lunes, 6 de junio de 2022

LA MEMORIA OCULTA EN EL CORRIDO D` LUCIO CABAÑAS

 

LA MEMORIA OCULTA EN EL CORRIDO D` LUCIO CABAÑAS

POR MAITÉ CAMPILLO

Voy a cantar un corrido que se oiga en el mundo entero para que sepa la gente lo que pasa allá en Guerrero. De campesinos armados defendiendo la montaña comandados por un hombre de nombre Lucio Cabañas! No son ni desesperados ni les falta la razón son hombres que han decidido hacer la revolución.

Ley de oferta y demanda de países en venta reventando guerras
Érase una vez la historia de una maravillosa mujer… que un reportero divulgó en su encuentro, la caracterizó con dignidad, ensalzando el latido del corazón de aquella humilde y misteriosa mujer de 77 años de edad, descalza, con la trenza recogida y un rostro lleno de surcos como la sierra donde vive en la más extrema pobreza. Se trataba de Rafaela (madre de Lucio Cabañas Barrientos) con su cuerpo y voz al vuelo del estallido de sus alas, en carga de liberación, derecho de protesta y reclamo de sus hijos asentando la palabra, haciendo pública e internacional reivindicación y principios contra la impunidad. La mujer asomó fuera de aquella cabaña que la daba cobijo, con el misterio de los sencillos fluyendo de la naturaleza viva llena de internos recuerdos imborrables. Irrumpió en la escena principal frente al reportero, soldando su corazón a los hechos en 1992, sobre la cara de una putrefacta política, la del crimen, consciente de que ya nada tenía más que perder sino recuperar todo lo robado, en memoria contra el ultraje en abusos de poder: <<Que el gobierno me entregue el cadáver de mi hijo Lucio Cabañas. Que me regresen vivo a mi hijo Manuel desaparecido desde 1967. Que dejen en libertad a mi hijo David preso en la Ciudad de México… sólo yo sé lo que es el sufrimiento de una madre (aquél hilo de su voz percute entre pecho y corazón donde anida el amor saliendo de sus labios como reclamo sin demora), no digas dónde vivo, ¿para qué?, sería prolongar el llanto, vendrían otra vez a molestarme (…). Nomás una cosa sí digo, que mis hijos lucharon por el pobre para sacarlo de la pobreza, y por eso me siento orgullosa de haberlos parido>>. Una declaración impregnada de entereza, sensibilidad y principios valerosos básicos al alcance de la cima donde habita la vida contra la muerte anunciada, pues como diría el hijo docente Lucio Cabañas, dirigente político y líder de naturaleza propia antagónica a los que tildan de ello sin autoridad de los pueblos oprimidos: ”Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano”. El cuerpo perseguido años atrás, detenido y apaleado de Rafaela señala los estragos que en nombre del poder gubernamental la habían perforado. Amargos recuerdos a los que sumó la detención de que fue objeto en 1974 en Tixtla, Guerrero, y, encarcelamiento padecido durante un año y ocho meses en el Campo Militar Número Uno de la Ciudad de México. Era la voz firme y revolucionaria contra tanta miseria y represión, era la madre del mítico maestro y guerrillero, la de una mujer de clase curtida en mil batallas, imponiendo derecho y razón contra el sometimiento a la esclavitud, la del derecho a la tierra e independencia contra toda ley de opresión y especulación venga de dentro, venga de fuera. Era la voz de una mujer madre y guerrillera curtida de explotación presta hacer justicia. Una voz sin titubeos férrea y segura que una vez luchó soñando conseguir el poder del pueblo y para el pueblo contra el poder de la corrupción lucrativo del derroche de leyes injustas y crímenes de la ‘guerra sucia’. La voz de la verdad de peso, llena de contenido y sustancia en manantial de vida, de luz futurista aplastando quien impone arrodillarse ante el capitalismo, su fascismo y su imperialismo como pensamiento único: <<Lucio nunca me dijo nada hasta que ya andaba en la guerrilla. Siempre luchó por los pobres, para sacarlos de la pobreza pero ya ves que aquí nada se puede en contra del gobierno… es una historia muy larga que no termina. Me siento orgullosa de haber parido a hijos valientes, pero es muy grande el sufrimiento, lo único que tengo es coraje a poco crees que si el gobierno fuera buena gente, tendría a tanto inocente desaparecido y encarcelado, en cambio a los ladrones, a esos sí los enriquece y los deja libres para que vayan a ladronear más. Y una muriéndose aquí, mírame aquí sola… voy a morir sola, pero eso sí, ante ningún desgraciado me humillo>>.

