FISCALES Y DEMONIOS
ANA PARDO DE VERA
La reunión del 18 de abril de Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, con medio centenar de fiscales de adscripción conservadora, algunos con cargos en el Tribunal Supremo, de la que informó este martes El País, nos pilla a la mayoría con los deberes hechos: la (ultra)derecha sigue instalada cómodamente en el poder judicial con la complicidad indisimulada del Partido Popular y el objetivo no democrático de acabar con cualquier avance progresista en materias como la igualdad, la diversidad o la justicia social.
La obligación de
neutralidad política de jueces y fiscales en activo no consiste en no tener
ideología o en dejar de votar a un partido u otro, solo faltaba; consiste en
mantenerse escrupulosamente al margen de la acción partidista y ejercer las
funciones conforme a la ley, no a unos determinados principios y objetivos
partidistas. Exactamente lo contrario es lo que se refleja en la conversación
de los fiscales que invitan a Feijóo a comer en el hotel Claridge de Madrid,
donde sobre todo, Antonio Narváez, magistrado del Tribunal Constitucional hasta
hace unos meses, o Consuelo Madrigal, exfiscal general del Estado, dejaron
claro que a ellos, lo de la democracia, "ya tal".
Este poder judicial
(ultra)conservador y mayoritario, que tiene bloqueada la renovación de su
Consejo General, el CGPJ, con la complicidad del PP, no solo desprecia la
esencia misma de la democracia, los resultados electorales, sino que pretende
hacerse con todas las funciones propias de nuestro Estado de derecho: las
legislativas, las ejecutivas y las judiciales y aplicarlas conforme a su
ideología de (ultra)derecha. Pueden leer la publicación sobre este encuentro y
preocuparse mucho o pueden ignorarlo y pensar que "No es para tanto",
en cuyo caso, deberían dar un repaso a sus principios democráticos y a la ética
que se exige a quienes deberían representarlos en las instituciones: hemos
tocado fondo en la ciénaga del poder judicial. Es cierto que necesitábamos
pocas pruebas más para confirmarlo, si tenemos en cuenta todo lo sabido y
publicado desde que el bipartidismo PP y PSOE pereció, pero hay hechos que
todavía no dejan de sorprendernos, sobre todo, porque pese al malestar general,
sigue confirmándose la impunidad con la que actúan los y las antidemócratas y
su convicción de que la democracia solo existe si la gobiernan ellos.
Paradojas.
Huelga decir que,
si yo fuera una comensal de Alberto Núñez Feijóo, nunca me creería sus
compromisos, pues el expresidente de la Xunta se debe exclusivamente a quienes
le garantizan el poder y esto puede suponer chotearse de Vox en Galicia o
rendirse a su programa electoral y mimetizarse con Santiago Abascal en Madrid.
Es decir, si Feijóo llega a La Moncloa, puede cumplir las promesas que hizo a
los fiscales conservadores o no, ya se irá viendo, aunque el líder del
principal partido de la oposición no tiene inconveniente en prometer lo que
sea, incluso, saltándose las normas más elementales de la ética política, para
que los fiscales convocados le hagan la campaña electoral. Suena obsceno, pero
las hemerotecas están llenas de los vaivenes del gallego, sintonizados con los
intereses exclusivos de poder institucional, interno y ambos.
La comida de
marras, que ocupó la actualidad política del 2 de Mayo junto a la grosería
cheli y calculada de Isabel Díaz Ayuso contra Félix Bolaños, el Gobierno
español legítimo y sus electores, me ha pillado con el podcast El país de los
demonios recién terminado, fresco en mi memoria y reflexiones. El trabajo
impecable de Álvaro de Cózar y Eva Lamarca cuenta la historia del fiscal
Ignacio Stampa en la operación Tándem contra el comisario José Manuel
Villarejo, en particular, y las cloacas del Estado, en general. Pueden -y
deben- escucharla en la plataforma Spotify para entender -también- el alcance
de la corrupción autoritaria que anida en las entrañas de la (ultra)derecha
española, pero no solo.
Los demonios del
podcast con el relato asfixiante de Stampa no tienen únicamente que ver con el
rechazo a los avances sociales, derechos y libertades públicas, o cualquier
cosa que huela a progreso de los comensales que elogiaron a Feijóo el 18 de
abril en un comedor del Claridge. El infierno de El país de los demonios es de
una dimensión mucho mayor y consiste en un entregado activismo antidemocrático
que pulula en la oscuridad de las instituciones judiciales gobernadas férrea y
partidistamente por PP y PSOE durante cuatro décadas: nada que pueda alterar
ese equilibrio -no fácil, en todo caso, por la histórica y aplastante mayoría
judicial (ultra)conservadora que siempre trata de imponerse ante la cobardía y
afán de poder de la otra parte- debe interferir en la institución, mucho menos,
la profesionalidad, la ética o la decencia, sin más.
No es mi intención
destriparles un podcast que merece cada segundo escuchado con atención, solo
tratar de que quede muy claro, con este ejemplo descomunal que nos traen De
Cózar, Lamarca y el propio Stampa como protagonista y víctima de un poder
judicial descompuesto, del que también es responsable el PSOE, que la reunión
secreta de Feijóo y los fiscales conservadores -no figuraba en la agenda
oficial ni ha sido desmentida-, solo es un síntoma más de la enfermedad de
mayor gravedad que padece ahora nuestra democracia: la (bi)partidización férrea
de un sistema judicial que, por un lado, ha permitido a la corrupción y a las
ideologías antidemocráticas moverse tranquilamente por sus cañerías y, por
otro, está llevando al intento de aniquilamiento de los movimientos
democráticos que piden avances, sean partidos, asociaciones, ONGs, prensa o
particulares. Llamar problemática a la ley trans y pedir su destrucción, llamar
"filoetarras" a partidos legales y legitimados con votos, mantener
conversaciones sobre una ETA desaparecida, poner en cuestión los procesos electorales,
... La conversación de los fiscales Narváez, Madrigal y otros con Feijóo no
tiene desperdicio, pero lo que hay debajo es mucho más profundo y maloliente.
Alguien debería abrir ventanas ahí cuanto antes.
Ciertamente, destaco...: El poder judicial pretende hacerse con todas las funciones propias de nuestro Estado de derecho: las legislativas, las ejecutivas y las judiciales y aplicarlas conforme a su ideología de (ultra)derecha". No son inocuos. ¿Inicuos? Se prestigian o desprestigian con ello?, aunque la respuesta no sea inmediata sino dar su reflejo en el medio o largo plazo. Influye naturalmente en el mundo que labran para sus hijos/hijas. Y no es bueno. Ellos son los primeros que notan la desconfiguración; que no les saldrá gratis. Emplazados quedan
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