LA LOCURA DE DON QUIJOTE
(fragmentos)
JUAN CLAUDIO ACINAS
Hoy no es el Día del Libro. No importa, porque todos los días lo son. Y cualquiera es bueno para recordar al Quijote, el que, según Dostoyevski, es el más triste de todos los libros: el que trata de los hombres de honor que son tenidos por locos y payasos.
1. Realidad política
Para empezar, “mirad Sancho, que los
oficios mudan las costumbres, y podría ser que, viéndoos gobernador, no conocieres
a la madre que os parió”.
“De aquí a pocos días me partiré al
gobierno [de la Ínsula Barataria], adonde voy con grandísimo deseo de hacer
dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mismo
deseo”.
Además, “yo imagino que es bueno
mandar, aunque sea a un hato de ganado”.
Sin embargo “después que os dejé, y me
subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el
alma mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos”.
“Diez días goberné a pedir de boca; en
ellos perdí el sosiego y aprendí a despreciar todos los gobiernos del mundo”.
2. Convicción
“Yo soy el valeroso Don Quijote, el
desfacedor de agravios y sinrazones”, cuyo oficio “no es otro sino valer a los
que poco pueden, y vengar a los que reciben tuertos, y castigar alevosías”, “acorrer
a los miserables y destruir los rigurosos”, “ayudar en sus necesidades a los
vivos y a los muertos”.
“Majadero, a los caballeros
andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos
que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella
angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo le toca ayudarles como a
menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus bellaquerías. Yo topé
un rosario y sarta de gente mohína y desdichada, y hice con ellos lo que mi
religión me pide, y lo demás allá se avenga”.
3. Justicia
“Dichosa edad y siglos
dichosos aquellos que los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en
ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase
en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella
vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. No había el
fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza. La
justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender
los de favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y
persiguen”.
Y esto te aconsejo:
“Procura descubrir la verdad por
entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e
importunidades del pobre”.
“Cuando pudiere y debiere
tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que
no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo”.
“Si acaso doblares la vara
de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.
“No te ciegue la pasión
propia en la causa ajena”.
“Al que has de castigar con
obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del
suplicio, sin la añadidura de las malas razones”,
“Al culpado que cayere
debajo de tu jurisdicción, considérale hombre miserable, sujeto a las
condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu
parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstrate piadoso y clemente; porque
aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a
nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia”.
4. Libertad
“No te enojes,
Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres; que será nunca acabar; ven tú
con segura conciencia, y digan lo que dijeren: y es querer atar las lenguas de
los maledicientes lo mismo que querer poner puertas al campo”.
Por eso “ni
gusto de murmurar, ni consiento que delante de mí se murmure; no escudriño las
vidas ajenas, no soy lince de los hechos de los otros”.
“Salí,
como digo, de nuestro pueblo. Pasé a Italia, y llegué a Alemania, y allí me
pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitantes no miran en
muchas delicadezas; cada uno vive con libertad de conciencia”.
“La libertad, Sancho, es uno de los más
preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden
igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar cubre: por la libertad,
así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario,
el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Porque “no hay en la
tierra, conforme mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad
perdida”.
5. Camino difícil
“Vale más buena esperanza que ruin posesión,
y buena queja que mala paga”.
“Unos van por el ancho campo de la
ambición soberbia; otros, por el de la adulación servil y baja; otros, por el
de la hipocresía engañosa, y algunos, por el de la verdadera religión; pero yo,
inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante,
por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra. Mis intenciones
siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a
ninguno; si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto trata
merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas, Duque y Duquesa excelentes”.
“Yo sé que lo bien ganado se pierde, y
lo malo, ello y su dueño”.
Y te aconsejo también:
“Visita las cárceles, consuela a los
presos; que la presencia del Gobernador en lugares tales es de mucha
importancia”;
“Has de poner los ojos en quien eres,
procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede
imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana, que quiso
igualarse con el buey”.
6. Resistir
Carmen Martín Gaite,
para quien leer el Quijote es un modo de aprender a afrontar el ridículo
y a seguir luchando contra corriente por todo lo que consideramos justo, nos
recordó el capítulo XXIX de su segunda parte, el de la aventura del barco
encantado. Y lo hacía para llamar la atención sobre la circunstancia de que ése
es el lugar en donde por primera vez Don Quijote, después de setenta y un
capítulos (incluyendo la primera parte) expresa su desaliento. Pese a lo cual
aún transcurrirán otros cuarenta y cinco capítulos (¡de la segunda parte!)
antes de que, en brazos de la muerte, admita con melancolía su derrota.
Toda una lección de
resistencia infatigable para que, siempre que las cosas se pongan difíciles,
nos preguntemos, como Carmen Martín Gaite así hizo, "¿por qué no seguir el
ejemplo del esforzado caballero y aguantar unos capítulos más antes de darnos
definitivamente por vencidos?". Y es que, como ya dijera León Felipe,
camino de su exilio mejicano, la justicia, que "vale más que un
imperio", también "se defiende con una lanza rota y con una visera de
papel". Porque el auténtico triunfo, el de esa voluntad de bien tan ajena
a la ilusión de ganar como al temor de perder, consiste en la valentía de
intentarlo más que en la suerte de conseguirlo.
7. Vencidos (León Felipe)
“Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote
pasar. // Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, / y va ocioso
el caballero, sin peto y sin espaldar, / va cargado de amargura, / que allá
encontró sepultura / su amoroso batallar. / Va cargado de amargura, / que allá
«quedó su ventura» / en la playa de Barcino, frente al mar. // Por la manchega
llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar. / Va cargado de
amargura, / va, vencido, el caballero de retorno a su lugar. // ¡Cuántas veces,
Don Quijote, por esa misma llanura, / en horas de desaliento así te miró pasar!
/ ¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura / y llévame a tu
lugar; / hazme un sitio en tu montura, / caballero derrotado, hazme un sitio en
tu montura / que yo también voy cargado / de amargura / y no puedo batallar! //
Ponme a la grupa contigo, / caballero del honor, / ponme a la grupa contigo, / y
llévame a ser contigo / pastor. // Por la manchega llanura / se vuelve a ver la
figura / de Don Quijote pasar...”
Selección Juan Claudio Acinas
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