Voz de acero forjada por y para la vida contra la supeditación al impostor que se humilla ante el mayor de los tiranos poniendo cercas a las tierras robadas, trancando fronteras, violando y asesinando. Voz y bandera, ella misma, transparente e intuitiva se dirige resuelta al reportero del érase una vez… abrazada a la matriz principal de esa parte de la historia que siguen por ley sin dar solución, no permitiendo que fluyan los hechos tal y como se dieron, alimentando instituciones y mandato en la impunidad. Era el érase un vez… la voz de una mujer recorriendo espontánea la Sierra, que tan bien conocía la catadura de los crueles mandatarios de L`autoridad, de la violación perforada y balacera suelta. Voz madre sonora de la que moriría sola como dijo apartada de sus hijos, cinco años después de la mítica entrevista como jalón de historia, sobre una década justiciera guerrillera avivando la esperanza de los pobres, contra la miseria y los miserables. No era sino la historia vivida de una madre involucrada con sus hijos, un pueblo, una familia. Una historia cruel y visceral que días antes de asesinar a Lucio -un 26 de noviembre de 1974 el gobierno se venga atormentándolo… había sido detenida en Tixtla, cerca de Chilpancingo. Y aquella voz, no podía morir, tras su desaparición de entre los vivos ensancha su indignación en voz d` David Cabañas: ”Mi familia desde los 70 tenía que vivir clandestinamente y prueba de ello es que el Ejército llegó por mi madre al pueblo, pero ya había pasado a la clandestinidad para evitar ser detenida, sólo por ser madre de Lucio. Pero ese día son detenidos diez familiares míos: mi madre, mis hermanos, mi cuñada que era la esposa de Lucio, mi cuñado, esposo de mi hermana que me sigue en edad. Ya antes había sido detenido y desaparecido mi cuñado en el 71, el esposo de mi hermana Facunda, la mayor; había permanecido como un año desaparecido en el Campo Militar Número 1. En el 74 detienen a mis hermanos, mis sobrinos, mis cuñados y a la hija de Lucio, que tenía dos meses de edad, a mi madre que ya tenía cerca de 60 años. Fueron llevados al Campo Militar Número 1, donde permanecieron en calidad de desaparecidos casi dos años. Nunca les dijeron por qué ni para qué, simplemente los tuvieron ahí. Mis hermanos que salieron del Campo Militar Número 1 viven aquí en la Ciudad de México, ya no volvieron al pueblo. Mi madre murió en el 97 allá en su pueblo natal. En el 97 yo estaba preso en Almoloya, no pude ir a su sepelio (…) Salí el 31 de agosto del 98 “ocho años y nueve meses después, y salí absuelto, no hubo delito que perseguir”. Desde que Lucio comenzó la movilización “toda persona que tuviera apellidos como los nuestros era sospechosa de ser parte del movimiento guerrillero y había que perseguirlos, había que detenerlos y había que torturarlos a ver cuánto decían”. Así, de la familia Cabañas, desde el día que murió Lucio hasta la fecha, hay 252 parientes detenidos-desaparecidos. Los últimos dos eran normalistas de Ayotzinapa, de los 43: Cutberto Ortiz Ramos y Bernardo Flores Alcaraz”.

