuja la paralización del Estado, sin movimientos hacia el
relajo y la realidad –lejos de los mitos del siglo XIX y del 78– desde hace
décadas.
11- Sumar acusa al
PSOE de ser poco ambicioso en las negociaciones del nuevo Gobierno, en todo
caso. Puede aludir a un catálogo de gama baja ofrecido a Junts, o puede aludir,
más precisamente, a una posible variante del nuevo Gobierno, si llega a
formarse: el hecho de que el PSOE, como mínimo, no entienda lo que ocurrió el
23J. No se votó al PSOE, sino que se votó contra la extrema derecha. El PSOE no
se debería sentir libre de toda responsabilidad por el hecho de haber recibido
tantos votos a cambio de, simplemente, no ser PP-Vox. Debería sentir más
responsabilidad que nunca, pues, como no ofrezca objetos contundentes y
determinantes, tal vez es su última vez en un Gobierno en décadas. Y eso si
llega a formarse ese Gobierno.
12- La pregunta, en
todo caso, es, dos puntos, ¿Junts se conformaría con, es un decir, indultos y
buen rollo?
13- La respuesta
es, dos puntos, Junts asumirá lo que diga su líder, que irá a misa. Lo que,
definitivamente, deja sin respuesta a la pregunta.
14- Pueden suceder,
como en los peores casos, dos posibilidades. La primera es que alguien de los
negociadores tenga el don de la palabra, y convenza a Puigdemont de que frenar
a la extrema derecha española es un fenómeno importante, de ámbito europeo
antes que español. Y que a cambio de participar en ello se obtendrían fabulosos
beneficios de una sola tacada, más los que se pudieran negociar en cada
posterior negociación de Presupuestos. Creo que no hay más. Con todo esto
Puigdemont accedería a una solución personal para él y para sus compis, podría
acceder a una solución colectiva para todos aquellos casos anónimos,
judicializados por la voluntad férrea del Estado, pero también por la
irresponsabilidad del Govern, que explicó a sus minions que no habría causas
judiciales tras la indepe inminente, etc. También podría acceder a concesiones
puntuales –transferencias de competencias y objetos por parte del Estado,
etc.–. De alguna manera, con todo esto, Puigdemont podría exhibir algo que no
ha podido exhibir hasta ahora en su biografía: éxito. Algo positivo, real, que
quepa en la mano, en un papel.
Puigdemont podría
exhibir algo que no ha podido exhibir hasta ahora en su biografía: éxito
15- Pero puede
suceder la otra opción. A saber: Junts no necesita apoyar a Sánchez. Renunció a
ser Govern. Esto es, se la pela cualquier cosa que no sea reforzar su discurso,
y demostrar a sus votantes –menguantes– que es un discurso heróico, épico, sin
éxitos, pero repleto de posibilidades. Su discurso, además, no se centra en el
pacto, si no en la imposición, lo que es otra estética. Su único combate
efectivo, además, no es contra el Estado –el Estado, la brutalidad antes que la
inteligencia y la información, nunca ha entendido esto; o sí–, sino que es, y
esto es importante, contra ERC. Había otro combate fiero. En Europa. Pero con
la última decisión del TGUE lo ha perdido. Puigdemont, el procesismo, no tienen
ya nada que rascar en ese ámbito, diría. Es un fenómeno local, y con un combate
local, intraducible, contra ERC. Que está ganando. ERC desciende en votos más
que Junts. Antes del 23J ERC tenía 13 diputados y Junts 4, y ahora ambos tienen
7. Para proseguir en su combate particular, en su partida de chicken game a
muerte con ERC, Junts debe plantear, forzosamente, la opción contraria a ERC.
No votar a Sánchez. Su táctica de enfrentamiento no es tanto el enfrentamiento
con el Estado, como la movilización de sus votantes –poco metropolitanos, muy
mayorcitos, por otra parte–, continua, sentimental y festiva. Algo que ya no
sucede, si bien esa dinámica de guerra cultural, ese componente de la extrema
derecha, podría reactivarse a tutiplén con la existencia en España de un
Gobierno de Guerra Cultural, de extrema derecha.
16- Puigdemont, una
sola persona, debe decidirse entre dos posibilidades. Apoyar o no a la extrema
derecha española y europea. Para acabarlo de liar, Puigdemont es una persona
sincrónica, como todo en el procés, que vive siempre con dos posibilidades y
decisiones contrarias y simultáneas. Un dirigente de izquierdas me explicó un
encuentro con Puigdemont en Waterloo. Le encontró muy emocionado por la visita
de un grupo andaluz, cuya solidaridad extrovertida y sincera le había
impresionado. Escasos minutos después de explicar esa experiencia, y ya con
otro tema en la conversación, Puigdemont explicó, en modo Liga italiana, que no
hay que esperar nada de la gente del sur. Advertido de su contradicción, cayó en
ella.
17- El 17A
empezaremos a ver si Puigdemont, en esta emisión, cae en cara, o cae en cruz.
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