LA LARGA SOMBRA DEL MAGARIÑOS
JUAN TORTOSA
todo'
de la plataforma Sumar en el polideportivo Antonio Magariños. — Carlos Luján /
Europa Press
Oigo y leo a los crispadores de guardia, que no han parado ni en Semana Santa, y la evidencia parece bien clara: el domingo de Ramos metimos la pata, podría ser el resumen de sus intervenciones. Pensamos que apoyando a Yolanda Díaz nos comeríamos con patatas a Podemos a las primeras de cambio y nos equivocamos, admiten ahora compungidos en ciertos cenáculos mediáticos progresistas, también en el seno de ese batiburrillo impreciso llamado Sumar... y hasta en el PSOE, instigador clave de la proclamación del Magariños.
Magariños,
el lugar donde Yolanda admitió por fin que quiere ser presidenta del Gobierno
de la nación, fue la nada envuelta en celofán, solo faltaba Paulo
Coelho predicando ese buen rollo falso que le hizo millonario. Todo
muy guay, muy fashion, muy tierno y muy blanco pureza,
pero ya durante la misma celebración de tan distópico show empezaron
a darse cuenta que ese pastiche organizado al margen de Podemos iba
a ser muy difícil que funcionara.
Cuando
te empeñas en que alguien se asocie contigo por lo civil o por lo militar ninguneando
su peso especifico, cuando lo haces intentando que agachen el lomo sin prever
del todo cuáles pueden ser las consecuencias si no tragan, las posibilidades de
que, si insistes en seguir adelante, te quedes con el culo al aire son muy
altas. Y así parece que está siendo.
Tras la
subida de Yolanda Díaz a los altares se ha producido durante esta Semana Santa
un llamativo giro de guión en el que "las personas que no querían
que Podemos acabara confluyendo con Sumar se han puesto nerviosas ante la
posibilidad cierta de que Podemos no acabe
confluyendo con Sumar", según resumía un reconocido
tuitero. Lo único que pareció quedar claro hace ocho días es que Yolanda Díaz
no quiere tutelas a pesar de que el empleo de tal
expresión inquieta y siembra dudas: "ni tutelas ni tutías",
tenía que haber rematado, pero no se atrevió.
Se
conoce que prefiere directamente abrazos de oso como el que le prodigó el
presidente del Gobierno cediéndole un buen porcentaje de protagonismo durante
la moción de censura de la ultraderecha. Es el momento de las
mujeres, repitió una y otra vez en el sermón del Magariños, a pesar de llevar
meses evitando a Ione Belarra e Irene Montero, sus
dos principales compañeras en el grupo minoritario del Gobierno de coalición.
Sostiene
un amigo mío que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz están
tomando decisiones dando por hecho que la izquierda perderá el poder en las
elecciones generales de final de año. La tesis de mi amigo puede ser
descabellada, pero a lo mejor no lo es tanto: según él, el presidente solo
piensa ya en un cargo europeo, Yolanda se ha creído que el PSOE no
tendrá relevo después de Sánchez y en consecuencia será ella quien se quede con
el voto de izquierdas. Como se ve heredera del electorado del PSOE, pone
todo el empeño que puede en agradar a esa parroquia y la verdad es que,
repasando con detenimiento el sermón de Magariños, parecía más una candidata
del PSOE que muchos del propio PSOE.
Yolanda
ha reconocido en círculos privados, y a veces no tan privados, que tiene un
proyecto para diez años; que se ve como presidenta, sí, pero no en estas
próximas elecciones. Si Sánchez pierde el Gobierno y ella conserva el apoyo de
los mismos aliados mediáticos que tiene ahora, durante la próxima legislatura
podría convertirse en la única diputada del Congreso con peso suficiente para
hacer oposición, porque el nuevo secretario general que deberían elegir los
socialistas es posible que tuviera un perfil más bien soso, tipo Juan
Lobato o Juan Espadas, actuales líderes del partido en
Madrid y Andalucía, o incluso fuera alguien que ni siquiera contara con escaño
parlamentario.
Esto
permitiría entender por qué a Sumar puede que no le
preocupe tanto el número de diputados que la "plataforma" consiga
en las próximas elecciones generales, aunque en lugar de cincuenta sean solo
veinte. Lo único que necesita Yolanda Díaz es que nadie le haga sombra en el
Congreso, ni Ione Belarra, ni Irene Montero, de cuyos
linchamientos ya se encarga el equipo mediático habitual; ni tampoco Ada
Colau o Mónica García, a quienes apoya para ayudarles
a ganar en Barcelona y Madrid. Mejor lejos que sentadas a su lado con actas de
diputadas, que la competencia es "mu mala".
Si
otorgamos aunque sea una mínima credibilidad a estas hipótesis, ¿verdad que no
resulta descabellado deducir que a los "sagaces
estrategas" de Sumar puede que no les
importe tanto concurrir a las elecciones generales de diciembre sin contar con
nadie más?
Magariños
no ha sido precisamente un buen comienzo para acabar con Podemos,
quizás habían pasado por alto que el partido morado cuenta con más fuerza,
empuje y respaldo del que pensaban; en el PSOE y
en Sumar se dieron cuenta de su error nada más finalizar el acto del
polideportivo y ahora andan de los nervios buscando cómo deshacer el entuerto
cuanto antes..
Para
que el resultado de las generales de diciembre no les importe a Sumar y
compañía, estos han de conseguir primero que se cumpla la premisa de partida:
acabar con Podemos, ese gran sueño húmedo de tantas y tantos. Saben
que lo tienen muy difícil y que si no lo logran el chiringuito, la plataforma o
como demonios quieran llamar a ese invento con tanta fachada como tan poca
sustancia, se les irá al traste.
En
resumen, que a Podemos le toca ahora resistir con más
empeño que nunca para que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz no
se salgan con la suya. Es posible. Una vez más, sí se puede,
pero como siempre toca pelea.
J.T.
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