Guerrero es uno de las estados más pobres de México y las causas que dieron origen a la guerrilla siguen impunes aplastando su naturaleza, fulminando su vigor, silenciando sus voces. Escribe Carlos Montemayor Romo de Vivar en su obra ‘Guerra en el paraíso’ un brillante relato trágico de la violencia que se vivió en México a principios de los años sesenta durante la ‘guerra sucia’, en la que aborda la guerrilla de Lucio Cabañas: << A partir de la dignidad de Lucio Cabañas nuestro país es más grande, más puro, más orgullosamente vivo. Esta dignidad no desaparece como la sangre que se derrama, no desaparece como la corrupción que se oculta, no desaparece como los desaparecidos, perseguidos y reprimidos que los policías y ejércitos de nuestro país y de todo el mundo desaparecen. Esta dignidad se acrecienta cada día. Desaparece la memoria de aquellos gobernantes y de aquellos asesinos “que lo quisieron llamar gavillero, ladrón, delincuente, asesino…”>>. Lucio Cabañas fue el segundo hijo de un matrimonio de campesinos pobres: su abuelo paterno Pablo Cabañas luchó en las filas revolucionarias como zapatista; su padre Cesáreo Cabañas fue asesinado a manos de un pistolero a sueldo bajo las órdenes de un cacique, por defender la tierra que pertenecía legalmente al pueblo: Lucio tenía 12 años, y junto a su hermano Pablo, eran alquilados como peones por dos pesos con cincuenta centavos o cinco pesos diarios trabajando de 10 a 12 horas sembrando maíz, criando animales, cortando leña y cargando costales. A los 17 años viajó a Tixtla para terminar la primaria, mientras trabajaba en el campo, vendiendo paletas de hielo y como velador en un hotel (Estudió la secundaria donde destacó como dirigente estudiantil). Ya como maestro se unió al descontento de los ejidatarios contra las compañías madereras que habían incumplido con los contratos firmados con los campesinos. Para evitar que las compañías siguieran talando, bloquearon con troncos de árboles el paso hacia Mezcaltepec logrando expulsar a los madereros de esa zona. Las empresas madereras lo denunciaron ante la Secretaría de Educación Pública en Chilpancingo; fue entonces que los mandos educativos ordenaron su remoción a la escuela Modesto Alarcón, ubicada en la cabecera Atoyac. En poco tiempo organizó a los padres de familia para que le pusieran un alto a las exageradas exigencias de la directora, que entre otras cosas, pedía uniformes a los niños cuyas familias no tenían ni para comer, además de exigir cooperaciones e imponer castigos: << Mándemelo con huarachitos, aunque venga con su ropita remendada, no importa, pero sí que venga bien desayunado, decía Lucio a los papás>>. El Movimiento de Padres de Familia logró destituir a la directora Genara Reséndiz, pero Lucio fue desterrado de Guerrero y lo enviaron a una escuela de Tuitán, una pequeña comunidad en Durango. Ya estando en Durango, organizó a campesinos y un grupo de mujeres para mejorar sus condiciones de vida.

Matanza de Atoyac: el 18 de Mayo de 1967, la Sociedad de Padres de Familia de la escuela primaria Juan N. Álvarez, realiza un mitin en el que pedían la destitución de la directora de la escuela. Piden a Lucio Cabañas que fuera el orador, lo acepta y propone que esperen hasta las diez y media para aprovechar el recreo. Fue entonces cuando policías judiciales, bajo órdenes del gobernador Raymundo Abarca Alarcón, llegaron a disolver el mitin y disparan contra los padres de familia, quitando la vida a cinco de ellos e hiriendo a tres más. Los hechos obligan a Lucio, a huir de Atoyac y refugiarse en la sierra, donde activa su lucha contra el gobierno federal. Un tema polémico dentro del movimiento fue el secuestro de Rubén Figueroa, senador por parte del PRI, y que en su afán de acabar de cualquier manera con la guerrilla, terminó siendo uno de los más sanguinarios, de todos los gobernadores del estado de Guerrero. Figueroa persistente insiste a que Lucio Cabañas acepte una entrevista (de suerte que pudiera persuadirlo de que desistiera de la guerrilla). En tal propuesta, Figueroa ofrecía al maestro guerrillero dinero y un espacio político para que actuara de manera legal, a través del Partido de los Pobres. Por el contrario, Lucio se niega a aceptar su propuesta (Figueroa se había dirigido a la Sierra para mantener aquella entrevista). Lucio ordenó su secuestro al parecer con la intención de mantenerlo cautivo hasta ver cumplidas las exigencias de la guerrilla. Casi tres meses después de que Figueroa se internó en la Sierra, el ejército salió a su rescate y éste regresó a tomar posesión de la gubernatura, convirtiéndose en el peor enemigo de los grupos armados sobrevivientes. En el sentido opuesto, Lucio se entrega de lleno a organizar, dirigir y fortalecer lo que de ello resultaría una de las guerrillas más importantes de todo México en la década de 1960-1970. Durante casi siete años la Brigada Campesina de Ajusticiamiento estuvo operando en la zona serrana. Durante el sexenio de Luis Echeverría el estado mexicano se valió de todo su poder, para exterminar cualquier asomo de inconformidad, por parte de la población con métodos y medidas contrainsurgentes atroces; su fanatismo obsesivo llegó a detener, torturar y asesinar personas que no habían tenido participación directa con la Brigada: sufrieron los ataques de militares, violaciones a mujeres y niñas, quemaron casas, asesinaron campesinos, les robaron sus cosas todo era permisivo y hasta plausible para el asesino Luis Echeverría Álvarez. La Brigada Campesina de Ajusticiamiento era el brazo armado del Partido de los Pobres, grupo de autodefensa encabezado por Lucio Cabañas que pretendía detener los actos de injusticia por caciques y pistoleros a sueldo contra los pobladores, para ello llegó a mantener activos unos cien guerrilleros armados combatiendo en la Sierra. El 2 de diciembre de 1974 se dio el último enfrentamiento con tropas militares de las Fuerzas de Tarea, iniciándose un tiroteo en la selva cafetalera El Otatal. A una distancia de 30 metros Lucio y sus hombres descubrieron entre la maleza a la tropa, comienza el tiroteo, el enfrentamiento dura una media hora. Existen dos versiones sobre la muerte de Lucio Cabañas; una de ellas cuenta que, fue ultimado por las balas de los militares; la otra que él mismo se disparó dada la encerrona, para impedir según dicha versión, ser capturado con vida.

El 23 de mayo de 1975 se recibe la visita del presidente cuando aún estaba reciente, y sin ser aún aclarado el crimen de Lucio Cabañas, frente a miles de pobladores de cuya región y serranía fuera reducto de los grupos armados de Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas -que al tiempo que los ovacionaron- pidieron por la voz de más de un centenar de mujeres la libertad de cientos de guerrilleros (se hablaba de unos 800). El Presidente Luis Echeverría Álvarez dijo que el gobierno federal, tiene una deuda con la sierra de Guerrero y propone “un pacto de trabajo” -¿a quién se lo propone?-. Las mujeres ancianas lloraban por sus hijos y otras, que cargaban críos pequeños, preguntaban por la suerte de sus esposos… “Sólo queremos saber si han muerto o lo seguimos esperando”. Las voces se iban turnando, se oye la voz de Andrea Pérez de Vargas clamar: “Me faltan dos hijos y un nieto: Juan, Agustín y Francisco”. En Atoyac de Álvarez, Luis Echeverría se dirigió directamente a la muchedumbre congregada en términos despectivos como un dictador del absolutismo: Necesitamos ser valientes para ver los problemas, para conocer nuestros derechos, para tener capacidad de diálogo, para cumplir con la palabra empeñada cuando el diálogo se concerta y no cometer actos de traición, porque los valientes no traicionan. Cuando se hacen citas para discutir los problemas de los hombres, se afrenta con valor la palabra contraída y sus consecuencias. Lo fácil en las relaciones familiares, en la política, en cualquier tipo de relación entre los hombres, es cometer cobardes actos, de traición. Seamos valientes, enseñemos en camino recto a los jóvenes, conozcamos los problemas y valientemente dispongámonos a resolverlos… (Una oleada volvió como aluvión de granizo tras el chaparrón del impresentable martillando su demencia y felonía). María Romelia Martínez gritó: “Quiero ver a mi hijo, quiero saber de mi hijo. Él sólo trabajaba en la milpa”. Luis Echeverría presidente maldito, quien hablaba desde el monumento a Juan Álvarez, expresó con ruindad a forma de seguir ejerciendo a la vez golpe a golpe el poder sobre la ley, avaricia e injusticia: Vengo a declarar a estas mujeres que me piden la libertad de sus maridos o hijos, que estudiaremos caso por caso, que no ayudaremos a nadie que haya cometido un asesinato cobarde; pero al que sea víctima de una injusticia lo ayudaremos, desde luego>>.

PD.

Durante la disfrazada ‘guerra sucia’ fueron miles los desparecidos, los torturados, los ejecutados; muchos los jóvenes que tomaron las armas para defenderse, del Estado criminal, del hambre y miseria contra asesinos como Luis Echeverría que había sido ya en 1964, nombrado secretario de Gobernación, por el presidente Gustavo Díaz Ordaz. Época en la que ocurrió la matanza de estudiantes en Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. Fue al inicio del movimiento estudiantil en una conferencia de prensa la noche del 30 de julio de 1968. Luis Echeverría intentó rastrero deslindar al Presidente Gustavo Díaz Ordaz, de su responsabilidad, por la intervención del ejército reprimiendo a los estudiantes y derribado con un proyectil de bazuca la puerta de una preparatoria. En dicha conferencia de prensa el ya ambicioso de medallas Echeverría dijo haber solicitado él mismo, junto con el Jefe del Departamento del Distrito Federal, la intervención del ejército (facultad que estaba reservada para el titular del ejecutivo). Cierto es que si bien en México, no existió una dictadura como en el caso del Cono Sur, sí se sabe sin lugar a dudas y el que dude es un implicado en la trama que el gobierno del PRI, protagonizó, una repugnante, vergonzosa y descabellada contrainsurgencia con el apoyo de Estados Unidos, cuya finalidad, fue lograr destruir los movimientos de liberación armados, al sindicalismo combativo, campesino y estudiantado comprometidos en la misma causa común. Entre los jóvenes destaca un muchacho, un maestro campesino del Estado de Guerrero, que se hizo guerrillero para defender la causa de los pobres lo más desprotegido y explotado, para enarbolar dicha causa crea El Partido de los Pobres -su nombre es Lucio Cabañas- con la implicación de toda su familia en la lucha con su madre a la cabeza, de un gran coraje, conocedora como tantas otras de quien era su hijo y, sobre todo, quienes eran los verdaderos asesinos acosadores contra los que luchaban. Rafaela de nombre por igual guerrillera, muere peleando hasta el final de sus días como refleja la entrevista en pluma del reportero. Dentro de esa época existió otro líder por igual maestro y guerrillero de nombre Genaro Vázquez Rojas (nace un 10 de junio de 1931 en San Luis Acatlán, Guerrero), hijo del líder campesino Alfonso Vázquez y de Felicitas Rojas. A él pertenecen palabras tan emblemáticas como hermosas dignas de un manifiesto avivando el futuro entre líneas: << (…) Me invita usted a renunciar a mi postura que es contra la mala administración (tengo pruebas) gubernamental del Sr. General Raúl Caballero Aburto y con todo respeto le contesto que en la Patria de Guerrero y Altamirano no caben los traidores (…) Y renunciar a mi postura sería traicionar a mis amigos y a mi pueblo, y yo seré siempre un modesto ciudadano de Guerrero, pero respetuoso de mi integridad y de las tradiciones de dignidad que nos han legado nuestros ancestros (…)>>. Fue la respuesta de Genaro, a su padre, a su petición de retirarse de la Asociación Cívica Guerrerense (ACG) organización recién formada por él: Comandante Genaro Vázquez, maestro, líder y guerrillero guerrerense; líder nato sindical del magisterio guerrerense, que tras formar parte de la oposición política al gobierno pasó a la clandestinidad y forma uno de los varios grupos armados que se desarrollaron en la Sierra Madre del Sur durante las décadas 1960-1970. Un íntegro militante del Movimiento Revolucionario en la docencia y después del Movimiento de Liberación Nacional; integrado en la Central Campesina Independiente CCI, víctima de la Guerra sucia en México. Recibe en un principio la influencia de su padre, quien organizaba a los campesinos, copreros, caficultores e indígenas para enfrentar a los caciques y terratenientes del municipio, a lo que Genaro desde bien joven manifiesta una gran conciencia social por las condiciones de la población en su lugar de origen, caracterizado por una gran pobreza y desigualdad social en pésimas condiciones de vida que dio origen a diversos movimientos campesinos y cafetaleros con la exigencia de tierras y denuncia de la marginación que ha atravesado fronteras. Como en el caso del otro joven líder mencionado Lucio Cabañas (hijo, de Rafaela, que como él luchara sin desmayo), el hecho de ser maestro rural implica cuando se es honesto y verdaderamente consecuente, adentrarse lógicamente al México de abajo, al profundo de estragos roto de necesidades y penurias; una docencia comprometida con la población que siguiendo el ejemplo de otros luchadores sociales, permite entender el papel tan importante que un tiempo han jugado los maestros rurales, como en la República en el Estado español, en este caso el estado de Guerrero como líderes naturales de diversos movimientos sociales: donde el maestro de origen campesino cumplió un papel fundamental contra los malos gobiernos en la historia de las grandes protestas en México.

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)

 

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